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Carlos Sabino
Importantes elecciones en Brasil y el Uruguay, una complicada
situación de seguridad en México, cambios en Chile y el continuado
declive de dos importantes economías –Venezuela y Argentina- son hechos
destacables del semestre que concluye. A estos sucesos hay que agregar
el entorno de una economía que se mueve más lentamente que años
anteriores y el descenso pronunciado de los precios del petróleo, que
arroja sombras sobre algunos de los países de la región.
RELACIONES ENTRE CUBA Y LOS ESTADOS UNIDOS
Al cierre de esta edición, el día 17 de diciembre, se produjo un hecho que conmocionó al continente: los presidentes de Cuba,
Raúl Castro, y de Estados Unidos, Barack Obama, anunciaron
simultáneamente que se restablecerían las relaciones diplomáticas entre
las dos naciones, interrumpidas desde hace más de medio siglo en el
contexto de la Guerra Fría. La decisión incluyó el intercambio de
algunos presos por espionaje detenidos en cárceles norteamericanas y la
liberación del estadounidense Alan Gross, preso en la isla. El acuerdo
alcanzado no incluye el levantamiento del embargo que pesa sobreCuba –que
solo puede ser anulado por el congreso de Estados Unidos- ni medidas
concretas de apertura política o económica por parte de los cubanos,
aunque se iniciarán pronto conversaciones bilaterales para poner en
práctica el restablecimiento de las relaciones que incluirán, de seguro,
muchos de los puntos sobre los que existen agudas discrepancias entre
las dos naciones.
El tema, sin duda alguna, está muy cargado de emotividad: tanto el
exilio cubano como buena parte del Partido Republicano de los Estados
Unidos lo han visto como una claudicación ante la dictadura comunista
cubana, a la que legitima un golpe de efecto de un Obama que ya se
acerca al final de su mandato. La izquierda, en general, ha manifestado
su alegría ante lo que perciben como el fin de una injusticia que
castigaba inmerecidamente a un régimen al que siempre ha apoyado.
Algunos analistas, en cambio, han tratado de ver el cambio con una
mirada más objetiva, explorando las motivaciones y las posibles
consecuencias mediatas que el acuerdo puede tener. Por nuestra parte pensamos
que el cambio es positivo y que, ante todo, refleja la debilidad de un
régimen que es incapaz de sostenerse por sí mismo: en efecto, el
comunismo en Cuba, que ha traído -como en todas partes- opresión y
miseria para la población, nunca ha podido sostenerse sin un apoyo
financiero externo; durante décadas la extinta Unión Soviética mantuvo la economía de la isla y luego, ya en el siglo XXI, ha sido Venezuelaquien
se ha ocupado de financiar el inviable régimen cubano. Pero en estos
momentos, con una crisis de enorme magnitud y los precios del petróleo
en continuo descenso, el régimen venezolano afronta problemas
insalvables para continuar con los cuantiosos aportes que entrega a la
isla. En esas condiciones, y como un modo de ganar tiempo, los hermanos
Castro han decidido dar este llamativo viraje, aceptando de hecho que
necesitan cambiar su política exterior hacia un rumbo de menor
confrontación. Para los Estados Unidos la motivación es otra: dejando de
lado los personales motivos que pueda tener al respecto el presidente
Obama, es obvio que este cambio de política tiene motivaciones prácticas
y éticas que no pueden desdeñarse. La política de aislamiento de la
isla no ha dado ningún resultado concreto durante todas estas largas
décadas y, no cabe duda, ha servido de excusa ideal para que los
dictadores comunistas justificaran ante el mundo la miseria en la que
han sumido a su pueblo. Por otra parte los Estados Unidos han mantenido y
mantienen relaciones diplomáticas con toda clase de gobiernos, algunos
también dictatoriales y autoritarios: ¿por qué no, entonces, con Cuba?
Es obvio que hoy, todavía, es muy temprano para evaluar las
consecuencias que podrá tener el paso que se ha dado. Pero, a nuestro
juicio, el acuerdo tendrá favorables consecuencias para la vida de los
cubanos: no porque la dictadura vaya a terminar en el corto plazo, lo
cual es muy improbable y depende en gran medida de la desaparición
física de los hermanos Castro, sino porque el régimen, inevitablemente,
tendrá que reformarse y se abrirán las puertas para futuros cambios. Prometemos al lector, en el próximo número de Tendencias, un análisis más detallado de lo que puede derivar en un cambio importante para toda nuestra región.
