Jesús Petit da Costa
26 Enero, 2015
Llaman “poderes fácticos” a los que están al margen de los poderes públicos, por lo cual carecen de autoridad constitucional y legal para tomar decisiones políticas, pero son influyentes y determinantes políticamente por su autoridad moral y su peso social. En un país católico la Iglesia es uno de los poderes fácticos más influyentes. De allí la importancia de sus actitudes y mensajes. Por este motivo le doy relevancia a su última Pastoral, lo que deberían hacer también todos los demócratas.
Aciertan los Obispos cuando dicen en la Pastoral que la gente “vive la angustia generalizada por la crisis económica, pues se ve sometida a dificultades nunca vistas para tener acceso a artículos de primera necesidad.” Y cuando señalan: “una deuda externa gigantesca que hipoteca el futuro de los venezolanos, la inflación desbordada, la devaluación de nuestra moneda, el contrabando de extracción y el desabastecimiento de productos básicos han generado el empobrecimiento creciente de amplios sectores de la población, particularmente los de menores recursos económicos. Esta crisis se acrecienta por la corrupción, el saqueo al fisco y por la ineficacia de las medidas y planes que está aplicando el Gobierno Nacional para enfrentarla… También nos encontramos en una situación de violencia cada vez peor… La crisis de inseguridad pública es intolerable”.
Descritos los síntomas del mal, los Obispos formulan el diagnóstico: “La causa de esta crisis es la decisión de imponer un sistema político-económico de corte socialista, marxista o comunista”. Diagnóstico correcto. La causa del colapso general del país es el comunismo, “que establece el control del Estado (o sea, de los comunistas) sobre todos los aspectos de la vida de los ciudadanos y de las instituciones públicas y privadas y además atenta contra la libertad y los derechos de las personas conduciendo a la opresión y ruina de todos los países donde se ha aplicado”. Concluye este párrafo así: “El socialismo marxista es un camino equivocado”. Lo confirman los hechos.
Por su parte, Monseñor Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal, expresó que “el pueblo está consciente de que Venezuela atraviesa una crisis global de enormes proporciones, cuyos niveles sobrepasan cualquier crisis anterior y que toca profundamente todas las dimensiones de la vida del país. Cada día el venezolano siente más la crisis en carne propia”. Pero el pueblo no está consciente de que la causa de la crisis es el comunismo que el difunto importó de Cuba, la cual sigue dirigiendo la política interior y exterior de Venezuela y sobre todo la política económica, como quedó demostrado cuando Maduro trajo a un comunista cubano, Orlando Borrego, para que le diga lo que debe hacer. Maduro es, pues, persona interpuesta de Cuba, representada por el comunista cubano Borrego, que es su guía en economía y finanzas.
¿Porqué el pueblo no está consciente de que la causa de su desgracia es el comunismo y que el verdadero zar de la economía es un comunista cubano enviado por Cuba? Por la sencilla razón de que los colaboracionistas de la MUD lo callan. Ocultan este hecho acusando a Maduro de inepto, cuando en verdad sus errores no se derivan de su ineptitud evidente sino de la tutela cubana sobre su persona en función de ejecutar la implantación del comunismo. ¿Qué podría hacer la Iglesia para que el pueblo tome conciencia de que es víctima del comunismo importado de Cuba? Simplemente reproducir los extractos pertinentes de su pastoral y difundirlos entre sus feligreses en colegios y templos.
Si el comunismo importado e impuesto por Cuba es la causa del colapso general de Venezuela, como efectivamente lo es, carece de sentido el diálogo con el gobierno, persona interpuesta de Cuba. Sólo sería lógico el diálogo si el gobierno renuncia a Cuba y al comunismo, puesto que si no hay renuncia a ambos no puede haber concertación. ¿Cómo se puede concertar entre comunismo y democracia y entre ocupación cubana y soberanía? Sólo renunciando ellos a Cuba y al comunismo. La traición de los colaboracionistas consiste en conciliar con los comunistas sin exigir la renuncia a Cuba y al comunismo, lo cual implica que ellos sí renuncian a la soberanía y a la democracia cohabitando con los traidores a la patria y culpables de la destrucción de Venezuela.
Lo planteado entonces es resistencia: ni diálogo ni concertación con los comunistas, menos aún con Cuba, de la cual son agentes.
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@petitdacosta
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