Editorial de El Nacional
Aunque haya en Venezuela muchas
razones domésticas para pasarlo por alto, entre las urgencias de nuestra crisis
y la evasión del ingrato contraste, conviene detenerse en el discurso sobre el
Estado de la Unión con que el presidente Barack Obama cruzó el umbral hacia los
dos últimos años de su segundo período. Es importante por lo que dice sobre su
país; también lo es por el balance que invita a hacer desde Latinoamérica sobre
el estado de las relaciones hemisféricas.
Obama llegó a este momento con
muy baja popularidad y con las dos Cámaras del Congreso bajo control
republicano. De modo que parece calzarle bien la metáfora del “pato cojo” (lame
duck) que los estadounidenses aplican a los presidentes que van de salida y son
presas fáciles de sus adversarios. Sin embargo, no es eso lo que ha transmitido
el presidente en su mensaje al Congreso.
Allí, una vez presentado un
conciso balance de la recuperación tras más de una década de crisis económica y
guerras, invitó a pasar la página y puso sobre la mesa sus cartas para mantener
el crecimiento económico y disminuir la desigualdad en la distribución del
ingreso: educación, empleo, incentivos públicos e iniciativa privada
mediante.
En cuanto a las crisis mundiales
de seguridad, rechazó dejarse arrastrar reactivamente y reafirmó el uso
inteligente del poder ante amenazas globales de nueva complejidad, que no dan
pausa y hacen costosa la indiferencia.
Todo ello a sabiendas de que
encontrará fuerte resistencia en el Congreso.
Obama llegó al Capitolio con tres
decisiones que mucho conciernen a nuestro lado del mundo: la medida ejecutiva
para modificar el régimen migratorio, el anuncio de la disposición a
restablecer relaciones diplomáticas con Cuba, una vez acordadas las condiciones
que comenzaron a negociarse el pasado jueves, y la firma de la ley que sanciona
a funcionarios venezolanos por violación de derechos humanos.
Visto desde Latinoamérica, el
balance hemisférico es hoy muy diferente al de comienzos del siglo. Naturalmente,
en ello han tenido peso muchas circunstancias -desde el auge y caída de los
precios de las materias primas, hasta el auge y caída del modelo bolivariano-
pero entre ellas no puede dejar de considerarse el giro de la diplomacia de
Estados Unidos que, a partir de 2009, se alejó del unilateralismo, reconoció
las instancias y liderazgos regionales y procuró la mayor eficiencia entre la
persuasión y la presión, entre el fluir y el influir.
Hace rato que las banderas
antiimperialistas lucen desteñidas mientras crece la red de vínculos
gubernamentales con Estados Unidos en tratados comerciales, cooperación en
seguridad, energía y ambiente. A Cuba, el caso más sonado, sigue ahora la
Primera Cumbre de Seguridad Energética del Caribe que se reunirá mañana lunes
en Washington.
Obama se presenta en la recta
final de su presidencia dispuesto a dejar huellas bien asentadas, en lo
interior y exterior, más allá de su mandato.
Y sí, ¡vaya contraste!
Vía El Nacional
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