ANTONIO JOSÉ MONAGAS | EL UNIVERSAL
miércoles 28 de septiembre de 2011 12:00 AM
El concepto de soberanía, tan manido en los últimos tiempos, pareciera haberse extraviado entre las intenciones dadivosas de un populismo que no por mediático no deja de ser ramplón. Ni siquiera la referencia constitucional sobre el alcance de tan importante término de razón política, cuando dictamina que "el territorio nacional no podrá ser jamás cedido, traspasado (... ) enajenado, ni aun temporal o parcialmente, a Estados extranjeros u otros sujetos de derecho internacional", ha sido debidamente entendida y atendida.
Este exordio vale ante el problema que ha suscitado la insolente decisión de la República Guyanesa de extender la plataforma continental de 200 a 350 millas, usurpando la porción costera del territorio en reclamación por parte de Venezuela, acarreándole serios inconvenientes al país. Incluso históricos, por cuanto el procedimiento asumido por Guyana desconoce el camino diplomático emprendido desde 1822 por Pedro Gual como Canciller de la Gran Colombia. No obstante, la situación tiene otra implicación que roza con el estilo autoritario del régimen venezolano, toda vez que éste ha tomado decisiones inconsultas que relegaron esfuerzos dirigidos a coadyuvar en la delimitación de áreas marinas y submarinas en momento de exaltados desencuentros.
Ni porque el régimen se ufane de ser bolivariano, la situación deja de ser infortunada. Olvidó que Bolívar llegó a decir que "primero el suelo nativo que nada. Nuestra vida no es otra cosa que la herencia de nuestro país". Más aún, el problema se agrava en el marco de un territorio disputado. Es decir, cuando la soberanía es ambicionada por dos o más países. O sea, el caso de la Guayana Esequiba y Venezuela. Sólo que ahora, la indolencia revolucionaria sumada al exceso guyanés, harán del territorio venezolano un país encogido.
Este exordio vale ante el problema que ha suscitado la insolente decisión de la República Guyanesa de extender la plataforma continental de 200 a 350 millas, usurpando la porción costera del territorio en reclamación por parte de Venezuela, acarreándole serios inconvenientes al país. Incluso históricos, por cuanto el procedimiento asumido por Guyana desconoce el camino diplomático emprendido desde 1822 por Pedro Gual como Canciller de la Gran Colombia. No obstante, la situación tiene otra implicación que roza con el estilo autoritario del régimen venezolano, toda vez que éste ha tomado decisiones inconsultas que relegaron esfuerzos dirigidos a coadyuvar en la delimitación de áreas marinas y submarinas en momento de exaltados desencuentros.
Ni porque el régimen se ufane de ser bolivariano, la situación deja de ser infortunada. Olvidó que Bolívar llegó a decir que "primero el suelo nativo que nada. Nuestra vida no es otra cosa que la herencia de nuestro país". Más aún, el problema se agrava en el marco de un territorio disputado. Es decir, cuando la soberanía es ambicionada por dos o más países. O sea, el caso de la Guayana Esequiba y Venezuela. Sólo que ahora, la indolencia revolucionaria sumada al exceso guyanés, harán del territorio venezolano un país encogido.
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