Alexis Márquez Rodriguez
27 Septiembre, 2014
Hay vacilación al caracterizar el actual gobierno. Unos dicen que se trata de una dictadura pura y simple. Otros que es una dictadura suigéneris, distinta de las que tradicionalmente hemos tenido. Hay así mismo los que prefieren definirlo como un gobierno despótico, con rasgos dictatoriales, pero también con ciertos elementos democráticos. Me parece que son cada vez más los que optan por calificarlo como una dictadura, aunque algo distinta de las tradicionales.
Siempre se ha dicho que en nuestro país han predominado las dictaduras. Ello es discutible. En el siglo XIX tuvimos gobiernos despóticos, con definidos rasgos dictatoriales, pero sin llegar a los extremos de las verdaderas dictaduras. El mejor ejemplo fue el despotismo ilustrado de Antonio Guzmán Blanco.
La dictadura propiamente tuvo en Venezuela su expresión en el siglo XX. Casi la mitad de este siglo lo vivimos bajo férreas dictaduras unipersonales, con absoluto dominio por los dictadores de todos los poderes, en primer término el militar, clave en el mantenimiento del régimen dictatorial, y con total irrespeto de los derechos humanos.
El siglo XX se inicia bajo la incipiente dictadura de Cipriano Castro, quien no solo fue un vesánico dictador, sino también un conspicuo exponente del militarismo y el iniciador del andinismo gubernamental. La dictadura de Castro duró algo más de ocho años (1899-1908 ), y fue producto de la guerra, pues es bien conocida la fulgurante campaña del caudillo desde la llamada Invasión de los Sesenta, por la frontera con Colombia, hasta la triunfal entrada en Caracas.
En un hecho poco frecuente en la historia la dictadura de Castro fue derrocada y seguida por otra dictadura, la de su compadre Juan Vicente Gómez, la más larga de nuestra historia, pues se prolongó por veintisiete años (1908-1935), y ha podido durar más, si la muerte de Gómez no le hubiese puesto fin.
La dictadura de Marcos Pérez Jiménez fue desembozada y directa entre 1952 y su derrocamiento, en enero de 1958. Pero antes, desde 1945, Pérez Jiménez ejerció de manera subrepticia el poder como jefe indiscutible de una logia militar, que comenzó a manifestarse desde el derrocamiento del presidente Isaías Medina Angarita.
Estas tres son, en realidad, las que pueden calificarse de dictaduras tradicionales en la historia venezolana. Sus rasgos comunes fueron la concentración despótica en el dictador de todos los poderes, en primer lugar el militar; la corrupción administrativa que permitió enriquecerse a unos pocos; una brutal política represiva plena de presos, exiliados y perseguidos, y el total desconocimiento de los derechos humanos.
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