Tuesday, December 6, 2011

El nuevo Mago de Oz

En:  http://www.eluniversal.com/opinion/111206/el-nuevo-mago-de-oz

SAÚL GODOY GÓMEZ |  EL UNIVERSAL
martes 6 de diciembre de 2011  12:00 AM
En aquella memorable película de la Metro Goldwyn Mayer, The Wizard of Oz, 1939, dirigida por Víctor Flemming (entre otros) y estelarizada por la insuperable Juddy Garland en el papel de Dorothy Gale. La protagonista, luego de ser arrastrada por un tornado llega al extraño país de los Munchkins, allí se encuentra con sus amigos de aventura: el espantapájaros sin cerebro, el hombre de lata sin corazón y el león cobarde para iniciar su viaje por el camino de ladrillos amarillos hasta la Ciudad Esmeralda, donde busca el contacto con el Mago de Oz para que le ayude a retornar a casa, en la lejana Kansas.

 Oz se muestra como una aparición intimidante, emergiendo entre llamas y truenos, expresándose con una voz poderosa, solo para descubrir, que el mago era, finalmente, un hombrecillo frágil y viejo, oculto en un cuarto y manejando una consola de efectos especiales y hablaba por medio de un micrófono.

 Nunca se imaginó el autor de la novela, L. Frank Baum, que su personaje de Oz renacería en los trópicos como Presidente de un país, cuyos habitantes, una buena parte de ellos, unos enanos muy parecidos a los Munchkins (que les gustaba cantar y bailar, celebrar sin trabajar), temblaban cuando Oz aparecía en cadena de radio y televisión, diciéndoles lo que tenían que hacer y cómo tenían que vivir.

 Pero como los trópicos son pródigos, en ese país caribeño no había una Bruja Mala del Oeste y una del Este, como en el cuento, sino un racimo de brujas, una más mala que la otra, que se encargaban de torturarlos.

 Los tiempos cambian, y en vez de poleas y palancas, el hombrecillo que se hacía pasar por el gran Mago, ahora hablaba por celular y teléfonos satelitales, escribía en Twitter, se encadenaba por horas en los medios de comunicación y siempre cambiaba de rostro cuando aparecía en la tele, una veces furioso, otras amenazante, arrepentido o enfermo, porque así gobernaba en la Nueva Ciudad Esmeralda, el mago estaba en todas partes, lo veía todo, lo controlaba todo... y así tenía a los Munchkins tropicales, en un subibaja de emociones que iban del amor al odio, de la rabia a la tristeza...

 Pero, por los efectos del trópico, la historia se torna mucho más truculenta, las brujas, que quieren las zapatillas de rubí de Dorothy, envían a sus ejércitos de monos voladores para molestarla, el Mago de Oz se quiere eternizar en el poder, pero ya no puede gobernar, y las brujas toman su lugar, y en su nombre, siguen mandando mensajitos y haciendo llamaditas, haciéndole creer a los Munchkins que el Mago de Oz seguía gobernando, cuando en realidad estaba totalmente incapacitado para hacerlo.

 Aquí es donde la historia se torna imprecisa, pero queda la moraleja: no hay lugar en el mundo como el hogar y el hogar se defiende de las brujas, de los monos voladores, de los Magos de Oz. Si esta historia de los trópicos tiene un final feliz es porque al espantapájaros y al hombre de lata le brotaron cerebro y corazón y el león se tornó corajudo, pero Dorothy y su fiel perrito Toto, nada pueden hacer si los Munchkins no deciden luchar por lo que es suyo.

 Tenemos enfrente una campaña electoral atípica, con un candidato comunista incapacitado para hacerla, con la pretensión de que lo elijamos Presidente, o a su sucesor, para continuar el desastre al que nos tiene sometidos, ya se compró un muñeco para que lo sustituya en las concentraciones públicas, donde por medios de pantallas gigantes dará sus discursos desde un cuarto aséptico de algún hospital de campaña, solo lo sacan cuando se siente bien para hacerle creer a la gente que está curado, piensa, que con mensajitos por teléfono y sus secuaces hablando y bailando por él, va a conseguir la victoria.

Lo que viene es una campaña electoral a control remoto, y si Oz gana, no lo veremos más, en su lugar los cubanos nos gobernarán por medios electrónicos, con una foto del mago, con pelo, en pantalla de televisión, y hablando en su nombre (con su acento cubano, fácil de imitar desde La Habana) unos extranjeros interpuestos, porque los cubanos, ya se hicieron la idea, de que somos unos Munchkins.

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