En la profundidad de la jungla de Camboya se
esconden los restos de una vasta ciudad medieval. Ahora, con la ayuda de nueva
tecnología, sus secretos están siendo revelados.
En abril de 1858, un joven explorador francés, Henri Mouhot, zarpó de
Londres con destino al sureste asiático.
Durante los siguientes tres años, se dedicó a viajar y descubrió
exóticos insectos que todavía llevan su nombre.
Habríamos olvidado su existencia de no ser por su diario, publicado en
1863, dos años después de que muriera de fiebre en Laos, cuando tenía 35 años.
Los relatos de Mouhot cautivaron lectores a los que les fascinaron sus
vívidas descripciones de enormes templos que la selva se tragó.
Un mundo desconocido
El joven explorador introdujo el romántico y asombroso esplendor de la
ciudad perdida de Angkor en Camboya.
Uno de esos templos -rival del de Salomón y
construido por un antiguo Miguel Ángel- bien puede ocupar un lugar honorable
entre las más bellas edificaciones
Henri Mouhot
"Uno de esos templos -rival del de Salomón y construido por un
antiguo Miguel Ángel- bien puede ocupar un lugar honorable entre las más bellas
edificaciones", escribió.
"Es más grandioso que cualquier cosa que nos dejó Grecia o Roma",
declaró.
Sus descripciones establecieron firmemente en la cultura popular las
seductoras fantasías de exploradores aventureros que encuentran templos
olvidados.
Más que el Vaticano
Hoy en día, Camboya es famosa por esos edificios.
El más grande, Angkor Wat, construido alrededor de 1150, sigue siendo el
complejo religioso más grande del mundo, con un área cuatro veces más grande
que la Ciudad del Vaticano.
El templo atrae a dos millones de turistas al año y tiene un lugar
privilegiado en la bandera camboyana.
Pero en la época de Mouhot, Angkor Wat era virtualmente desconocida para
quienes no fueran monjes y aldeanos locales.
Más que un templo
La noción de que ese gran templo alguna vez estuvo rodeado de una ciudad
de casi un millón de personas era totalmente desconocida.
Tomó más de un siglo de arduo trabajo de campo arqueológico para
rellenar el mapa.
La ciudad perdida de Angkor empezó a reaparecer poco a poco, pero
quedaban vacíos significativos.
Y, de repente, el año pasado un grupo de arqueólogos anunció una serie
de nuevos descubrimientos, sobre Angkor y sobre una ciudad aún más antigua oculta
en la profundidad de la jungla.
Atravesando la espesura
de la selva
Un equipo internacional, dirigido por Damian Evans, de la Universidad de
Sidney, hizo un mapa sin precedentes de un área de 370 kilómetros cuadrados
alrededor de Angkor.
Un mapa tan detallado no es tarea fácil dada la densidad de la selva y
la prevalencia de minas que quedaron de la guerra civil en Camboya.
Millones de rayos láser mostraron lo que hace
siglos desapareció.
¿Su secreto?
Lidar: una sofisticada tecnología de teledetección que está
revolucionando a la arqueología, especialmente en los trópicos.
A punta de rayos
Montado en un helicóptero, el aparato lidar del equipo disparó un millón
de rayos láser cada 4 segundos que atravesaban la cubierta forestal y
registraban variaciones diminutas en la topografía de la superficie del suelo.
Los resultados fueron sorprendentes.
La tecnología Lidar metafóricamente levanta el piso
de la selva.
Los arqueólogos encontraron paisajes urbanos indocumentados en el piso
de la selva, con templos, caminos y elaborados acueductos que se extendían por
todo el territorio.
"Hay un 'momento eureka' en el que uno pone toda la información en
la pantalla la primera vez y ahí está: una ciudad antigua claramente en frente
de uno", le dice Evans a la BBC.
Rumores de un imperio
Esos nuevos descubrimientos transformaron profundamente lo que sabemos
de Angkor, la mayor ciudad medieval del planeta.
En su apogeo, al final del siglo XII, Angkor era una bullente metrópolis
de 1.000 kilómetros cuadrados (pasarían 700 años antes de que Londres alcanzara
un tamaño similar).
Había sido la capital del poderoso Imperio jemer que, con sus reyes
guerreros, dominó la región durante siglos.
Pero sus orígenes eran un enigma.
Mapa en relieve de Mahendraparvata, la capital original
del Imperio jemer.
Unas pocas inscripciones exiguas indicaban que el imperio fue fundado a
principios del siglo IX por un gran rey, Jayavaman II, y que su capital
original, Mahendraparvata, quedaba en algún lugar de las colinas de Kulen, una
meseta selvática al noreste del lugar en el que se construiría más tarde
Angkor.
Pero nadie estaba seguro de nada, hasta que llegó el equipo lidar.
Iluminando el misterio
El estudio con láser reveló trazos fantasmagóricos de templos
desconocidos, así como una elaborada y completamente inesperada red de
bulevares ceremoniales, diques y lagunas artificiales... una ciudad perdida,
encontrada.
La administración del agua de la lluvia era la
clave del éxito de la capital de los jemeres.
Lo que sorprendió aún más fue toda la evidencia de la existencia de
ingeniería hidráulica a gran escala, una marca identificadora del Imperio
jemer.
Para cuando la capital real fue trasladada a Angkor, a finales del siglo
IX, los ingenieros jemeres sabían almacenar y distribuir vastas cantidades de
la valiosa agua de las temporadas del monzón usando una compleja red de enormes
canales y embalses.
Aprovechar el monzón garantizaba la alimentación y mantenía
fantásticamente rica a la élite gubernamental.
De los acaudalados a lo
sagrado
Durante los siguientes tres siglos, esa élite canalizó su fortuna hacia
la construcción de la mayor concentración de templos del mundo.
La decoración de los templos da una idea de cuán
esplendoroso fue el pasado.
Uno de ellos, Preah Khan, construido en 1191, contenía 60 toneladas de
oro. Su valor hoy en día sería de US$3.000 millones.
A pesar de la enorme riqueza de la ciudad, se avecinaban problemas.
Al mismo tiempo que el programa de construcción de templos en Angkor
llegó a su clímax, su vital red hidráulica se estaba deteriorando, en el peor
momento.
Se la tragó la selva
Al fin del período medieval hubo dramáticos cambios climáticos en Asia
suroriental.
Los registros de anillos de árbol muestran fluctuaciones repentinas
entre condiciones extremadamente secas y húmedas, y el mapa lidar revela daños
catastróficos por inundaciones en el vital acueducto de la ciudad.
Angkor entró en una espiral de deterioro de la que nunca se recuperó.
En el siglo XV, los reyes jemeres abandonaron su ciudad y se fueron a la
costa.
Construyeron otra ciudad, Phnom Penh, la capital de la Camboya moderna.
La vida en Angkor se fue desvaneciendo.
Cuando Mouhot llegó, sólo encontró los magníficos templos de piedra,
muchos de ellos en un estado lamentable.
Casi todo lo demás -desde las casas comunes hasta los palacios reales,
que eran de madera- se había podrido.
La vasta metrópolis que alguna vez rodeó los templos había sido devorada
por la selva.
Vía BBC. Mundo
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