ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
martes 6 de diciembre de 2011 12:00 AM
Daba gusto verlo asumiendo la postura de amplitud y pluralismo exigidos por la ocasión. En aquella inmensa mesa oval, separada por una pradera de flores, grama y demás extravagancias, la voz estentórea cantaba loas a la diversidad y al respeto por las ideas antagónicas. Chávez lo logró una vez más. Cautivó a la mayoría de sus pares, los emocionó con un cálido recibimiento, los puso a reflexionar con un discurso en apariencia improvisado y los hizo reír, cantar y llorar con Dudamel y la Sinfónica Juvenil.
Es obvio. Ni los maestros de ceremonias, ni los periodistas del VTV, tenían porqué llamar la atención sobre dos pequeños detalles: el fastuoso escenario del Teresa Carreño es obra construida durante la democracia y el Sistema Nacional de Orquestas, bajo la batuta del maestro Abreu, es el milagroso sobreviviente de una implacable masacre institucional bajo cuyo reinado del terror ha sido guillotinado todo aquello que recuerde los "40 años".
Elegidos democráticamente, a ninguno de los ilustres huéspedes se le ocurrió preguntar dónde estaba el Alcalde Metropolitano de Caracas. Todos asumieron como algo normal la ausencia de los gobernadores de oposición, la representación parlamentaria no chavista, las ONGs, los medios críticos, en fin, el otro país que vive ignorado, insultado y excluido por aquel hombretón, a quien le aprieta el traje civil, que se llenaba la boca hablando de respeto por quienes disienten de su catecismo parroquial.
Me imagino que en el fondo muchos de ellos están conscientes de lo que no se dijo. El factor básico, el requisito indispensable, el común denominador de todo proceso de integración parte de dos premisas inevitables: la adscripción de todos sus miembros a una democracia plena y a una economía de mercado, para no hablar de las resoluciones adoptadas, incluyendo la condena al terrorismo, mientras el anfitrión exalta la figura de Carlos El Chacal, justifica los crímenes de Gadafi y aún retumba en los oídos de su "nuevo mejor amigo" la exigencia de beligerancia para las FARC y el ELN.
Es obvio que la maniobra para plantar un frente antinorteamericano y un organismo que no investigue la violación de derechos humanos y los ataques a la libertad de expresión, como lo planteó Rafael Correa, naufragará en medio de esa misma diversidad de posiciones que es la Celac.
En el ámbito bilateral da tristeza ver cómo los acuerdos con Colombia y Brasil se limiten a contrataciones suscritas por empresarios colombianos y brasileños, mientras que por el nuestro firman los ministros lo que no son sino vulgares contratos de compraventa de productos y servicios. No podemos intercambiar nada con ellos porque no producimos ni el pollo que se comieron los presidentes.
Es obvio. Ni los maestros de ceremonias, ni los periodistas del VTV, tenían porqué llamar la atención sobre dos pequeños detalles: el fastuoso escenario del Teresa Carreño es obra construida durante la democracia y el Sistema Nacional de Orquestas, bajo la batuta del maestro Abreu, es el milagroso sobreviviente de una implacable masacre institucional bajo cuyo reinado del terror ha sido guillotinado todo aquello que recuerde los "40 años".
Elegidos democráticamente, a ninguno de los ilustres huéspedes se le ocurrió preguntar dónde estaba el Alcalde Metropolitano de Caracas. Todos asumieron como algo normal la ausencia de los gobernadores de oposición, la representación parlamentaria no chavista, las ONGs, los medios críticos, en fin, el otro país que vive ignorado, insultado y excluido por aquel hombretón, a quien le aprieta el traje civil, que se llenaba la boca hablando de respeto por quienes disienten de su catecismo parroquial.
Me imagino que en el fondo muchos de ellos están conscientes de lo que no se dijo. El factor básico, el requisito indispensable, el común denominador de todo proceso de integración parte de dos premisas inevitables: la adscripción de todos sus miembros a una democracia plena y a una economía de mercado, para no hablar de las resoluciones adoptadas, incluyendo la condena al terrorismo, mientras el anfitrión exalta la figura de Carlos El Chacal, justifica los crímenes de Gadafi y aún retumba en los oídos de su "nuevo mejor amigo" la exigencia de beligerancia para las FARC y el ELN.
Es obvio que la maniobra para plantar un frente antinorteamericano y un organismo que no investigue la violación de derechos humanos y los ataques a la libertad de expresión, como lo planteó Rafael Correa, naufragará en medio de esa misma diversidad de posiciones que es la Celac.
En el ámbito bilateral da tristeza ver cómo los acuerdos con Colombia y Brasil se limiten a contrataciones suscritas por empresarios colombianos y brasileños, mientras que por el nuestro firman los ministros lo que no son sino vulgares contratos de compraventa de productos y servicios. No podemos intercambiar nada con ellos porque no producimos ni el pollo que se comieron los presidentes.
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