FERNANDO OCHOA ANTICH | EL UNIVERSAL
domingo 11 de septiembre de 2011 05:32 PM
Esa es la trágica realidad que vive Venezuela todos los días. El parte sobre el número de muertos produce escalofrío. Nadie está seguro. No importa pertenecer al chavismo o a la oposición, ser rico o pobre, vivir en una urbanización o en un barrio, transportarse en automóvil o en autobús. El riesgo es el mismo. El único que parecía no tener noticias de esta dolorosa realidad terminó siendo Hugo Chávez. Su declaración al salir del Hospital Militar, después de ese curioso tratamiento de radioterapia que no produce consecuencias físicas, nos dejó a todos con la boca abierta: se atrevió a reconocer que la inseguridad era grave en el país. Eso sí, como siempre, buscó la manera de no hacerse responsable de la situación: "Lo que ocurre en Venezuela se repite en muchos otros países".
Hugo Chávez está equivocado. La situación venezolana es muy particular y no tiene comparación con otros países. Las estadísticas son acusadoras: en los diez primeros años de su gobierno (1998-2009) ocurrieron en nuestro país 123.091 asesinatos. En 1998, y ya era un escándalo, morían en Venezuela 4.527 ciudadanos por hechos violentos. El ministro de Relaciones Interiores, Tarek El Aissami, reconoció, en su mensaje a la Asamblea Nacional, que en el año 2010 ocurrieron en Venezuela 13.840 asesinatos, pero no se atrevió a informar a nuestros compatriotas que esa cifra nos transformaba en el país con el mayor índice de homicidios de la América al alcanzar la tasa de 44 asesinatos por cada cien mil habitantes. Un verdadero escándalo.
Esta situación no se reduce a la percepción que los venezolanos pueden tener sobre la responsabilidad del Gobierno en la solución de un problema cualquiera. Las declaraciones de Hugo Chávez muestran un gran temor: todas las encuestas presentan a la inseguridad como el hecho que más angustia a los venezolanos. Esta realidad indica que no habrá manera de ganar las elecciones presidenciales si no se logra solucionar la crisis de inseguridad. El Gobierno ha comprendido que ya no hay tiempo para hacerlo. De allí, que el laboratorio cubano de guerra sucia esté tratando de encontrar alguna alternativa. Han pensado, que la solución puede estar en convencer a los venezolanos que la responsabilidad de esta crisis es de los gobernadores de oposición. El ministro del Interior, en lugar de renunciar avergonzado de su fracaso, se ha dedicado a instrumentar esa campaña de guerra sucia. Una total injusticia. Discutamos un poco las reales causas de tan delicado problema para determinar la verdadera responsabilidad en el desarrollo incontrolable de la inseguridad. La primera, y quizás la más importante, ha sido la prédica permanente de violencia. Hugo Chávez ha sembrando en muchos sectores sociales una carga de odio que nunca había existido en Venezuela. Esa prédica tiene consecuencias: el asesinato, muchas veces sin necesidad, de la persona que se va a robar. También se refleja en el uso indiscriminado de armas de fuego en los sectores populares. La más mínima discusión puede terminar en un enfrentamiento a tiros.
La segunda causa ha sido la incapacidad del régimen chavista para impulsar las necesarias transformaciones en las instituciones que tienen que ver con la seguridad. Es imposible enfrentar dicho problema si el sistema judicial y carcelario mantiene un elevado nivel de ineficiencia y corrupción. Nadie olvida la campaña que hizo el chavismo para promocionar una importante reforma del Poder Judicial. En verdad, nada mejoró. La mayoría de los jueces se transformaron en provisorios, perdiendo su imprescindible libertad. Este hecho tuvo una delicada consecuencia: la impunidad. El 93% de los casos de asesinato no son resueltos. El sistema penitenciario se ha deteriorado totalmente. Han pasado doce años de gobierno y no se ha hecho nada. Así lo mostró, la trágica toma del Rodeo I y II.