EL SEMESTRE EN PERSPECTIVA
Importantes elecciones en Brasil y el Uruguay, una complicada
situación de seguridad en México, cambios en Chile y el continuado
declive de dos importantes economías –Venezuela y Argentina- son hechos
destacables del semestre que concluye. A estos sucesos hay que agregar
el entorno de una economía que se mueve más lentamente que años
anteriores y el descenso pronunciado de los precios del petróleo, que
arroja sombras sobre algunos de los países de la región.
Elecciones en Brasil
Las elecciones del mayor país de América Latina no estuvieron exentas
de sorpresas: estas comenzaron en agosto, cuando el candidato Eduardo
Campos –que había sido gobernador del Pernambuco, ministro de Lula y
recibía ahora el apoyo de cuatro partidos- falleció en un accidente de
aviación. Campos marchaba entonces en tercer lugar en las encuestas,
tenía el respaldo del PSB, un partido de centro izquierda y, para
sustituirlo, la coalición que encabezaba escogió a una figura
carismática y controversial, Marina Silva. Ella había sido la tercera
candidata más votada en las elecciones de 2010 como abanderada de los
verdes, aunque en propiedad no pertenecía a un partido ecologista.
Marina subió indetenible en las encuestas y llegó a aparecer como la
candidata con mayor opción, pero luego el entusiasmo se disipó del mismo
modo veloz con que había aparecido. Los resultados de la primera
vuelta, efectuada el 5de octubre, arrojaron un 41,6% para la presidente
Dilma Rousseff, un segundo lugar para Aecio Neves –candidato por el
Partido de la Social Democracia Brasileña-, con un 33,6%, y dejaron a
Marina Silva con apenas el 21,3%.
Dilma Rousseff ganó por estrecho margen la segunda vuelta
después de estar, nuevamente, atrás en las encuestas: obtuvo el 51,6% de
los votos frente a Aecio Neves, quien recibió el 48,4%. Las
complicaciones electorales de la presidente, que pertenece al Partido
Trabalhista (PT) del expresidente Lula, provienen de dos
problemas fundamentales: el de la corrupción, endémica en los últimos
años, y el de la mala marcha de la economía. Con 12 años en el
poder y cuatro más por delante, el PT se encuentra en el foco de la
opinión pública y ha perdido buena parte de la credibilidad que tuvo a
comienzos del siglo. La economía, por otra parte, está estancada: el
crecimiento es prácticamente nulo, la inflación se acerca al 7% y el
ingreso real de los trabajadores tiende a disminuir. A pesar de todo el
electorado más pobre, que todavía acepta y cree en el discurso
redistributivo de la izquierda, ha seguido apoyando al PT, aunque ahora
–como se ve por las cifras- cada vez con más dudas. La presidente, que
parece haber aprendido la lección, ha dado un viraje desde la política
económica intervencionista que siguió durante su primer mandato. Ha
nombrado a Joaquim Levy, un hombre favorable a políticas de mayor rigor
fiscal, en el ministerio de hacienda y ha completado su gabinete
económico con algunas personalidades que provienen del campo empresarial
y se inclinan hacia una mayor libertad económica.
Brasil, en todo caso, encara un futuro económico
incierto, pues queda por verse hasta dónde podrán llegar las medidas de
rectificación fiscal y de apertura en los años venideros.
Otras elecciones en Sudamérica
También en Uruguay la izquierda logró retener el gobierno, llevando
a Tabaré Vásquez nuevamente a la presidencia. El Frente Amplio no
logró, en la primera vuelta que se desarrolló el 26 de octubre, la
mayoría absoluta, pero estuvo muy cerca de lograrlo: Vásquez obtuvo el
47,8%, seguido por Luis Lacalle Pou -del tradicional Partido Nacional-
con 30,9% y Pedro Bordaberry –del otro partido histórico, el
Colorado-con apenas 12,9%. En la segunda vuelta Tabaré Vásquez se impuso
con un decisivo 56,5%, por lo que tendrá amplia legitimidad para
gobernar, apoyado por un congreso en que también tiene mayoría. El
Frente tiene ahora 50 de los 99 diputados y 15 de los 30 senadores, por
lo que no tendrá mayores impedimentos para gobernar.
