MARCOS CARRILLO| EL UNIVERSAL
sábado 6 de julio de 2013 12:00 AM
El chavismo ha convertido a Venezuela en un Estado en el que la persona honesta y trabajadora es víctima de sus valores. La corrupción es una política arraigada en lo más profundo de quienes han detentado el poder durante los últimos 15 años.
La afirmación no es exagerada. Prácticamente todos los ámbitos de la sociedad han sido copados por el Estado y, a su vez, las instituciones han sido capturadas por una mafia que abruma y desprecia a quien trabaja, incluyendo, claro está, a las personas honestas que siguen siendo ejemplares funcionarios públicos pero que han sido relegados, sometidos y humillados.
Quienes tienen como único mérito en la vida un carnet del PSUV o un contacto con un alto funcionario se han enriquecido a unos niveles y a una velocidad que sólo el dinero mal habido permite. Los controles y alcabalas impuestas a todos los niveles, más que obedecer a una ideología, son una forma de someter al empresario y al ciudadano común a la depredación de corrupción que estos controles generan.
Traficantes de permisos, contratos, dólares o sentencias se han erigido en magnates. Ser rico es malo sólo si la riqueza es producto del trabajo de años, décadas o generaciones. Mientras mayor haya sido el esfuerzo, peor. Por eso para el chavismo hay ricos buenos: aquellos que se aprovechan del diferencial cambiario, del erario público, del petróleo y de las instituciones en general para hacer fortunas que en algunos casos pueden hacer voltear al mismísimo Bill Gates. Toda la institucionalidad y el marco jurídico del Estado está al servicio de narcos, traficantes de armas y corruptos de toda ralea, siempre que juren lealtad a la franquicia castro-chavista que los protege.
El mensaje es muy claro, la honradez es una carga, un sacrificio, por el que se paga un alto precio, mientras la corrupción es avalada y recompensada. Los sometidos a juicio por la supuesta cruzada anticorrupción, no son delincuentes juzgados por un Estado que promueve la justicia y la probidad, sino facturas que se pasan distintas mafias que se pelean el poder.
Por eso mantienen el control de cambio y el dólar paralelo, por eso inventan controles, por eso existe el Fonden, por eso casi la mitad de los ingresos petroleros no forman parte del presupuesto nacional, por eso no hay contralor desde hace dos años.
El control político, la trampa electoral, la utilización de los tribunales como herramienta del Poder Ejecutivo son los mecanismos que garantizan el acceso al botín. No inventaron nada. Lo que hizo la mafia de los Castro con Cuba ha sido bienvenido y potenciado por el chavismo en Venezuela, bajo la estricta supervisión y complicidad cubana.
Esta sería razón suficiente para asumir con determinación que es deber de la sociedad democrática y honesta tomar las medidas de orden civil para que este gobierno finalice antes de que acabe el período presidencial que usurpa.
La afirmación no es exagerada. Prácticamente todos los ámbitos de la sociedad han sido copados por el Estado y, a su vez, las instituciones han sido capturadas por una mafia que abruma y desprecia a quien trabaja, incluyendo, claro está, a las personas honestas que siguen siendo ejemplares funcionarios públicos pero que han sido relegados, sometidos y humillados.
Quienes tienen como único mérito en la vida un carnet del PSUV o un contacto con un alto funcionario se han enriquecido a unos niveles y a una velocidad que sólo el dinero mal habido permite. Los controles y alcabalas impuestas a todos los niveles, más que obedecer a una ideología, son una forma de someter al empresario y al ciudadano común a la depredación de corrupción que estos controles generan.
Traficantes de permisos, contratos, dólares o sentencias se han erigido en magnates. Ser rico es malo sólo si la riqueza es producto del trabajo de años, décadas o generaciones. Mientras mayor haya sido el esfuerzo, peor. Por eso para el chavismo hay ricos buenos: aquellos que se aprovechan del diferencial cambiario, del erario público, del petróleo y de las instituciones en general para hacer fortunas que en algunos casos pueden hacer voltear al mismísimo Bill Gates. Toda la institucionalidad y el marco jurídico del Estado está al servicio de narcos, traficantes de armas y corruptos de toda ralea, siempre que juren lealtad a la franquicia castro-chavista que los protege.
El mensaje es muy claro, la honradez es una carga, un sacrificio, por el que se paga un alto precio, mientras la corrupción es avalada y recompensada. Los sometidos a juicio por la supuesta cruzada anticorrupción, no son delincuentes juzgados por un Estado que promueve la justicia y la probidad, sino facturas que se pasan distintas mafias que se pelean el poder.
Por eso mantienen el control de cambio y el dólar paralelo, por eso inventan controles, por eso existe el Fonden, por eso casi la mitad de los ingresos petroleros no forman parte del presupuesto nacional, por eso no hay contralor desde hace dos años.
El control político, la trampa electoral, la utilización de los tribunales como herramienta del Poder Ejecutivo son los mecanismos que garantizan el acceso al botín. No inventaron nada. Lo que hizo la mafia de los Castro con Cuba ha sido bienvenido y potenciado por el chavismo en Venezuela, bajo la estricta supervisión y complicidad cubana.
Esta sería razón suficiente para asumir con determinación que es deber de la sociedad democrática y honesta tomar las medidas de orden civil para que este gobierno finalice antes de que acabe el período presidencial que usurpa.
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