Pasada la primera impresión ante su
designación como Secretario Ejecutivo de la Mesa de la Unidad
Democrática (MUD), tal vez la decisión más acertada de esta coordinadora
de las fuerzas de oposición, Jesús Torrealba debe estar calculando los
alcances de su trabajo, tanto de forma inmediata como a mediano y largo
plazo. Sobre sus hombros recae una doble responsabilidad histórica:
fortalecer la unidad de las fuerzas democrática, por un lado, e impulsar
y potenciar la vinculación de la MUD con las luchas populares, por la
otra. Es histórica esa responsabilidad porque asistimos a una situación
de deterioro objetivo del régimen instaurado por Hugo Chávez —cuyo
rostro circunstancial es Nicolás Maduro— pero también a la debilidad
evidente de una oposición narcisista que lejos de sumar apoyos los ha
alejado en un alarde de miopía política.
Afortunadamente, Chúo tiene talento y
determinación para enfrentar tales retos. Durante años ha sostenido una
labor como comunicador social y como activista de los derechos
ciudadanos en los sectores más desfavorecidos de la población. Del dicho al hecho y El radar de los barrios —programas
emblemáticos de aquella Globovisión opositora que ahora se emiten por
RCR— constituyen algunas de sus cartas de presentación. Nadie puede
acusarlo de oligarca ni tampoco de populista. No le ha hecho el juego al
gobierno ni tampoco a la oposición. Puede convocar a todas las fuerzas
democráticas del país, incluso a las que subsisten en ciertas capas del
chavismo. Tiene la disposición, también, de limar las asperezas entre
algunos partidos de oposición y de construir vínculos entre estrategias
diversas. Es un doble trabajo: hacia afuera y hacia adentro.
Durante años he sostenido que la mayor
debilidad de la MUD no reside solo en la precariedad de una unidad
básicamente electoral sino, sobre todo, en la ausencia de activismo de
los partidos que la componen. Activismo en los sindicatos, los gremios,
los centros de estudiantes, los espacios vecinales, etcétera. A la
antigua usanza. Algo que han perdido los partidos históricos como Acción
Democrática, Copei, La Causa R y MAS y que han desdeñado las nuevas
organizaciones como Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo
Tiempo. Ya no contamos con medios de comunicación independientes. Ahora
la labor organizativa es en la calle. Con Chúo Torrealba al frente de la
unidad de las fuerzas opositoras puede resurgir un auténtico activismo
político que vaya más allá de lo electoral —sin ignora su importancia— y
se inserte en las luchas sociales venezolanas. Puede tender un puente
entre las organizaciones políticas y la base social del país. Allí se
encuentra su oportunidad de éxito. Y debe contar con el apoyo de todos
los demócratas.
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