MIGUEL SANMARTÍN
| EL UNIVERSAL
sábado 20 de septiembre de 2014 12:00 AM
Deplorable, camarita. La
manera como el gobierno decidió "salirle al paso" a la alarma generada
en el país por una enfermedad (no se sabe cuál todavía) que le ha
costado la vida a venezolanos (tampoco se sabe a cuántos) de distintas
condiciones, edades y regiones.
Para el gobierno "esas" muertes (enigmáticas e infrecuentes), no constituyen un problema de salud pública. Tampoco de alarma. Pero pacientes (¿?) que presentan los síntomas del "misterioso" mal (dolor articular, fiebre, vómito, hemorragia interna, hinchazón y lesiones en piel, entre otros) fallecen a las pocas horas de su ingreso a centros de salud sin que los médicos tratantes sepan, a ciencia cierta, el origen del mal que causa tales decesos.
Epidemia o no, en este momento autoridades regionales de salud reportan cinco entidades (Carabobo, Aragua, Miranda, Vargas y Distrito Capital) con alto índice de la fulana enfermedad que siguen atribuyendo a distintas causas o agentes (sin que se haya determinado "oficialmente" de qué se trata) mientras los hospitales siguen recibiendo pacientes y, con cada uno que ingresa, aumenta el desconcierto de los médicos tratantes.
Trátese de chikungunya, dengue, malaria, meningococcemia, fiebre de guanarito, juanetes, sabañones, mal de páramo, mal de sambito, mal de ojo, mal de amores o mala vibra y fuese causada por virus, bacterias, hongos, meningococos, priones, lombrices, escarabajos, chinches, empacho o urticaria y sea atribuible a algún tipo de guerra química, ataque biológico o lluvia cósmica de papelillo imputable a la "salida" oposición golpista o a sus aliados externos (los imperios, pues) envidiosos y enemigos a muerte de la revolución bonita-boyante-pacífica-inclusiva; deberían las autoridades sanitarias (con la colaboración de especialistas e instituciones privadas) estudiar la enfermedad y determinar su origen para orientar a la población de manera de evitar su propagación y parar la mortalidad.
Querer ocultar la expansión de la enfermedad o restar importancia a sus efectos, como han tratado infructuosamente de hacer, no desaparecerá la misma. Por el contrario, esto puede contribuir a que el brote continúe su avance y aumente el número de decesos.
El país padece, en efecto, una crisis múltiple en el sector salud. El Gobierno es consciente de ello y sabe, también, que esa emergencia se debe a la deuda de más de tres millardos de dólares que los laboratorios y droguerías locales mantienen desde hace años con sus proveedores internacionales. Esto lo empeora el deterioro de gran parte de la infraestructura hospitalaria, la insuficiencia de equipos de diagnóstico y médicos residentes y especialistas, la escasez de insumos y material médico-quirúrgico y el desabastecimiento de medicamentos de todo tipo.
El gobierno está abusando de la receta propagandística del magnicidio, el golpismo, la guerra económica, el saboteo, el contrabando y ahora incluye entre las "amenazas sistémicas" contra la revolución un supuesto ataque biológico. La gente no se ríe de ello porque está lamentándose por la grave situación económica y social del país y el deterioro contundente de su calidad de vida.
Lejos de amenazar con investigaciones, juicios y cárcel a quienes alertan sobre los problemas que hoy aquejan a los ciudadanos, las autoridades deberían abocarse a resolver las causas de los mismos, la mayor de ellas, sin dudas, es el modelo (cubano) de país que tratan de imponer a troche y moche.
Para el gobierno "esas" muertes (enigmáticas e infrecuentes), no constituyen un problema de salud pública. Tampoco de alarma. Pero pacientes (¿?) que presentan los síntomas del "misterioso" mal (dolor articular, fiebre, vómito, hemorragia interna, hinchazón y lesiones en piel, entre otros) fallecen a las pocas horas de su ingreso a centros de salud sin que los médicos tratantes sepan, a ciencia cierta, el origen del mal que causa tales decesos.
Epidemia o no, en este momento autoridades regionales de salud reportan cinco entidades (Carabobo, Aragua, Miranda, Vargas y Distrito Capital) con alto índice de la fulana enfermedad que siguen atribuyendo a distintas causas o agentes (sin que se haya determinado "oficialmente" de qué se trata) mientras los hospitales siguen recibiendo pacientes y, con cada uno que ingresa, aumenta el desconcierto de los médicos tratantes.
Trátese de chikungunya, dengue, malaria, meningococcemia, fiebre de guanarito, juanetes, sabañones, mal de páramo, mal de sambito, mal de ojo, mal de amores o mala vibra y fuese causada por virus, bacterias, hongos, meningococos, priones, lombrices, escarabajos, chinches, empacho o urticaria y sea atribuible a algún tipo de guerra química, ataque biológico o lluvia cósmica de papelillo imputable a la "salida" oposición golpista o a sus aliados externos (los imperios, pues) envidiosos y enemigos a muerte de la revolución bonita-boyante-pacífica-inclusiva; deberían las autoridades sanitarias (con la colaboración de especialistas e instituciones privadas) estudiar la enfermedad y determinar su origen para orientar a la población de manera de evitar su propagación y parar la mortalidad.
Querer ocultar la expansión de la enfermedad o restar importancia a sus efectos, como han tratado infructuosamente de hacer, no desaparecerá la misma. Por el contrario, esto puede contribuir a que el brote continúe su avance y aumente el número de decesos.
El país padece, en efecto, una crisis múltiple en el sector salud. El Gobierno es consciente de ello y sabe, también, que esa emergencia se debe a la deuda de más de tres millardos de dólares que los laboratorios y droguerías locales mantienen desde hace años con sus proveedores internacionales. Esto lo empeora el deterioro de gran parte de la infraestructura hospitalaria, la insuficiencia de equipos de diagnóstico y médicos residentes y especialistas, la escasez de insumos y material médico-quirúrgico y el desabastecimiento de medicamentos de todo tipo.
El gobierno está abusando de la receta propagandística del magnicidio, el golpismo, la guerra económica, el saboteo, el contrabando y ahora incluye entre las "amenazas sistémicas" contra la revolución un supuesto ataque biológico. La gente no se ríe de ello porque está lamentándose por la grave situación económica y social del país y el deterioro contundente de su calidad de vida.
Lejos de amenazar con investigaciones, juicios y cárcel a quienes alertan sobre los problemas que hoy aquejan a los ciudadanos, las autoridades deberían abocarse a resolver las causas de los mismos, la mayor de ellas, sin dudas, es el modelo (cubano) de país que tratan de imponer a troche y moche.
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