Editorial de El Nacional
Ayer al impedir que dos
expresidentes suramericanos pudieran visitar al preso político Leopoldo López,
el régimen bolivariano quedó al desnudo, pues demostró la verdadera naturaleza
represiva que mueve sus actuaciones contra cualquier ciudadano que considere
–sin que medie un juicio en firme– como enemigo al cual hay que mantener tras
las rejas pasando por encima de las leyes y, desde luego, de la Constitución
Nacional.
Si Leopoldo López es un peligro
para la sociedad venezolana sin haber cometido delito alguno y hoy corre el
riesgo de ser condenado a 20 años de prisión por deseo expreso del señor Maduro
y de una instancia indecente de la justicia, qué pueden esperar quienes hoy
están en el poder y han saqueado a más no poder los dineros públicos cuando
dejen el mando.
Si Venezuela está arruinada y
pasando hambre no es precisamente por culpa de Leopoldo López, sino por esa
comandita cívico-militar cuya ineptitud para manejar los asuntos del Estado nos
ha llevado al precipicio. Las pruebas de ese pillaje están ante nuestros ojos
porque estos seudosocialistas abandonaron la vida modesta que llevaban y hoy
habitan en lujosas residencias, sus hijos estudian en colegios privados o en el
exterior y viajan alrededor del mundo en aviones de Pdvsa cometiendo peculado
de uso.
Este nivel de vida no se
corresponde precisamente con los dineros que perciben como funcionarios
públicos.Y ni se diga con los militares de alto rango que han abandonado toda
vergüenza y se han unido a la piñata delictuosa ejerciendo ya como ministros o
como vulgares carceleros de gente inocente. Estos generales hablan y juran
fidelidad al socialismo, pero actúan como cualquier militar de Pinochet, del
dictador argentino Videla, de Stroessner en Paraguay, de Papá Doc en Haití o
Chapita Trujillo en la Republica Dominicana.
Estos coroneles y generales saben
perfectamente bien que un civil no tiene por qué estar recluido en una cárcel
militar. Ese acto en sí mismo es un delito y una mancha en la carrera
profesional de un militar porque se presta y es cómplice de un acto que viola
expresamente la Constitucional Nacional.
El haber estudiado en la Academia
Militar es un gran honor e implica una conducta intachable e imparcial ante el
resto de la sociedad. La gente imagina –y no sin cierta razón– que si a un
oficial lo mandan a dirigir una cárcel no es precisamente por ser el más
brillante de su promoción. Pero si encima se presta a imponer un clima de
represión implacable en el recinto carcelario violando los derechos humanos de
los presos, entonces ya no existen dudas de su ética endeble y de su debilidad
moral.
Con el acto de ayer en la cárcel
militar de Ramo Verde (¿olivo?), al impedir la visita de dos ilustres
expresidentes, Andrés Pastrana, de Colombia y Sebastián Piñera, de Chile, al
preso político Leopoldo López, tanto los militares chavistas como los civiles
que integran la cúpula del gobierno le demuestran al mundo no solo su desprecio
por la democracia, sino también por los derechos humanos.
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