RUBENS YANES| EL UNIVERSAL
miércoles 10 de julio de 2013 12:00 AM
Siempre se negó la posibilidad de que Venezuela se transformase en una segunda Cuba. Cuando se hablaba de que el camino del Socialismo del siglo XXI nos llevaría directamente a un régimen como el de los Castro, siempre se negaba con la cabeza, o con el corazón.
Sin embargo, hemos llegado. La anacrónica forma de vida cubana se apoderó de nuestro país. No vinimos solos, los mismos Castro nos trajeron por intermedio de Hugo y sus herederos, quienes creyeron siempre en las promesas de bienestar que predicaban para el pueblo y, sobre todo, entendieron que los hermanos cubanos tenían la fórmula secreta para el poder eterno.
Evidentemente, hay varios bemoles, matices distintos. La maquinaria de represión y control cubana se ha podido perfeccionar en Venezuela, evolucionar, adecuarse a los nuevos tiempos.
El régimen cubano se dibuja en nuestro país con elementos distintos a la tarjeta de racionamiento, por ejemplo. Aquí la cosa se presenta como escasez, ausencia de opciones para comprar y unos puestos de Mercal más bien paupérrimos. En los comercios públicos sólo abundan compradores, que agradecen a Dios y al comandante por poder pasar 2 horas en una larga fila en El Valle, para comprar pollo de dudosa procedencia y calidad. La cosa no es muy distinta en los establecimientos privados.
Tenemos patria y una sola marca de papel tualé, que podemos adquirir racionadamente.
Otro punto: salir legalmente de Cuba es un problemón. Aquí la cosa es más fácil. Si usted logra conseguir quien le venda dólares a precio de ese mercado que no existe, o si Cadivi no se le bloquea en pleno viaje, usted puede darle la vuelta al mundo y nadie estará pendiente de si regresa o no. El gobierno lo subsidiará.
En Cuba hay unos vendepatrias que el mundo llama disidentes y son como la oposición. No pueden recibir apoyo del exterior, no tienen acceso a los medios de información y son perseguidos por traidores a la patria. No entienden que el pueblo cubano quiere vivir como vive, pobres pero con dignidad. Pretenden que haya libertad de prensa, un sistema político con múltiples partidos y que se pueda elegir a los mandatarios de forma directa y transparente. ¡Vaya osadía! Pareciera que Capriles Radonski anda juntándose con ellos.
Finalmente, y para que no quede dudas, este país está bajo control cubano cierto en casi todas sus áreas estratégicas. Hay cubanos con poder real en la salud, en la electricidad, en las importaciones y en los puertos, en las imprentas nacionales y hasta en el ejército -según algunos.
Entran y salen como asesores, pero disponen de nuestros recursos de forma independiente. La influencia de los cubanos es impresionante considerando que no tienen tecnología, ni know how. Pero han sabido insertarse en la cadena productiva como intermediarios de Venezuela ante el mundo. Si en este país algo se importa, pasa por manos de cubanos en algún momento. Ellos garantizan el suministro y el control del poder, a cambio de su comisión.
Sin embargo, hemos llegado. La anacrónica forma de vida cubana se apoderó de nuestro país. No vinimos solos, los mismos Castro nos trajeron por intermedio de Hugo y sus herederos, quienes creyeron siempre en las promesas de bienestar que predicaban para el pueblo y, sobre todo, entendieron que los hermanos cubanos tenían la fórmula secreta para el poder eterno.
Evidentemente, hay varios bemoles, matices distintos. La maquinaria de represión y control cubana se ha podido perfeccionar en Venezuela, evolucionar, adecuarse a los nuevos tiempos.
El régimen cubano se dibuja en nuestro país con elementos distintos a la tarjeta de racionamiento, por ejemplo. Aquí la cosa se presenta como escasez, ausencia de opciones para comprar y unos puestos de Mercal más bien paupérrimos. En los comercios públicos sólo abundan compradores, que agradecen a Dios y al comandante por poder pasar 2 horas en una larga fila en El Valle, para comprar pollo de dudosa procedencia y calidad. La cosa no es muy distinta en los establecimientos privados.
Tenemos patria y una sola marca de papel tualé, que podemos adquirir racionadamente.
Otro punto: salir legalmente de Cuba es un problemón. Aquí la cosa es más fácil. Si usted logra conseguir quien le venda dólares a precio de ese mercado que no existe, o si Cadivi no se le bloquea en pleno viaje, usted puede darle la vuelta al mundo y nadie estará pendiente de si regresa o no. El gobierno lo subsidiará.
En Cuba hay unos vendepatrias que el mundo llama disidentes y son como la oposición. No pueden recibir apoyo del exterior, no tienen acceso a los medios de información y son perseguidos por traidores a la patria. No entienden que el pueblo cubano quiere vivir como vive, pobres pero con dignidad. Pretenden que haya libertad de prensa, un sistema político con múltiples partidos y que se pueda elegir a los mandatarios de forma directa y transparente. ¡Vaya osadía! Pareciera que Capriles Radonski anda juntándose con ellos.
Finalmente, y para que no quede dudas, este país está bajo control cubano cierto en casi todas sus áreas estratégicas. Hay cubanos con poder real en la salud, en la electricidad, en las importaciones y en los puertos, en las imprentas nacionales y hasta en el ejército -según algunos.
Entran y salen como asesores, pero disponen de nuestros recursos de forma independiente. La influencia de los cubanos es impresionante considerando que no tienen tecnología, ni know how. Pero han sabido insertarse en la cadena productiva como intermediarios de Venezuela ante el mundo. Si en este país algo se importa, pasa por manos de cubanos en algún momento. Ellos garantizan el suministro y el control del poder, a cambio de su comisión.
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