Armando Durán
Las
primeras palabras de Jesús “Chúo” Torrealba al asumir la secretaría ejecutiva
de la MUD fueron para reconocer la labor desarrollada por su antecesor.
“Agradezco profundamente el servicio a la patria que brindó Ramón Guillermo
Aveledo”, dijo con protocolar elegancia, pero enseguida añadió que “el
ejercicio que voy a hacer de esta función va a ser totalmente distinto”.
Anunció entonces que la noticia del día no era su designación, sino que la MUD
se iba “pa’ la calle” y convocó una gran movilización en Caracas para el 4 de
octubre, acto que aprovecharía para informar de un vasto programa nacional de
movilizaciones. Torrealba, además, calificó al régimen de totalitario, palabra
sistemáticamente desterrada del vocabulario de los dirigentes de la oposición
oficial.
En medio
del escepticismo que se ha venido apoderando del ánimo opositor a lo largo de
estos últimos años, el estreno de Torreaba como cabeza visible de la alianza de
partidos que integran la MUD se percibió como un esperanzador golpe de viento
fresco. A pesar de que el día anterior Henry Ramos Allup había avisado que
Torreaba no ejercería la vocería política de la organización, tarea que quedaba
en manos de los partidos políticos, último esfuerzo de carácter leninista para
marcar las diferencias entre una MUD excluyente y la amplitud organizativa de
la difunta MUD.
Se trata,
sin duda, de una divergencia que va mucho más allá de sus aspectos formales y
que afecta el fondo de la estrategia de la alianza opositora. Sobre todo estos
días, cuando voces del sector más conciliador de la oposición, los mismos que
en febrero acudieron al diálogo convocado por Miraflores con la intención de
apaciguar los bríos de la juventud venezolana que protestaba en las calles de
casi toda Venezuela, hablan concertadamente de reanudar el diálogo, de nuevo sin
condiciones, interrumpido porque el gobierno se negó entonces a liberar a Iván
Simonovis.
En este
sentido, resulta oportuno tener presente las sorprendentes declaraciones de
José Miguel Insulza a Silvia Ayuso, publicadas el viernes en El País de
España, en las que una vez más el secretario general de la OEA sostiene que “en
Venezuela es indispensable un diálogo, pero un diálogo en serio. La oposición
no se puede sentar a la mesa de diálogo mientras están presos una cantidad de
dirigentes que, aunque no querían ir al diálogo, son parte de la oposición”.
Luego señala que en un diálogo de esta naturaleza no basta pronunciar
discursos, hay que sentarse a una mesa “y decir qué (se concede) a cambio de
qué”.
Este será, en el muy corto plazo,
el primer desafío que tendrá que afrontar Torrealba. Desde la perspectiva del
régimen y de los partidos que dominan la MUD, movilizaciones de calle y diálogo
son acciones irreconciliables. Pero para nadie es un secreto que a Maduro lo
acorralan los contratiempos políticos y económicos, un momento más que oportuno
para condicionar desde la calle la eventual reanudación del diálogo a hechos
concretos, como la liberación de todos los presos políticos y la elaboración de
una agenda que se ocupe de estudiar rectificaciones necesarias en materia
económica, comercial y financiera. La formación política de Torrealba y su
compromiso real con los de abajo permiten presumir que estará a la altura de
estas imperiosas circunstancias. Esperamos que así sea y estemos a punto de ver
el nacimiento de una nueva y eficiente MUD. Si no logra superar los múltiples
obstáculos que la propia oposición le ha puesto a la oposición, el régimen
seguirá marcando el paso que desde hace 15 años le ha impuesto a
Venezuela
Vía
El Nacional
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