El fin
del primer mes del nuevo año anuncia muy oscuras nubes de tormenta. Todo
comenzó con el desesperado viaje sin destino de Nicolás Maduro a China, Rusia,
Medio Oriente y África. Paso en falso tras paso en falso, pues la
descalificación de Venezuela en los mercados financieros internacionales era
motivo suficiente para que estas visitas precipitadas en busca de dólares
frescos solo fueran lo que fueron, un fastidio ingrato para sus anfitriones,
obligados por el protocolo a recibir al incómodo y arruinado visitante con
buena cara. Sobre todo para Irán, a cuyo nuevo gobierno solo le interesa llegar
a algún acuerdo constructivo con Estados Unidos, incluso al precio de renunciar
a su programa nuclear, y para Arabia Saudita, adonde viajó dos veces a pesar de
las reiteradas declaraciones de Riad contra posibles recortes en la producción
de la OPEP. El periplo concluyó con una nota inesperada: en su viaje de regreso
a Venezuela, Maduro no pudo hacer su acostumbrada escala política en La Habana,
enfrascada como Irán en ambiciosas negociaciones con Barack Obama.
El
segundo paso en falso fue el viaje de los ex presidentes Andrés Pastrana de
Colombia, Santiago Piñera de Chile y Felipe Calderón de México, días antes de
la III Cumbre del Celac y en vísperas de la próxima Cumbre de las Américas.
¿Quién le habrá aconsejado al actual líder del chavismo gobernante insultar
como lo hizo a tan ilustres visitantes? ¿De quién fue la genial idea de acusarlos
de venir a Venezuela financiados por el narcotráfico? ¿Cómo se les ocurrió
humillar a Pastrana y Piñera en las puertas de la prisión militar de Ramo Verde
para impedir su visita al encarcelado Leopoldo López? Todos conocemos lo mal
que quedó Maduro con este contraproducente ataque de rabia. Por una parte
provocó nueva e innecesaria crisis diplomática con Juan Manuel Santos, quien
hasta ese instante era el mejor nuevo amigo de la llamada revolución
bolivariana, y por la otra facilitó que se profundizara el progresivo
aislamiento del régimen en la comunidad latinoamericana. No solo protestaron
Chile y Colombia por la inaudita actitud de Maduro con sus ex presidentes, sino
que esta grosería dio lugar a que en San José de Costa Rica se iniciara lo que bien
puede terminar en cruzada continental por la libertad del más odiado preso
político del régimen. Cruzada por cierto a la que ya se unió, con muy
sorpresivo ardor, nada más y nada menos que el inefable José Miguel Insulza.
Para
colmo de estos males causados por el esfuerzo propio de Maduro, el diario
español ABC hizo estallar el mayor de los escándalos
imaginables, al publicar la denuncia formulada por el marino Leamsy Salazar, ex
jefe de seguridad de Diosdado Cabello, de que el segundo hombre del régimen
también es el mandamás del cartel de los soles. No importa si esta acusación es
cierta o solo compleja intriga internacional para sacar del juego sucesorio al
presidente de la Asamblea Nacional. Su primera e irremisible consecuencia ha
sido herir de muerte a un régimen cuyo final es cada minuto que pasa un
desenlace deseado por más venezolanos y más miembros de la comunidad
internacional, hartos del rumbo disparatado del gobierno de Maduro.
Lo peor, estos escollos surgen en
medio del colapso económico, financiero y político del país, de la inflación
galopante que no cesa, de la conversión de la vida nacional en una cola
infinita de mujeres indignadas y más indignadas, y de la parálisis desesperante
de un gobierno que no sabe cuál será su próximo y mortal paso en falso. ¿Será
esta la razón de la amenazante resolución del ministro de la Defensa
autorizando el uso de armas letales en el control de las protestas y
sobresaltos por venir?
Vía El Nacional
No comments:
Post a Comment