Editorial de El Tiempo (Colombia)
Como una lamentable victoria parcial de
quienes en el Gobierno venezolano no toleran las voces críticas se puede
calificar la noticia según la cual el diario Tal Cual se ha visto
forzado a convertirse en semanario. La publicación que dirige el ex-
candidato a la presidencia y fundador del partido Movimiento al
Socialismo (MAS), Teodoro Petkoff, ha sufrido en los últimos meses un
viacrucis por causa de la presión que el régimen ha decidido ejercer
sobre los periódicos independientes. Estrategia mediante la cual ya han
logrado detener las imprentas de por lo menos nueve medios que no eran
de los afectos oficiales.
Los ataques vienen de todos los frentes. Desde
las restricciones para acceder al papel hasta las acciones legales
contra los periodistas, en un país donde hace mucho se borraron los
límites entre los poderes, sin olvidar las presiones sobre los
anunciantes. Así, periódicos tradicionales como El Universal o canales
como Globovisión no han tenido más alternativa que aceptar ofertas de
inversionistas de misterioso origen y que han terminado por apaciguar su
postura crítica frente a todo lo que es reprochable en la revolución
bolivariana.
Es llover sobre mojado decir que en Venezuela
está hecho trizas el Estado de derecho y que en este deterioro mucho ha
tenido que ver la agonía de la libertad de expresión a expensas de ese
interés, tan propio del totalitarismo, de permitir solo una lectura de
la realidad. Es bueno recalcar que los medios silenciados no se ubican
todos en la misma orilla ideológica. Sí los une, en cambio, su valiente
compromiso con unos principios que les han impedido optar por el camino
de la conversión a ser caja de resonancia oficial como estrategia de
supervivencia.
Con actitud represiva, Maduro quiere poner a
la prensa como chivo expiatorio de una crisis que cada vez toma ribetes
más angustiantes. No es algo nuevo. No es ni será el primer gobernante
que, viéndose en apuros, opta por matar al mensajero. Ante este
atropello, no queda sino cerrar filas en torno a los colegas y, acto
seguido, hacerles saber a los actuales líderes de la revolución
bolivariana que la comunidad internacional difícilmente verá calumnias e
injurias, irresponsabilidad y conspiración –como pretenden mostrarlo–
donde solo hay un gobierno en apuros que quiere silenciar a quienes
ponen en evidencia sus desatinos. Por fortuna, hoy la tecnología hace
virtualmente imposible el silencio que en otros tiempos se lograba
acallando a los diarios. A falta de papel, están internet y las redes
sociales para alzar la voz ante los abusos.
El de Venezuela es, por desgracia, un
laberinto al que hoy es muy difícil hallarle la salida. Es una
complicación de males la que sufre este paciente. Pero si no hay
consenso sobre el remedio, al menos sí lo hay respecto a los
tratamientos que se deben evitar. Restringir las libertades
individuales, acabar la libertad de expresión y coartar el derecho a la
información de los venezolanos solo conseguirá agudizar los síntomas.
Se trata, entonces, de avanzar en la dirección
contraria, la que permite profundizar la democracia. Este objetivo se
logra escuchando y dándoles cabida a diversos puntos de vista,
garantizando derechos y libertades. Por ahí, tarde o temprano, aparecerá
la salida. La otra vía, en cambio, conduce a un desbarrancadero que el
bravo pueblo no se merece.
Publicado originalmente en el diario El Tiempo (Colombia)
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