Monday, July 8, 2013

La granja animal

En: http://www.eluniversal.com/opinion/130708/la-granja-animal

OFELIA AVELLA| EL UNIVERSAL
lunes 8 de julio de 2013 12:00 AM
La inteligente sátira que hace Orwell acerca del régimen estalinista puede aplicarse también al nuestro. Recordemos que los animales de la granja Manor expulsan a su dueño, el Sr. Jones, inspirados en el ideal de sociedad que les explicara el "cerdo Mayor" antes de morir. Se trata, en fin, de una "revolución". Interesan los siete mandamientos que acordaron escribir en una pared: 1) todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo; 2) todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es amigo; 3) ningún animal usará ropa; 4) ningún animal dormirá en una cama; 5) ningún animal beberá alcohol; 6) ningún animal matará a otro animal; 7) todos los animales son iguales.

En los comienzos del "proceso" todo parece marchar bien. Los dos cerdos que resaltan por su liderazgo -Snowball y Napoleón- no pueden convivir con sus diferencias, pues al crecer la ambición, nace el deseo de dominio de uno sobre el otro. Así, pues, Napoleón lanza los perros contra Snowball y éste huye de la granja. Empieza así la continuada necesidad de "justificar" la dictadura que se afinca. ¿Cómo? Adaptando de modo cada vez más exquisito los "mandamientos".

Las reglas se irán adaptando y reduciendo a pocas, pues el poder se va concentrando día a día en uno: 1) ningún animal dormirá en una cama con sábanas; 2) ningún animal beberá alcohol en exceso; 3) ningún animal matará a otro animal sin motivo; 4) la adaptación deriva así en permitir ahora dormir en cama (con aquello que no sea sábanas); beber alcohol (dejando el criterio del exceso a la propia conciencia que medirá a su gusto); y matar a otro animal (dejando también aquí al propio juicio "el motivo" del asesinato). Se permite así lo anteriormente prohibido.

El único mandamiento que quedará escrito, modificado -claro está- por los cerdos, será el séptimo: todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.

El proceso, pues, no puede ser más parecido. La diferencia puede ser -quizás- la transformación de una neo-dictadura (con apariencias de democracia, por permitirme escribir esto ahora mismo) en dictadura, pues lo que es neo debe definirse por un extremo o por otro. Por eso parecemos estar en un proceso de transición que exige a la gran mayoría resistir y redefinir el modo de actuar para lograr el giro hacia la libertad.

Ahora bien, centremos nuestra atención en los animales líderes: esos que fueron adquiriendo los defectos que tanto criticaron en los humanos que expulsaron de la granja. Al pretender nivelarse con los hombres, los animales empezaron también a cometer errores humanos. La yegua, por ejemplo, era floja y un día decidió entrar a la granja. Violó el mandamiento de no usar ropa humana, al cometer el pecado de vanidad: se probó, por coquetería, las joyas de la exdueña de la granja. Le tomó el gusto a vestirse bien, como suele suceder a toda mujer.

Otro suceso interesante es que por ser animales -humanizados- advirtieron que no podían hacer ciertas cosas "sin hombres", como manejar el tractor, por ejemplo. Por eso recurrieron a la "excepción". Así, pues, sólo en ese caso se pediría ayuda a un hombre si querían mantener productiva a la granja. El punto es que sus limitaciones empezaron a salir a la luz, a la par que las contradicciones, pues no se puede ser limitado y autosuficiente al mismo tiempo. El equilibrio es de lo más difícil.

La sátira recurre a animales que se humanizan. Orwell no sólo desea significar que estos acaban cometiendo los mismos errores que criticaban en los hombres, sino que por ser animales –aunque humanizados– se convierten en el símbolo del abuso de poder propio de toda dictadura. Los animales "realmente" no piensan. Se les puede humanizar en una sátira, pero no es propio de ellos pensar y hablar. Se alude a que es la fuerza bruta del animal –y no la inteligencia, que no tiene– lo que domina en todo régimen autoritario. Un dominio que hace repetir irreflexivamente a los seguidores (las ovejas): "cuatro patas sí, dos no".

El último mandamiento se concentra en "el animal más parecido", en definitiva, al "yo" que manda. Insta a obedecer, no a pensar. Por eso la solución del país se vislumbra por la vía de la derogación de esta estructura de reglas adaptadas a la medida de un régimen mentiroso. Hay que apelar a leyes que aboguen por los derechos naturales, la libertad de pensamiento y la humanidad, para sustituir el andamiaje "legal" readaptado una y otra vez por los Snowballs y Napoleones que conocemos. Ellos impusieron "mandamientos". Nuestra rebelión en la granja deberá consistir en forzar esta falsa legalidad para sustituirla por una nueva que respete los derechos fundamentales.

Se entiende que la vía pacífica propuesta –si bien nos impacienta– va por este camino. Los Snowballs y Napoleones se lanzarán los perros mutuamente. La gran mayoría, sin embargo, no son ellos. El pueblo somos el resto y es a esta gran mayoría a quien hay que ayudar a reflexionar, pues mientras haya "ovejas" que obedezcan, habrá Napoleones.

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