En: http://www.el-nacional.com/opinion/Votar-inconstitucionalidad_0_547745285.html
Juan Manuel Rafalli
Lo que ha ocurrido con la designación de los poderes públicos es una
atrocidad constitucional. Se han volado todos los mecanismos de
participación democrática previstos en la “mejor Constitución del
mundo”, es decir, se han soplado la nariz con el librito azul, obra
maestra del Comandante Eterno. Los procedimientos inconstitucionales que
se han adoptado infectan de ilegitimidad los nombramientos así
forjados.
La participación ciudadana en comités de Postulaciones y
la mayoría calificada que requiere la Constitución son mecanismos que
pretenden forzar acuerdos políticos y democráticos. La Sala
Constitucional no es competente para subrogarse en el papel de la
Asamblea Nacional. El recurso autónomo de interpretación de la
Constitución se ha utilizado como un arma para desvirtuar el contenido
de la carta magna con intereses políticos. La Sala Constitucional no es
el Estado, nadie ha votado por esos magistrados.
Razón demoledora
e indiscutible por la cual no pueden ellos usurpar el papel de los
parlamentarios electos popularmente. Así se come la soberanía popular
consagrada en la Constitución. Por esta vía con el voto de cuatro
magistrados de siete, se puede crear un poder público paralelo y
distinto al que contempla la Constitución, pero esa tropelía no es
legítima ni da soporte constitucional a los nombramientos que son y
serán espurios.
Pero realmente no hubo sorpresas. Después de que
la sala entre otras muchas decisiones inaceptables llegó hasta a decir
que un presidente agonizante no estaba ausente sino de permiso, todo
podía esperarse en esta materia crucial para la revolución. Por eso
nadie esperaba que ocurriera lo constitucional y lo racional, es decir
que la Asamblea Nacional o la Sala Constitucional nos iban a proveer
poderes públicos independientes, equilibrados y mucho menos imparciales.
Sencillamente,
la revolución en franca decadencia intenta evitar el desastre electoral
que le espera. La impopularidad de Maduro y su combo es inocultable.
Les queda intentar la trampa que siempre es limitada e inútil cuando la
derrota es por avalancha. Recuerdo aquel boxeador zuliano Betulio
González que siempre decía que pelear en Asia implicaba ganar por Ko. En
Venezuela estamos así. Que nadie se engañe, la elecciones
parlamentarias o cualquier otra que ocurra en el futuro hay que ganarlas
por paliza y allí no habrá rector parcializado que pueda impedirlo.
La
otra estrategia que le queda a un gobierno fracasado para enfrentar una
elección en franca minoría es, obviamente, desestimular el voto
adverso. Digamos que sembrar desesperanza y que sus opositores piensen
que no vale la pena votar. Asombrosamente, hay mucha gente que cae en
esta celada sin reparar en que no votar es favorecer a Maduro. Peor aun,
sin tampoco asumirse protagonistas ni brigadieres de la primera línea
de acción en los intentos por “salir de esto” sin votar. Prefieren
hablar paja o, lo que es más grave, dejar que los más jóvenes asuman el
papel literal de carne de canon.
Las sociedades que sufren
gobiernos absolutistas y con vocación de perpetuidad en el poder claman
por votar. Aquí nuevamente se presentará la oportunidad de dar un viraje
radical cambiando de cuajo el Parlamento. Con este CNE o con el
anterior que era igualito, la revolución se tuvo que calar derrotas en
Petare, Miranda, Distrito Capital y hasta en el bastión de Barinas
terruño del Comandante. Es más, se tuvo que calar que Maduro ganara si
acaso por nariz dado que el margen de trampa y ventajismo apenas da para
un 1% o 2% del universo electoral, de no ser así Maduro no hubiera
empezado con el traspié de una victoria raquítica con tufo a derrota.
Los resultados electorales no son manipulables, eso está demostrado. La
vulnerabilidad del sistema se encuentra antes del voto y más donde no
hay testigos, por esos los recursos y la auditoria que exigió Capriles
era de votantes y no de votos. Lo anterior permite concluir que con un
resultado 65 a 35 o 70 a 30 como se avizora si vamos todos a votar, no
habrá Tibi ni Sandra que hagan milagros. Tampoco Gerrymandering que
exprima votos inexistentes. La impopularidad cuando es de la magnitud de
la actual es lineal, no se da en una cuadra sí y en otra no. Esa
manipulación de circuitos sirve para resultados cerrados pero no para
sofocar palizas electorales.
Entonces dejemos de autoflagelarnos y asumir tragedias no cumplidas.
Quien se encuentra atrapado en las cuerdas es la revolución. Activemos
una gran maquinaria en todos los circuitos y salgamos a votar
masivamente contra la inconstitucionalidad que campea y nos indigna. En
dos platos, preparémonos para ganar como Betulio, porque inventando vías
no electorales la noqueada va a ser la oposición, ha sido lo que ha
demostrado la historia reciente.
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