El electorado que percibe al gobierno, ante todo, como proveedor de
servicios y ayudas sociales, ha trasladado su tradicional lealtad desde
el Partido Colorado hacia la izquierda, algo que tiene semejanzas con lo
que comentábamos más arriba para Brasil. Pero además de este factor, que podemos llamar estructural,ha
pesado en el sólido triunfo de la izquierda la acertada gestión del
mandatario saliente, José Mujica, quien con su sencillez y estilo
directo se ha ganado la simpatía no solo del electorado uruguayo sino de
buena parte de la opinión de América Latina. Frente a tantos casos de
desembozada corrupción, gastos exorbitantes y un estilo faraónico, el
exguerrillero ha emergido como un ejemplo de otro estilo muy diferente
de gobierno… el que –pensamos- desea la mayoría de los latinoamericanos.
Para completar este cuadro debemos registrar el caso de Bolivia,
país en el que Evo Morales obtuvo un resonante triunfo imponiéndose con
el 61,0% al candidato de la opositora Unidad Democrática, Samuel Doria
Medina, quien consiguió apenas un 24,5%, repartiéndose el restante
porcentaje entre otros candidatos de menor importancia. Las elecciones
se llevaron a cabo el 12 de octubre consolidando el poder de un
presidente que, a esta altura, es prácticamente absoluto. La buena estrella del populista de izquierda Evo Morales obedece, a nuestro juicio, a tres elementos: en primer lugar al control que él ya posee –como sucede también en Venezuela- sobre todos los poderes públicos: no existe independencia judicial en Bolivia,
el consejo electoral está totalmente en manos de sus partidarios y toda
la administración pública está en sus manos. A esto hay que agregar la
buena situación económica que vive el país, que crece a buen ritmo y en
el que se respetan hasta cierto punto los equilibrios fiscales básicos, y
el ya mencionado respaldo que –como en Brasil, Uruguay y
muchos otros países- otorga buena parte del electorado más pobre a los
partidos o caudillos que entregan dádivas entre la población y hacen
una “política social” del todo demagógica y politizada.
La guerra que ha perdido México
Hace algunos años, el presidente Calderón proclamó a toda voz una
“guerra contra las drogas” que hoy, lamentablemente, arroja su saldo
ominoso de muertes y desapariciones. No es exagerado decir que la guerra
se ha perdido: a pesar de las capturas de importantes “capos” del
tráfico de drogas, de los decomisos de toneladas de estupefacientes y de
cárceles repletas de sicarios y de traficantes, los cárteles prosiguen
con su negocio, más fuertes quizá que nunca, estimulados por la demanda
imperturbable de los consumidores del norte. Un trágico incidente ha
puesto sobre el tapete, ante toda la sociedad mexicana, los horrores de
este insensato combate.
En Iguala, estado de Guerrero, 43 estudiantes de una escuela
secundaria apresados por la policía –cuando se dirigían a realizar una
pacífica protesta por temas que nada tenían que ver con el tráfico de
drogas- fueron conducidos hasta los dominios de un despiadado cártel y
asesinados a sangre fría, tal vez luego de vejaciones y torturas. Sus
cuerpos fueron incinerados sistemáticamente; nunca aparecieron. El
hecho, dirigido aparentemente por el alcalde de la ciudad, José Luis
Abarca y su esposa, suscitó de inmediato una reacción pública que ha
servido para que el presidente, Peña Nieto, anunciara cambios
importantes en la política de seguridad que sigue México.
La ciudadanía se encuentra visiblemente indignada, se ataca a los
partidos políticos y el porcentaje de aprobación del gobierno ha
descendido en las encuestas. Iguala era gobernada por el PRD (Partido de
la Revolución Democrática), el partido de izquierda que se ha opuesto
al gobernante PRI reclamando el cese de la corrupción y mayor
transparencia. Pero el PRD no tomó ninguna medida efectiva ante la
visible participación de Abarca en estos trágicos hechos y su líder
histórico, Cuauhtémoc Cárdenas, renunció disgustado al partido que él
mismo había fundado en 1989.
