Pablo Aure
1 Julio, 2013
No sé si ustedes hacen lo mismo, pero, a pesar de lo que hemos venido padeciendo, todos los días intento ser optimista aunque esté consciente de que el panorama sigue sombrío.
Con lástima y mucho dolor veo que la costumbre cada día abarca mayor espacio en la sociedad y quizá sin darnos cuenta se ha apoderado de nosotros.
Somos “alzados” para reprocharnos y condenarnos entre nosotros mismos, que nos suponemos demócratas. Predicamos la democracia, pero muchos entre nosotros en la oposición son tan iguales o peores a lo que combatimos. Algunos por naturaleza, otros por interés. Somos intolerantes a las críticas, pero aceptamos que en un supermercado la cajera nos diga, por ejemplo: “solo se puede llevar un paquete de papel toalet, o dos de Harina Pan, uno de aceite de maíz”. O que simplemente te limiten la adquisición de cualquier otro producto que esté en la lista de racionamiento. Hemos venido tolerando eso desde hace rato. O es que ¿no tenemos que hacer recorridos por los diferentes mercados para encontrar, en algunos casos sin llegar a feliz término, lo que necesitamos para nuestra alimentación?
Lo mismo ocurre con la inseguridad: la paranoia nos persigue. Y con razón: saliendo de la casa, entrando, cuando nos detenemos en un semáforo. Cuando vemos una alcabala, no sabemos si son atracadores o policías (o las dos cosas). Ya nadie tiene el valor de ir al banco a cambiar un cheque para pagar nóminas. Es una locura colectiva la que sufrimos. Pero nada: por más que le buscamos salida, no nos hemos dado cuenta de que el cambio llegará el día que entendamos que para salir de esto hace falta “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” como dijo Churchill. Literalmente lo siento así. Respeto al que piense distinto, pero sin sacrificios jamás reconstruiremos nuestra querida Venezuela.
¿Candidato eterno?
Del lado del régimen ya tienen a su comandante supremo y eterno. Al parecer, en la oposición pretendemos hacer lo mismo con Henrique Capriles. Pienso, que todos los políticos tienen su momento, su tiempo. Nadie es eterno. Ya vimos que el que decía que iba a durar hasta el 2021 se quedó en el camino.
Hoy escribo desde el corazón, como casi siempre lo hago, pero quizás haya circunstancias que se mezclan que me inducen a hablar con mayor crudeza. No se trata de saltos de talanquera. Bien lejos de las garrochas. Precisamente por mantenerme fiel a nuestra prédica, tengo que expresar que ya basta de tanta manipulación o aderezar los discursos dependiendo la ocasión. Me explico: el 14 de abril Capriles dijo que no reconocería a Maduro hasta que no se hicieran las auditorías. Nos movilizamos casi espontáneamente y esperábamos los lineamientos de nuestro candidato. Estábamos dispuestos a hacer lo que él nos ordenara.
El país se encendió. Desde el gobierno hubo también manipulación con eso de las supuestas quemas de los CDI. Infiltraron personas inescrupulosas para causar daños y acusar a la oposición. Henrique Capriles arrugó y nos dijo que nadie se saliera de sus lineamientos, porque quien lo hiciera prácticamente estaba con el gobierno. Nos mandó a tocar cacerolas. A desahogarnos con las ollas. Me decían cosas como éstas: “tranquilo que si Capriles dice eso es por algo, olvídate que el fraude lo demostrarán rapidito”. Ahora bien, a qué viene este relato: bueno simple y llanamente a que cuando se asumen posturas de liderazgos se tienen que tener los pantalones largos y bien puestos para asumir también las consecuencias. Me vuelvo a explicar: para qué nos habló de fraude y de desconfianza del CNE, y de desconocer a Maduro, si el final era lo que estamos viviendo: una impugnación ante el TSJ, que no iba a llegar a nada, como todos.
Pero lo peor, ahora nos dice que el fraude lo demostraremos votando masivamente el 8 de diciembre. ¡Por Dios!
Uno de los atributos de un líder debe ser su coherencia en el discurso y la valentía de defender sus posiciones. A menos que nos encontremos frente a un gran mentiroso, como lo fue Chávez y ahora lo es Maduro.
¿Maduro colombiano?
Tenemos que ser extremadamente tontos para preocuparnos por la nacionalidad de Nicolás Maduro. Ese no es el debate. Lo digo por dos razones fundamentales. Primera, los organismos jurisdiccionales acá en Venezuela jamás lo reconocerán, y segunda, qué nos interesa que Maduro sea colombiano, si quien gobierna nuestro país es el régimen cubano. Para allá van a recibir línea. Y son los cubanos a los que tenemos y vemos hasta en la sopa.
Jaua y El Chacal
El sábado leí unas declaraciones de Elías Jaua publicadas en la página oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores en las que manifestaba que está muy pendiente del proceso que se le sigue a “El Chacal”, explicando que se le deben garantizar todos los derechos humanos y recordó que el hombre fue detenido supuestamente violándosele sus derechos.
Esa conducta de Elías Jaua no tendríamos por qué reprocharla si tuviera la misma preocupación con los presos que están aquí mismito en el país. No me refiero solamente a los presos políticos que ya es bastante decir, y a los múltiples atropellos que han recibido precisamente por este régimen que hoy está pendiente de El Chacal, cuyo récord terrorista es más que evidente; él confesó haber participado en más de 100 acciones armadas y en las que murieron aproximadamente 2.000 personas. Reconociendo además, que menos del 10% eran inocentes, es decir, por argumento en contrario el resto los ejecutó por ser culpables (¿?)
Despierta
Sigo pensando que sabemos cuál es la salida, pero no la hemos querido aceptar. Lo que hemos transitado, no creo que sean fracasos sino tropiezos que nos han servido de escuela. Hemos aprendido, hemos descubierto el coraje o la sinceridad de algunos. Así lo creo yo. No nos distraigamos en esos tropiezos, pues estoy seguro de que cuando descubramos el potencial real de los que aman la libertad, comenzaremos a ver los cambios. Mientras tanto, seguiremos sometidos a esta especie de adormecimiento.
Sirvan estas líneas, no para desalentarlos sino por el contrario, para abrir la puerta del verdadero camino a la libertad y enseñarte a tu verdadero líder: lo tienes frente al espejo. Él te dirá lo que tienes que hacer.
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