Luis Vicente León, 24 de febrero, 2015
Creo que hay tres razones fundamentales
por las cuales el presidente Maduro ha decidido radicalizar su posición
frente a sus adversarios y apresar y amenazar a algunos actores claves
de la Oposición, empezando por el Alcalde de Caracas, Antonio Ledezma.
1. La sensibilidad social vs. El miedo.
La primera razón es que, en medio de una crisis económica de gran
magnitud que sólo apunta a empeorar durante los próximos meses, es
predecible que la sensibilidad social aumente. Eso se convierte en un
caldo de cultivo peligroso, donde podrían germinar acciones políticas
riesgosas para el gobierno.
Es diferente al ambiente de principios
del 2014, cuando las posibilidades de provocar acciones masivas contra
el gobierno eran limitadas, tal como se demostró con el fracaso de los
intentos inducidos a través de las guarimbas y otras protestas que
terminaron focalizadas en los segmentos de la clase media y alta
venezolana.
La crisis actual es mucho más profunda:
la calidad de vida de la población está infinitamente más deteriorada y
los riesgos de convulsión son mayores. En un ambiente así, para el
gobierno no sólo resultan peligrosas las acciones radicales que
(deliberadamente) podrían buscar algunos segmentos políticos para
desestabilizarlo, sino que además son riesgosas las protestas pacíficas,
legales y constitucionales que buscan presionar los cambios y las
rectificaciones necesarias para corregir la crisis.
En este marco, el gobierno decide
minimizarlas todas, sin distinción. Y para eso escoge una ruta clásica
de generación de miedo. Tal como plantea el Dr. Giovanni Sartori, los
gobiernos que buscan concentrar poder ya no necesitan perseguir a todo
el mundo, ni apresar a todos sus adversarios ni expropiar a todas las
empresas: simplemente requieren construir una bóveda de miedo, apuntando
“con rifle” (uno a uno) y no con ametralladora a los individuos que
formen parte de un grupo bien focalizado de símbolos sociales,
empresariales y políticos, con la intención de mostrarle al resto lo que
el gobierno es capaz de hacer.
En esta tesis, la mayoría no-tocada entra en una bóveda de miedo generada por lo que le podría pasar,
con el argumento lógico de: “Si se lo hicieron a él, imaginen lo que me
harían a mí”. Esto podría desanimar cualquier acción futura (ilegal o
legal, da lo mismo). El gobierno se coloca en una especie de “Modo
Anti-Golpe” y manda el mensaje concreto de que se llevará por delante a
quien intente enfrentarlo por la vía radical o, incluso, la pacífica.
Si mi olfato no falla, faltan algunos
símbolos por apresar y luego nos haremo la gran pregunta: ¿la bóveda de
miedo del gobierno funciona o, más bien, se le viene encima?
2. No hablemos de la crisis. El
segundo objetivo es todavía más pragmático. Teniendo un deterioro
económico evidente que afecta la vida cotidiana de la población, al
gobierno no le conviene un debate permanente sobre esa crisis. Más allá
de los intentos de crear chivos expiatorios, a través de discursos
encendidos y acciones de encarcelamiento de empresarios (que
evidentemente no son responsables de los desequilibrios económicos
producidos por el mismo modelo de control e intervencionismo estatal),
la verdad es que el resultado final es que la gente se divide en dos
grandes grupos: por un lado están quienes culpan al gobierno de la
crisis económica y por otro están quienes piensan que en efecto hay una
guerra económica, pero sienten que el presidente ha sido incapaz de
atenderla adecuadamente… y entonces es también su responsabilidad
Aún parándose de cabeza, es muy difícil
para ellos plantear un debate que explique por qué Venezuela tiene la
inflación más alta del mundo, por qué estamos en una recesión severa,
por qué se caen las inversiones y la producción, por qué los bonos de
deuda externa se convirtieron en basura, por qué somos el único país
latinoamericano (además de Cuba) con colas y desabastecimiento severo,
ni cómo es que Venezuela (junto a Rusia) son los únicos países OPEP sin
margen de maniobra para protegerse de la caída de los precios del
petróleo.
Cualquiera de esas preguntas sería un
debate perdido de antemano y que, sin duda alguna, afectaría
profundamente la popularidad del Presidente.
Así que la estrategia obvia es mover el
debate nacional al plano político: nadie hablando de inflación ni de
escasez, sino enfrascados en si lo que estamos viviendo es un cruce de
frontera que ubica al gobierno en una nueva dimensión de autocracia o si
no es más que una acción defensiva frente a grupos golpistas que
intentan sacarlo del poder.
La clave es entender que en ese debate
político el gobierno tiene mucho más margen de maniobra que en el debate
económico, que tiene claramente perdido.
3. Aumentar la abstención.
La esperanza de los grupos opositores que son más escépticos sobre las
posibilidades de las rutas electorales podría minimizarseal ver que el
gobierno muestra su fuerza represiva, en este caso por la vía del
control institucional pero sin descartar la militar, que vendría
precedida por esos cambios en las disposiciones legales que le permiten
armarse de manera dura contra una protesta social que ellos mismos
definirán si es legal o no.
De esta manera, el estímulo a la
abstención se eleva. Algo que sólo juega en contra de la Oposición en
las elecciones parlamentarias.
4. ¿Qué pasará? No me
queda todavía claro si el gobierno logrará su objetivo o no. Las
acciones de represión contra funcionarios públicos elegidos por el
pueblo pueden funcionar en el sentido en que el gobierno quiere que
funcione. Pero también podría estimular a los grupos más radicales a
actuar formalmente como grupos de choque y consolidar movimientos
clandestinos y guerrillas (¡que Dios nos ampare!).
Atacar sin distinción a toda la
oposición, mezclando lo que no está mezclado, le hace perder
credibilidad a las tesis golpistas del gobierno. Pero además unifica a
sus adversarios, pues ahora todos tienen un objetivo común que
anteriormente les había costado precisar.
La arremetida contra opositores de
distintas tendencias (en especial contra aquellos que han sido electos
por el pueblo) amplifica el rechazo de todo el mundo democrático moderno
a las acciones del gobierno venezolano. Y, además, pone en aprietos a
algunos de sus aliados más relevantes, pero también a los que han sido
más serios en términos de las instituciones de sus países de origen.
Que un gobierno aprese a los principales
líderes políticos de todas las tendencias opositoras es, simplemente,
impresentable en cualquier parte del mundo democrático contemporáneo.
Pero, además, enjuiciar a líderes
opositores clave podría generar una dinámica al revés de la perseguida
por el gobierno: unificaría a la oposición alrededor de una estrategia
electoral para enfilarse hacia los comicios legislativos por venir.
El gobierno puede llevarse presos a
todos los líderes que quieran, pero saldrán muchos más como receptores
naturales de unos votos producidos por la rabia y la frustración de la
gente que se siente violada. Si los opositores no caen en el peine de
radicalizarse y se concentran en la elección parlamentaria, sin
abandonar en ningún momento el trabajo político de defensa de los
Derechos Humanos de sus compañeros presos, la búsqueda del gobierno se
debilitará y se transformaría más bien en un efecto boomerang que termine complicando todavía más a un gobierno que enfrenta problemas relevantes de popularidad.
Pero, como siempre, éstas son hipótesis: incertidumbres que sólo el tiempo responderá.
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