Entre las medidas que ha tomado Peña Nieto figura la disolución de
las 1800 policías municipales que existen, percibidas como débiles,
penetradas por el narcotráfico y corrompidas en todo sentido, y su
sustitución por 32 policías a nivel estatal, lo que permitiría una
profunda reorganización de todo el aparato de seguridad en el país.
Otras medidas se encaminan a mejorar el sistema de justicia y crear
herramientas legales que permitan combatir con más eficacia el crimen.
Estas medidas parecen acertadas pero, a nuestro juicio, resultarán
insuficientes: frente a organizaciones que manejan centenares de miles
de millones de dólares, con los que pueden comprar la voluntad de casi
cualquier funcionario, de amplia penetración geográfica y de hábitos
despiadados de conducta es poco lo que puede hacerse así. Solo
un replanteamiento a fondo de la lucha contra las drogas, incluyendo la
despenalización del consumo y tal vez de otras actividades, podrá
cambiar a fondo un panorama que, hoy, se presenta como la más seria
amenaza contra México. De poco valdrán otras medidas, como la
reciente apertura de la petrolera estatal PEMEX, que dejó en julio de
ser un monopolio, para reactivar una economía que crece en un entorno de
inseguridad.
México comenzará el proceso de apertura de la industria petrolera a las
firmas privadas, nacionales y extranjeras, interesadas en participar en
la exploración y explotación de yacimientos petroleros y de gas natural.
El viraje de Chile
La presidente Bachelet ha encontrado que su viraje hacia la izquierda
encuentra crecientes dificultades. La coalición que encabezó, la Nueva
Mayoría, que incluía a los partidos de la antigua Concertación, pero
también a los comunistas, no encuentra un consenso adecuado para poner
en práctica sus propuestas y, por contrapartida, ha provocado una
reacción adversa que abarca no solo a los sectores empresariales sino
también a muchos de sus adherentes más moderados. Según las últimas
encuestas el porcentaje de aprobación que tiene el gobierno ha
descendido desde un 50% en julio hasta un 38%, en el pasado mes de
noviembre, mientras que el porcentaje de quienes abiertamente
desaprueban asciende ahora a un 43%, catorce puntos más que los 29% de
julio. El gobierno atribuye este descenso a la complicada situación
económica en que se encuentra el país, ante un descenso del precio
internacional de las materias primas, pero hay causas más profundas:
Bachelet ha iniciado cambios que amenazan con apartar a Chile del modelo
económico que ha seguido durante las últimas décadas, basado en la
economía de mercado, moderados impuestos y una política social poco
demagógica. Ahora, tratando de reformar la educación para someterla a la
tutela estatal y aumentando los impuestos, Bachelet ha encontrado
crecientes resistencias, una cierta disminución de la inversión y un
clima político que se le vuelve adverso, pues la extrema izquierda la
percibe como débil y vacilante mientras que la derecha, por
contrapartida, la siente como una amenaza. Por todo esto, pensamos, no
es probable que el país sureño realice cambios demasiado profundos
durante su mandato: los chilenos sienten que es mucho lo que podrían
perder y quieren ampliar la esfera de la educación pública, pero sin
perder el sistema de alicientes que han llevado al país al desarrollo
económico. La creación de un nuevo consenso, tal vez más
inclinado hacia la izquierda pero para nada radical, es el horizonte que
por ahora se vislumbra.
Argentina: la incesante conflictividad
Dos son los principales problemas que hoy, a nuestro juicio, tiene la Argentina:
la expansión indetenible de su gasto público y la conflictividad que
alienta constantemente la presidente, Cristina Fernández de Kirchner: el
primero de ellos incide brutalmente en la situación financiera
internacional del país mientras que el segundo impide una salida
constructiva y sensata a las dificultades por las que pasan los
argentinos.
