JUAN MIGUEL MATHEUS| EL UNIVERSAL
miércoles 10 de julio de 2013 12:00 AM
El concepto clásico de República se lo debemos a Cicerón. En su célebre libro titulado, precisamente, La República, éste se pregunta a sí mismo: ¿Qué es la República? Y contesta: la cosa del pueblo (res-publicae). A continuación sigue el interrogatorio consigo mismo: Y, ¿qué es el pueblo? A lo que responde: el pueblo es la muchedumbre agrupada en torno a la justicia.
Tal definición constituye en sí misma un programa ético. Una República es un marco moral para las relaciones humanas en la ciudad, para la ordenación de lo común de acuerdo a la virtud de la justicia. Aquí debemos hacer tres consideraciones. La primera es la idea de totalidad: la República nos incluye a todos. La segunda tiene que ver con lo que podríamos llamar principio de subjetividad. El pueblo cobra existencia para la acción colectiva como un sujeto, se articula para actuar en lo común. Y la tercera guarda relación con la limitación de la subjetividad del pueblo: éste debe someter su voluntad al orden moral. Tiene límites. Por eso debe agruparse en torno a la justicia, como señaló Cicerón. De lo contrario sería meramente muchedumbre, pero no sujeto de genuina vida republicana.
Esta última consideración nos pone frente a una gran verdad de la filosofía política: las Repúblicas pueden dejar de existir. ¿Y cuándo deja de existir una República? Cuando el pueblo, bien por causa externa, bien por causa interna, se desarticula y no se agrupa en torno a la justicia. Cuando la injusticia se convierte en la medida de lo humano. Cuando son la fuerza y la voluntad, y no la justicia y la razón, la vara de la convivencia en ciudad. En ese momento cesa la existencia de la República. Pero también cesa la existencia del pueblo (no de la sociedad). Las muchedumbres se devuelven a un estadio moral inferior que es la mera agregación de sujetos individuales o de grupos no eslabonados para la vida común.
Así las cosas, hemos de tomar ocasión del pensamiento de Cicerón para afirmar que en Venezuela, como resulta patente, no hay República. La perdimos, y dentro de ésta, perdimos también la democracia que ganamos en 1958 después de tantos sufrimientos de patria. Desde la llegada al poder de Hugo Chávez el pueblo de Venezuela dejó de estar agrupado en torno a la justicia. Hoy tenemos, por el contrario, a una muchedumbre parcial del país que está congregada alrededor de la injusticia y de la mentira y pretende hacer vivir a la otra parte del país en la autocracia marxista y militarista. Por eso la más importante tarea de patria de todas las generaciones actuales de venezolanos es congregarnos en torno a la justicia, volver a existir como pueblo. No se trata solo de derrotar al oficialismo. Eso hay que hacerlo porque Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y la revolución bolivariana son la negación de toda pretensión republicana. Pero de lo que se trata realmente es de ganar nuevamente una República civil y democrática para Venezuela.
Tal definición constituye en sí misma un programa ético. Una República es un marco moral para las relaciones humanas en la ciudad, para la ordenación de lo común de acuerdo a la virtud de la justicia. Aquí debemos hacer tres consideraciones. La primera es la idea de totalidad: la República nos incluye a todos. La segunda tiene que ver con lo que podríamos llamar principio de subjetividad. El pueblo cobra existencia para la acción colectiva como un sujeto, se articula para actuar en lo común. Y la tercera guarda relación con la limitación de la subjetividad del pueblo: éste debe someter su voluntad al orden moral. Tiene límites. Por eso debe agruparse en torno a la justicia, como señaló Cicerón. De lo contrario sería meramente muchedumbre, pero no sujeto de genuina vida republicana.
Esta última consideración nos pone frente a una gran verdad de la filosofía política: las Repúblicas pueden dejar de existir. ¿Y cuándo deja de existir una República? Cuando el pueblo, bien por causa externa, bien por causa interna, se desarticula y no se agrupa en torno a la justicia. Cuando la injusticia se convierte en la medida de lo humano. Cuando son la fuerza y la voluntad, y no la justicia y la razón, la vara de la convivencia en ciudad. En ese momento cesa la existencia de la República. Pero también cesa la existencia del pueblo (no de la sociedad). Las muchedumbres se devuelven a un estadio moral inferior que es la mera agregación de sujetos individuales o de grupos no eslabonados para la vida común.
Así las cosas, hemos de tomar ocasión del pensamiento de Cicerón para afirmar que en Venezuela, como resulta patente, no hay República. La perdimos, y dentro de ésta, perdimos también la democracia que ganamos en 1958 después de tantos sufrimientos de patria. Desde la llegada al poder de Hugo Chávez el pueblo de Venezuela dejó de estar agrupado en torno a la justicia. Hoy tenemos, por el contrario, a una muchedumbre parcial del país que está congregada alrededor de la injusticia y de la mentira y pretende hacer vivir a la otra parte del país en la autocracia marxista y militarista. Por eso la más importante tarea de patria de todas las generaciones actuales de venezolanos es congregarnos en torno a la justicia, volver a existir como pueblo. No se trata solo de derrotar al oficialismo. Eso hay que hacerlo porque Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y la revolución bolivariana son la negación de toda pretensión republicana. Pero de lo que se trata realmente es de ganar nuevamente una República civil y democrática para Venezuela.
No comments:
Post a Comment