JAIME EDUARDO MERRICK| EL UNIVERSAL
sábado 6 de julio de 2013 12:00 AM
La protesta pacífica y el uso de la no violencia siempre han sido instrumentos cuestionados en la lucha contra regímenes autoritarios. Su empleo depende, en mayor o menor medida, de su efectividad en determinadas circunstancias. Pero en ningún momento son instrumentos rechazados de plano.
En Venezuela sucede todo lo contrario. La articulación de la protesta y el empleo de la no violencia para alcanzar objetivos políticos, es sinónimo de agrio y visceral repudio, como si fueran acciones condenadas al fracaso; como si en el mundo no existieran experiencias positivas que demostraran lo contrario.
Venezuela acaba de transitar por unas elecciones presidenciales marcadas por la ilegitimidad, y ante esas circunstancias, se convocan para el 8 de diciembre a unas elecciones municipales sobre las mismas condiciones que permitieron que Nicolás Maduro llegara a Miraflores. Sin embargo, el debate no debe conducirnos a la disyuntiva de si asistir o no a las próximas elecciones municipales, porque la decisión es contundente y obvia: hay que votar, y lo haremos masivamente.
El planteamiento es sencillo: para el que el voto masivo del 8 de diciembre sea fiel expresión de la voluntad ciudadana, es necesario exigirle al CNE condiciones electorales justas. Y es a través de la protesta cívica y pacífica, la presión social, la organización ciudadana, las herramientas que nos permitirán asumir el 8 de diciembre con más optimismo.
La democracia no es el ejercicio religioso y dogmático del sufragio, como si éste fuese la única vía de alcanzar reivindicaciones sociales y políticas. La democracia también es organización social, protesta de calle, empoderamiento ciudadano. No podemos seguir siendo una oposición borrega que solo se moviliza en los momentos electorales; también nos corresponde defender este país, y hacer valer nuestras exigencias en la calle.
¿Qué sucede, me pregunto, cuando el voto se vuelve una herramienta inefectiva en la lucha por la democracia? Reitero, el planteamiento es sencillo: la efectividad de 8 de diciembre dependerá de la exigencia de condiciones electorales justas e imparciales. Si no contamos con la imparcialidad del CNE, ¿con cuáles herramientas cuenta el ciudadano?
Los días posteriores al 14 de abril, no solo significaron la consumación de un grosero y evidente fraude electoral, sino que también fue un período en el que lamentablemente fallecieron personas, botaron descaradamente a numerosos empleados públicos, estudiantes con la cara ensangrentada por el abuso militar, decenas de heridos. Y ahora, ¿a ellos se les dice que las verdaderas elecciones nacionales son el próximo 8 de diciembre? ¿Sin protesta? ¿Sin exigir condiciones justas? En estas circunstancias, realmente cuesta asumir las próximas elecciones como "nacionales".
Yo felicito a quienes hoy son candidatos a alcaldes y concejales para el 8 diciembre. Ojalá ellos encarnen el cambio definitivo que busca Venezuela. Pero ojalá que no se conviertan en los tontos útiles que el Gobierno necesita para legitimarse ante el país y el mundo.
Todo depende de lo que hagamos antes del 8D.
En Venezuela sucede todo lo contrario. La articulación de la protesta y el empleo de la no violencia para alcanzar objetivos políticos, es sinónimo de agrio y visceral repudio, como si fueran acciones condenadas al fracaso; como si en el mundo no existieran experiencias positivas que demostraran lo contrario.
Venezuela acaba de transitar por unas elecciones presidenciales marcadas por la ilegitimidad, y ante esas circunstancias, se convocan para el 8 de diciembre a unas elecciones municipales sobre las mismas condiciones que permitieron que Nicolás Maduro llegara a Miraflores. Sin embargo, el debate no debe conducirnos a la disyuntiva de si asistir o no a las próximas elecciones municipales, porque la decisión es contundente y obvia: hay que votar, y lo haremos masivamente.
El planteamiento es sencillo: para el que el voto masivo del 8 de diciembre sea fiel expresión de la voluntad ciudadana, es necesario exigirle al CNE condiciones electorales justas. Y es a través de la protesta cívica y pacífica, la presión social, la organización ciudadana, las herramientas que nos permitirán asumir el 8 de diciembre con más optimismo.
La democracia no es el ejercicio religioso y dogmático del sufragio, como si éste fuese la única vía de alcanzar reivindicaciones sociales y políticas. La democracia también es organización social, protesta de calle, empoderamiento ciudadano. No podemos seguir siendo una oposición borrega que solo se moviliza en los momentos electorales; también nos corresponde defender este país, y hacer valer nuestras exigencias en la calle.
¿Qué sucede, me pregunto, cuando el voto se vuelve una herramienta inefectiva en la lucha por la democracia? Reitero, el planteamiento es sencillo: la efectividad de 8 de diciembre dependerá de la exigencia de condiciones electorales justas e imparciales. Si no contamos con la imparcialidad del CNE, ¿con cuáles herramientas cuenta el ciudadano?
Los días posteriores al 14 de abril, no solo significaron la consumación de un grosero y evidente fraude electoral, sino que también fue un período en el que lamentablemente fallecieron personas, botaron descaradamente a numerosos empleados públicos, estudiantes con la cara ensangrentada por el abuso militar, decenas de heridos. Y ahora, ¿a ellos se les dice que las verdaderas elecciones nacionales son el próximo 8 de diciembre? ¿Sin protesta? ¿Sin exigir condiciones justas? En estas circunstancias, realmente cuesta asumir las próximas elecciones como "nacionales".
Yo felicito a quienes hoy son candidatos a alcaldes y concejales para el 8 diciembre. Ojalá ellos encarnen el cambio definitivo que busca Venezuela. Pero ojalá que no se conviertan en los tontos útiles que el Gobierno necesita para legitimarse ante el país y el mundo.
Todo depende de lo que hagamos antes del 8D.
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