La expansión fiscal durante los gobiernos de los Kirchner ha sido
verdaderamente notable y es, sin duda, el factor fundamental que está en
el origen de los desequilibrios económicos que hoy padece la Argentina. La
participación del estado en el PBI ha pasado de un 31% en 2006 a un
increíble 46% en 2013, mostrando un crecimiento que, según datos del
Fondo Monetario Internacional, es el más acelerado del mundo. Una
proporción tan cercana a la mitad del producto es por completo inusual
en países de desarrollo medio como la Argentina, lo que
supone una pesada carga para la economía en general, la mitad de cuyo
producto –o casi- va a parar a manos del estado. De esta desproporción
tan poco recomendable surgen consecuencias bien conocidas en el país del
sur: una presión impositiva intolerable (que se combina, naturalmente,
con una alta tasa de evasión), un endeudamiento que no cesa y, en
definitiva, una carencia de dólares suficientes como para mantener el
valor del peso. Ante este último problema la administración, hace ya más
de dos años, impuso lo que allá se llama el “cepo cambiario”, que no es
otra cosa que un control de cambios de acuerdo al cual el gobierno
restringe la venta de divisas. Esto ha llevado, como suele ocurrir, a la
emergencia de un diferencial cambiario: existen dos valores para el
dólar, uno que fija el gobierno y otro que es el que determina el libre
juego del mercado. Se genera así una presión hacia la devaluación que,
encubierta, no deja sin embargo de producir una deriva inflacionaria de
no poca magnitud.
La presidente, aferrada a estas ideas ya superadas en materia de
economía, ha respondido manteniendo una actitud conflictiva que no cesa,
y que de algún modo mantiene al país en vilo. Ya sea contra el poder
judicial, como ahora, o contra los medios de comunicación, la Iglesia,
los partidos políticos o los empresarios, Cristina Fernández vive en una
constante actitud de pelea, de confrontación, cuando no se ausenta del
timón del gobierno por razones de variados problemas de salud.
Argentina, obviamente, necesita un cambio de rumbo, y
está claro que éste habrá de producirse como resultado de las
elecciones del año próximo. El panorama preelectoral sigue por
ahora bastante confuso, con alianzas que se arman y desarman con los
meses y varios aspirantes a la primera magistratura, pero ninguno de
ellos, hasta el momento, parece inclinado a seguir el rumbo de la
administración actual. Tampoco, sin embargo, se expresan por ahora ideas
claras y tajantes de cómo salir de la situación que se ha creado, lo
que añade por lo tanto una cuota de incertidumbre a todos los escenarios
posibles. Será a partir de marzo de 2015 cuando, casi seguramente, comience a clarificarse el panorama político nacional.
Venezuela y su quiebra económica y moral
La caída abrupta de los precios del petróleo durante el semestre ha
encontrado a los venezolanos en una delicada situación. Sus reservas de
dólares son escasas, por completo insuficientes para satisfacer la
demanda de las importaciones del país y las políticas socialistas de su
gobierno han disminuido la producción local de todo tipo de bienes: hoy
el país importa casi todo lo que consume y paga esas importaciones con
las ventas petroleras, que representan el 96% de las exportaciones
totales. El precio del petróleo resulta entonces decisivo, y se calcula
que cada dólar que este baja significa unos 700 millones de reducción de
ingresos para el país. Con precios del petróleo que han descendido un
40% durante el semestre Venezuela deja de recibir, aproximadamente, unos
30.000 millones de dólares por concepto de importaciones.
Y Venezuela, lamentablemente, no tiene en realidad
forma de recuperarse, aun si el petróleo volviese a subir a cerca de 100
$ el barril –lo que de paso, por cierto es altamente improbable que
suceda. Su deuda soberana con China es superior a los 40.000 millones de
dólares, que paga con 500.000 barriles de crudo y derivados pues así
está acordado en los contratos firmados. Es verdad que el dinero de los
asiáticos se encamina hacia diversos fondos de desarrollo pero estos,
por lo visto, no han producido resultados tangibles y es dudoso que lo
hagan pronto, debido a la ineficacia del gobierno, la malversación y la
directa corrupción. Si a esto agregamos los 100.000 barriles diarios que
prácticamente se regalan a Cuba es fácil imaginar que la situación financiera internacional del país no tiene perspectiva alguna de mejorar.
La situación económica general, sin duda, es alarmante. Escasea
la mayoría de los productos de primera necesidad –incluyendo alimentos,
medicinas y toda clase de repuestos- existe de hecho ya un racionamiento
en el país y la inflación se desborda. No podía ser de otra
manera cuando el déficit de las cuentas fiscales asciende a más del 16%
del producto del país. El bolívar, ante la falta de divisas y las
inciertas perspectivas, continúa devaluándose de un modo tal que, sin
exagerar, hace prever una posible hiperinflación.
