Wednesday, July 10, 2013

Oler a oveja

En: http://www.eluniversal.com/opinion/130710/oler-a-oveja

ANGEL OROPEZA| EL UNIVERSAL
miércoles 10 de julio de 2013 12:00 AM
En el cierre del exitosísimo XXVI Seminario Anual del Grupo Jirahara, realizado en Barquisimeto el fin de semana pasado, el padre Armando Janssens, conocido sacerdote venezolano, nacido en Bélgica, famoso por su larga y fecunda trayectoria en la formación y organización populares, nos recordó a todos la importancia y necesidad de "oler a oveja".

La referencia de Janssens vino a cuento a propósito de una reflexión original del Papa Francisco, quien el pasado Jueves Santo invitó a los obispos, sacerdotes y religiosos -esto es, a los "pastores" de la Iglesia- a recordar que la única forma en que un pastor pueda acompañar y guiar a sus ovejas, es acercándose a ellas, conociéndolas, tocándolas, en otras palabras, aprendiendo a "oler a oveja": "les invito a que vayan a las periferias, donde hay sufrimiento, sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantas explotaciones, y sean pastores con olor a oveja, pastores en medio de su rebaño".

Esto de "oler a oveja" de entrada nos puede parecer extraño, e incluso puede sonar desagradable y hasta despectivo para algunos. Sin embargo, hay que recordar que las figuras de corderos, ovejas y lobos son frecuentemente citadas en la Sagrada Escritura. De hecho, al mismo Jesús se le denomina con frecuencia "el Buen Pastor", que libera y guía a su pueblo, al que la literatura bíblica identifica con el símil de las ovejas que confían en el pastor que "da la vida por ellas" (evangelio de San Juan, Cap. 10, vers, 11). Es por ello que ser "pastor de almas" tiene su inspiración en el pastoreo del rebaño: cuidar, guiar, alimentar, curar, enseñar, estar cerca. Cuando Francisco invita a sus curas a que huelan a oveja, les está pidiendo que sean cercanos a la gente, que no se aíslen de ella, que compartan de cerca sus penas y sus alegrías.

Una de las modas hoy entre muchos venezolanos, algunos de ellos con gran capacidad mediática y no poca incidencia opinadora, es adjudicarse -seguramente con muy buena intención- el poder de hablar por el pueblo y de "traducir" para otros, lo que ese pueblo siente, percibe y demanda. Con bastante frecuencia, esas interpretaciones del "sentimiento popular" terminan siendo proyecciones de sus propios deseos y lecturas, las cuales se buscan legitimar imaginándolas como reproducciones fidedignas de la percepción de la gente, cuyas penurias y dinámicas por lo general suelen no conocer mucho. Así, por ejemplo, se proponen pautas de acción política -usualmente "urgentes"- en cierta dirección y bajo determinada forma, porque "eso es lo que quiere el pueblo".

"La gente quiere esto", o "el pueblo está esperando que se haga esto" suelen ser expresiones de uso corriente que, a pesar de la buena fe de sus emisores, en realidad son básicamente proyecciones de sus propias interpretaciones y urgencias.

Todo aquel que aspire a contribuir en la trascendental tarea de liderar a un pueblo y acompañarlo hacia su liberación, debe comenzar por conocerlo, por atreverse a tocarlo, por permitirle que hable y no sólo que escuche, por entender su diversidad y su resistencia a que se les simplifique detrás de categorías reduccionistas y estereotipos estrechos. Debe comprender que "hablar y compartir con el pueblo" es lo único que en justicia permite el atrevimiento de "hablar del pueblo"

El pastor que crea que a control remoto, por internet o desde la comodidad de su oficina, puede conocer y guiar a su rebaño, o siquiera hablar por él, no es un buen pastor. Como dice el evangelio, "el buen pastor conoce a sus ovejas, y ellas le conocen".

La invitación de Francisco, sabiamente recordada y analizada por el padre Janssens en Jirahara, es a no olvidar que un requisito fundamental del liderazgo que hoy demandan nuestros pueblos, y al que todos estamos llamados a participar o al menos a contribuir, es atreverse a oler a ovejas, olor que solo se impregna con el contacto físico y el acompañamiento personal. Solo así podremos asociarnos en su camino de liberación y progreso, y no usarlas como excusa argumental, como adorno retórico o como fetiche politiquero, todo lo cual a lo único que ayuda es a perpetuar su condición de explotación dominación.

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