ADOLFO P. SALGUEIRO| EL UNIVERSAL
sábado 6 de julio de 2013 12:00 AM
A la hora de escribir estas líneas el tema que las motiva aún está en desarrollo por lo que no resultaría prudente emitir opinión jurídica ni política definitiva sobre el asunto. No obstante sí hay algunas consideraciones preliminares que adelantamos a manera de abreboca para la discusión.
Es absolutamente cierto que todos los Estados, por su condición de tales, son titulares de ciertos derechos y privilegios que les son inherentes, entre ellos el de decidir su política exterior en forma autónoma y sin la necesidad de someterse a dictados externos. Así pues, cuando un Estado adopta caminos dentro del marco de sus prerrogativas, está en su derecho pero al mismo tiempo asume las consecuencias -buenas o malas- de su decisión toda vez que la comunidad internacional es eso: una "comunidad" en la que los actores interactúan en relación de alianzas, confrontaciones, amistades, intereses, etc.
Lo anterior, en relación al caso Snowden, significa que Estados Unidos tiene legítimo derecho a solicitar la cooperación internacional para echar mano del joven exanalista como también tiene China el derecho que ejerció de haberse lavado las manos olímpicamente haciéndose los locos ante el pedido de extradición, como los rusos acudiendo a vericuetos legales para mantener a un pasajero en el limbo jurídico de una sala de tránsito aeroportuaria igual como en la película "Aeropuerto" protagonizada hace algunos años por Tom Hanks, como los países que -con más bulla que cabuya- opinaron sobre la procedencia y/o justicia de conceder asilo al prófugo, entre ellos Venezuela.
En esa misma línea opinamos que la actitud asumida por algunos países europeos negando permisos de sobrevuelo o aterrizaje al avión oficial de un presidente en ejercicio de su cargo, en misión oficial, en una "aeronave de Estado" es absolutamente insólita e implica una ofensa a Evo Morales. Lo que si afirmamos es que dentro del marco jurídico tales feas decisiones son absolutamente lícitas (aunque no simpáticas) tanto como lo es la decisión de Morales de haber expulsado a Usaid de territorio boliviano, como la del gobierno venezolano de haber expulsado a la DEA como la del argentino de haber expropiado las acciones propiedad de Repsol en YPF.
Será por eso que muchos países de los mas vociferantes están haciéndose los locos ante las peticiones de asilo de Snowden (directas o a través de WikiLeaks), empezando por el propio Ecuador después de espepitar tanta gramínea cuando ahora el locuaz Correa anda escabullendo el bulto demostrando la gran brecha que siempre existe entre el discurso populista y la política de los intereses concretos ("realpolitik").
Conste que este columnista no se opone a que se conceda asilo a Snowden. México siempre tuvo una larga tradición de acoger a todos los perseguidos del mundo y ello le dio respeto y admiración. Solamente advertimos para que no se haga de este caso un caballito de batalla de nuestra política interna y menos aún cuando paralelamente se nos dice que se quieren recomponer las relaciones con EEUU cosa que hasta Cuba se da cuenta que es ya conveniente.
Es absolutamente cierto que todos los Estados, por su condición de tales, son titulares de ciertos derechos y privilegios que les son inherentes, entre ellos el de decidir su política exterior en forma autónoma y sin la necesidad de someterse a dictados externos. Así pues, cuando un Estado adopta caminos dentro del marco de sus prerrogativas, está en su derecho pero al mismo tiempo asume las consecuencias -buenas o malas- de su decisión toda vez que la comunidad internacional es eso: una "comunidad" en la que los actores interactúan en relación de alianzas, confrontaciones, amistades, intereses, etc.
Lo anterior, en relación al caso Snowden, significa que Estados Unidos tiene legítimo derecho a solicitar la cooperación internacional para echar mano del joven exanalista como también tiene China el derecho que ejerció de haberse lavado las manos olímpicamente haciéndose los locos ante el pedido de extradición, como los rusos acudiendo a vericuetos legales para mantener a un pasajero en el limbo jurídico de una sala de tránsito aeroportuaria igual como en la película "Aeropuerto" protagonizada hace algunos años por Tom Hanks, como los países que -con más bulla que cabuya- opinaron sobre la procedencia y/o justicia de conceder asilo al prófugo, entre ellos Venezuela.
En esa misma línea opinamos que la actitud asumida por algunos países europeos negando permisos de sobrevuelo o aterrizaje al avión oficial de un presidente en ejercicio de su cargo, en misión oficial, en una "aeronave de Estado" es absolutamente insólita e implica una ofensa a Evo Morales. Lo que si afirmamos es que dentro del marco jurídico tales feas decisiones son absolutamente lícitas (aunque no simpáticas) tanto como lo es la decisión de Morales de haber expulsado a Usaid de territorio boliviano, como la del gobierno venezolano de haber expulsado a la DEA como la del argentino de haber expropiado las acciones propiedad de Repsol en YPF.
Será por eso que muchos países de los mas vociferantes están haciéndose los locos ante las peticiones de asilo de Snowden (directas o a través de WikiLeaks), empezando por el propio Ecuador después de espepitar tanta gramínea cuando ahora el locuaz Correa anda escabullendo el bulto demostrando la gran brecha que siempre existe entre el discurso populista y la política de los intereses concretos ("realpolitik").
Conste que este columnista no se opone a que se conceda asilo a Snowden. México siempre tuvo una larga tradición de acoger a todos los perseguidos del mundo y ello le dio respeto y admiración. Solamente advertimos para que no se haga de este caso un caballito de batalla de nuestra política interna y menos aún cuando paralelamente se nos dice que se quieren recomponer las relaciones con EEUU cosa que hasta Cuba se da cuenta que es ya conveniente.
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