No hay en el país, sin embargo, reales vientos de cambio político:
el chavismo sigue aferrado al poder, la oposición es casi inexistente y
no se vislumbra, al menos al momento de escribir estas líneas la
posibilidad de queVenezuela pueda salir de la profunda crisis que ahora vive.
Las conversaciones de paz para Colombia
Lentamente prosiguen, en La Habana, las conversaciones de paz entre
la guerrilla comunista de las FARC y el gobierno colombiano. La
organización terrorista ha pedido, en una de sus declaraciones a la
prensa, que se reconozca la “responsabilidad” principal que tiene el
estado en el conflicto que la enfrenta, y que tiene ya medio siglo de
duración. Las FARC quieren así preparar el camino para firmar unos
acuerdos en que aparezcan como víctimas y donde se apruebe como solución
política una buena parte de su programa político y económico. Esto
puede resultar difícil, sin embargo, por la sólida oposición que una
buena parte de la ciudadanía exhibe ante una excesiva benevolencia ante
la guerrilla.
Las conversaciones fueron suspendidas, en noviembre, porque la
guerrilla secuestró –junto con otras personas- al general Rubén Darío
Alzate. El gobierno se retiró de la mesa de negociaciones pero a los
pocos días, ante la liberación de los prisioneros, volvió a reanudar su
participación.
El apoyo al proceso de paz del Gobierno colombiano con las FARC se redujo hasta el 38 % entre los ciudadanos del país, lo que supone diez puntos menos que en el mes de julio, según un sondeo.
Una breve referencia sobre la economía
La desaceleración de la economía mundial durante 2014 ha provocado la
disminución de los precios de casi todas las materias primas, no solo
los del petróleo. Esto ha incidido negativamente en las cifras de
crecimiento de la región, que exporta mayormente este tipo de bienes,
por lo que las estimaciones más confiables son por lo general poco
optimistas. China está creciendo aún a tasas muy altas, pero que son
inferiores a las de años precedentes, mientras que Japón ha entrado otra
vez en recesión y la mayor parte de Europa presenta tasas de
crecimiento muy bajas, o incluso negativas.Solo los Estados
Unidos manifiestan, hoy, cierto dinamismo en su economía, aunque de un
modo que últimamente ha sido bastante irregular.
Estas debilidades se han expresado, como era de esperar, en una disminución de la inversión extranjera directa en nuestra región.
Los datos disponibles para el primer semestre muestran un descenso del
23% con respecto al mismo período del año anterior, con una cifra total
de unos 84.000 millones de dólares. Esta disminución se ha notado sobre
todo en Chile, México, Argentina, Perú, Costa Rica y El Salvador, mientras que, en el extremo opuesto, se encuentran claramente Panamá, con un aumento del 26% con respecto a 2013.
Según proyecciones del FMI los dos países con peor desempeño
en sus economías serán Venezuela y Argentina, con recesiones que se
presume continuarán también durante el año que viene. Esto no
es sorprendente: las políticas económicas que siguen esos países,
fuertemente intervencionistas o socialistas, tarde o temprano producen
estos severos problemas de crecimiento.Brasil habrá
permanecido prácticamente estancado durante todo el año que termina,
mientras que para México se pronostica un aumento del producto bastante
moderado: algo más del 2%. Las naciones que tendrán un mejor desempeño
en 2014 serán, según la misma fuente, Panamá, con casi el 7%, seguida de República Dominicana, Colombia, Bolivia, Paraguay yNicaragua. Resulta alentador el caso de Panamá,
que viene creciendo a muy altas tasas durante los últimos años, gracias
a fuertes inversiones, una política fiscal sana, una moneda estable (el
dólar) y relativamente bastante libertad económica.
El dilema de nuestro tiempo
(Esta sección está basada en un artículo que escribimos hace poco para la agencia de prensa Panampost)
Cinco países de América Latina poseen hoy sistemas políticos
que, a nuestro juicio, pueden llamarse absolutistas: Cuba, Venezuela,
Nicaragua, Ecuador y Bolivia. En ellos no existe en la práctica
ninguna división de poderes, pues en cada uno el organismo electoral
está por completo en control del gobierno, el legislativo es un conjunto
dócil de diputados que se somete a la voluntad del presidente, el poder
judicial no es independiente y recibe fuertes presiones del ejecutivo y
este, finalmente, está en manos de un presidente que puede reelegirse
indefinidamente. El presidente es, así, el único poder político real, lo
que recuerda al dominio de los caudillos que, en épocas pasadas,
gobernaron dictatorialmente a casi todos nuestros pueblos.