El problema policial aún es peor. No es verdad que una policía nacional va a resolver el problema de la inseguridad, por más que el Gobierno nacional le dé el apoyo que le niega a los demás organismos policiales. Lo fundamental es la coordinación entre los distintos cuerpos policiales y de inteligencia. Esa es justamente la función fundamental del Ministerio del Interior. Lamentablemente, no es posible realizarla debido al permanente enfrentamiento nacional que promociona Hugo Chávez. No existen posibilidades de diálogo. La oposición es el enemigo. Es necesario, también recordar la responsabilidad del régimen en la organización de esos cuerpos paramilitares que hacen de la suyas en los sectores populares. En verdad, los cubanos tienen un hueso duro de roer.
Hugo Chávez está equivocado. La situación venezolana es muy particular y no tiene comparación con otros países. Las estadísticas son acusadoras: en los diez primeros años de su gobierno (1998-2009) ocurrieron en nuestro país 123.091 asesinatos. En 1998, y ya era un escándalo, morían en Venezuela 4.527 ciudadanos por hechos violentos. El ministro de Relaciones Interiores, Tarek El Aissami, reconoció, en su mensaje a la Asamblea Nacional, que en el año 2010 ocurrieron en Venezuela 13.840 asesinatos, pero no se atrevió a informar a nuestros compatriotas que esa cifra nos transformaba en el país con el mayor índice de homicidios de la América al alcanzar la tasa de 44 asesinatos por cada cien mil habitantes. Un verdadero escándalo.
Esta situación no se reduce a la percepción que los venezolanos pueden tener sobre la responsabilidad del Gobierno en la solución de un problema cualquiera. Las declaraciones de Hugo Chávez muestran un gran temor: todas las encuestas presentan a la inseguridad como el hecho que más angustia a los venezolanos. Esta realidad indica que no habrá manera de ganar las elecciones presidenciales si no se logra solucionar la crisis de inseguridad. El Gobierno ha comprendido que ya no hay tiempo para hacerlo. De allí, que el laboratorio cubano de guerra sucia esté tratando de encontrar alguna alternativa. Han pensado, que la solución puede estar en convencer a los venezolanos que la responsabilidad de esta crisis es de los gobernadores de oposición. El ministro del Interior, en lugar de renunciar avergonzado de su fracaso, se ha dedicado a instrumentar esa campaña de guerra sucia. Una total injusticia. Discutamos un poco las reales causas de tan delicado problema para determinar la verdadera responsabilidad en el desarrollo incontrolable de la inseguridad. La primera, y quizás la más importante, ha sido la prédica permanente de violencia. Hugo Chávez ha sembrando en muchos sectores sociales una carga de odio que nunca había existido en Venezuela. Esa prédica tiene consecuencias: el asesinato, muchas veces sin necesidad, de la persona que se va a robar. También se refleja en el uso indiscriminado de armas de fuego en los sectores populares. La más mínima discusión puede terminar en un enfrentamiento a tiros.
La segunda causa ha sido la incapacidad del régimen chavista para impulsar las necesarias transformaciones en las instituciones que tienen que ver con la seguridad. Es imposible enfrentar dicho problema si el sistema judicial y carcelario mantiene un elevado nivel de ineficiencia y corrupción. Nadie olvida la campaña que hizo el chavismo para promocionar una importante reforma del Poder Judicial. En verdad, nada mejoró. La mayoría de los jueces se transformaron en provisorios, perdiendo su imprescindible libertad. Este hecho tuvo una delicada consecuencia: la impunidad. El 93% de los casos de asesinato no son resueltos. El sistema penitenciario se ha deteriorado totalmente. Han pasado doce años de gobierno y no se ha hecho nada. Así lo mostró, la trágica toma del Rodeo I y II.
El problema policial aún es peor. No es verdad que una policía nacional va a resolver el problema de la inseguridad, por más que el Gobierno nacional le dé el apoyo que le niega a los demás organismos policiales. Lo fundamental es la coordinación entre los distintos cuerpos policiales y de inteligencia. Esa es justamente la función fundamental del Ministerio del Interior. Lamentablemente, no es posible realizarla debido al permanente enfrentamiento nacional que promociona Hugo Chávez. No existen posibilidades de diálogo. La oposición es el enemigo. Es necesario, también recordar la responsabilidad del régimen en la organización de esos cuerpos paramilitares que hacen de la suyas en los sectores populares. En verdad, los cubanos tienen un hueso duro de roer.
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