En el resto de América Latina tenemos, por contrapartida, gobiernos que deben calificarse como débiles,
que se ocupan más de satisfacer demandas sociales que de cumplir con la
función básica de proporcionar seguridad a los ciudadanos, la tarea
primordial a la que no puede renunciar ningún estado, pues de otro modo
deja de ser el depositario del resguardo del orden nacional. En estos
casos el poder judicial, aunque más o menos independiente, es además
burocrático y lento, plagado de formalidades, volcado más a la
protección de los derechos de los acusados que de las víctimas,
siguiendo un llamado garantismo que provoca profundo malestar en muchas
poblaciones. La policía, a veces ineficaz o corrupta, no alcanza a
garantizar el orden y reprimir la delincuencia: vemos así episodios
terribles en los que poblaciones rurales se toman la justicia por su
propia mano, cárceles donde los delincuentes siguen dirigiendo sus
bandas criminales y, en general, un aumento de las tasas de homicidios y
una creciente inseguridad. Algunos de los países mencionados en el
párrafo anterior, que tienen gobiernos de tipo absolutista, se
caracterizan también por este desborde criminal que mantiene en zozobra a
la ciudadanía; Venezuela, como es sabido, marcha a la cabeza de esta
triste lista.
Si hemos dividido a las naciones latinoamericanas en estos
dos grandes grupos, simplificando tal vez un poco las cosas, es porque
queremos destacar las profundas carencias que, en todos los casos
presentan los sistemas políticos actuales. Tenemos estos
gobiernos democráticos pero débiles que se someten a las presiones de
grupos bien organizados de activistas y organizaciones no
gubernamentales, que adoptan la agenda de los donantes internacionales,
que no garantizan los derechos de quienes invierten en el país pues a la
inseguridad que se vive en las calles y carreteras hay que agregar la
inseguridad jurídica de países donde, en cualquier momento, se aumentan
los impuestos o se establecen regulaciones que perjudican a las empresas
privadas, especialmente a las más pequeñas. Tenemos por otra parte
gobiernos absolutistas que son dictaduras o marchan hacia alguna forma
de despotismo, pero que ejercen su poder no para resolver los problemas
de sus países sino para beneficiar a un presidente que gobierna sin
oposición real y distribuye prebendas y privilegios entre sus
seguidores.
La situación de la región, por todo esto, recuerda las
carencias institucionales que sufrimos durante buena parte de los siglos
pasados, un péndulo que oscila entre el poder personal y la democracia,
pero una democracia que resulta inefectiva y débil, frágil en su
protección a las libertades ante las amenazas de los autoritarismos de
todo tipo. Y aún peor: en épocas pasadas muchas de estas
dictaduras realizaron importantes obras, se enfrentaron a enemigos de la
nación y, en fin, realizaron la tarea de construir un estado moderno
donde todavía no lo había. Hoy, en cambio, personajes como Hugo Chávez o
los hermanos Castro, parecen empeñados en destruir todo lo existente,
desde los valores republicanos hasta la misma infraestructura física que
tan necesaria resulta para el bienestar de todos.
Lo que América Latina necesita hoy no son más ayudas sociales ni
diálogos con grupos minúsculos que no respetan las leyes y se arrogan la
representación de la voluntad popular. Tampoco necesita más impuestos
que, en definitiva, solo alimentan la burocracia y la corrupción. Lo que
necesitamos son gobiernos limitados en sus funciones pero fuertes para
hacer respetar la ley, que garanticen el orden y proporcionen seguridad a
todos, que no se rodeen del boato de las monarquías pasadas sino que
actúen con eficiencia y con sencillez. De otro modo seguiremos, como
ahora, avanzando hacia crisis políticas que impiden nuestro crecimiento y
pueden derivar en diversas formas de violencia u opresión.
Publicado originalmente en CADAL
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