MIGUEL ÁNGEL SANTOS| EL UNIVERSAL
miércoles 18 de diciembre de 2013 12:00 AM
La ironía socarrona y la ligereza que a ratos traen los aires navideños podría llevar a alguno a contestar: ¿Acaso hemos tenido vida con la MUD? Esa es una pregunta que uno se puede hacer con relativa facilidad, pero que cuesta responder de manera objetiva. A fin de cuentas, sabemos cómo le ha ido a la oposición desde la fundación de la MUD (junio 2009), pero no tenemos idea de cómo le habría ido sin la MUD. Y es a partir de aquí donde nos abandonan los hechos y se inaugura el territorio de la artesanía. Es el equivalente a figurarse cómo le hubiese ido a la oposición en las municipales del 8D si Henrique Capriles no se hubiese propuesto convertir una elección mundana en un pulso nacional. Tengo para mí que a la oposición le ha ido mejor bajo el paraguas de la MUD de lo que le podría haber ido en cualquier otro escenario. Al mismo tiempo, creo que la coyuntura es propicia para redefinir sus funciones y reubicarla en una posición distinta, donde sus fronteras no se superpongan, y sus funciones no restrinjan, la de los propios partidos políticos. Me explico.
Si se trata de las elecciones a la Asamblea Nacional en 2010, allí la batuta de Aveledo organizó un ajedrez imposible que nos garantizó el 52% de los votos. Que no hayamos sido capaces de capitalizar esa mayoría no tiene que ver con la MUD, sino con nuestro sistema de representación, y es harina de otro costal. Es difícil saber cómo nos hubiese ido sin la MUD, porque en las anteriores (2005) decidimos abstenernos e inaugurar el "parlamentarismo de calle", una artilugio de corta vida del que hoy pocos se acuerdan. Luego están las primarias de la oposición organizadas por la MUD en febrero de 2012. La participación superó todas las expectativas y alumbró un nuevo liderazgo que le hizo frente a dos campañas presidenciales con un nivel de ventajismo, abuso, y margen de fraude mayor al de 2006, a pesar de lo cual obtuvo resultados muy superiores. Lo mismo puede decirse de las municipales. Nos planteamos una meta ambiciosa pensando en los resultados de abril. Reconocer que no ha sido alcanzada, no debe cegarnos ante otros hechos significativos: Se recuperaron importantes capitales de estado, se ganaron 50% más de alcaldías y casi triplicamos nuestros concejales. Como suele decir Cata Roque: No hicimos más, porque no sabíamos más. Parafraseando: Si no ganamos más, es porque no teníamos con qué. La MUD es una suerte de tecnología que optimiza el apoyo popular de las organizaciones que la conforman. No puede hacer más. Y esto me lleva a mi segundo punto.
En términos programáticos, la MUD ha podido hacer pocos avances. El esfuerzo denodado de Marino González, Pedro Benítez y compañía, ya había llegado lejos con el documento programático de "100 propuestas para Venezuela" publicadas en abril de 2010. En aquél entonces, vino a servir más como mecanismo de señalización, una suerte de tour de forcé de la oposición en relación con su propia capacidad para alcanzar acuerdos. No pasó de ahí. Y no podía ser de otra forma: La MUD agrupa casi una treintena de organizaciones de ideologías muy disímiles, que entienden (o al menos así uno lo presume) los problemas del país de manera diferente. Durante la campaña electoral de octubre 2012, con el atropellamiento y la urgencia del caso, se intentaron hacer precisiones que cayeron en franca contradicción con aquél documento conjunto. Es acaso lo más cerca que hayamos llegado de contar con un inventario coherente de nuestras propias soluciones y, aún así, estábamos lejos.
Estoy convencido de que la MUD debe ahora dar un paso atrás y liberar a las organizaciones políticas que la componen en términos programáticos. Dentro de esta nueva concepción, esa sobre la que reflexiono y escribo aquí sin que nadie me lo haya preguntado, la MUD debe tener tres roles: Orquestador del esfuerzo electoral, garante del cumplimiento de una serie de principios básicos de la competencia opositora, y coordinadora de respuestas en momentos de crisis. Este es el único momento en que las organizaciones de oposición pueden intentar volver a conectar con sus bases, entender sus problemas, procesarlos según la ideología de cada quien, y derivar de allí sus propias soluciones y propuestas. La transfiguración de Globovisión ha sido algo así como sacarle las rueditas laterales a nuestra bicicleta. No queda otra sino pedalear. De ese ejercicio deberían salir también las bases de una nueva narrativa, capaz de entusiasmar a una fracción de tamaño suficiente como la que se requiere para introducir los cambios que Venezuela necesita. Una mayoría, en resumidas cuentas, a partir de la cual la MUD se vuelva completamente innecesaria.
Si se trata de las elecciones a la Asamblea Nacional en 2010, allí la batuta de Aveledo organizó un ajedrez imposible que nos garantizó el 52% de los votos. Que no hayamos sido capaces de capitalizar esa mayoría no tiene que ver con la MUD, sino con nuestro sistema de representación, y es harina de otro costal. Es difícil saber cómo nos hubiese ido sin la MUD, porque en las anteriores (2005) decidimos abstenernos e inaugurar el "parlamentarismo de calle", una artilugio de corta vida del que hoy pocos se acuerdan. Luego están las primarias de la oposición organizadas por la MUD en febrero de 2012. La participación superó todas las expectativas y alumbró un nuevo liderazgo que le hizo frente a dos campañas presidenciales con un nivel de ventajismo, abuso, y margen de fraude mayor al de 2006, a pesar de lo cual obtuvo resultados muy superiores. Lo mismo puede decirse de las municipales. Nos planteamos una meta ambiciosa pensando en los resultados de abril. Reconocer que no ha sido alcanzada, no debe cegarnos ante otros hechos significativos: Se recuperaron importantes capitales de estado, se ganaron 50% más de alcaldías y casi triplicamos nuestros concejales. Como suele decir Cata Roque: No hicimos más, porque no sabíamos más. Parafraseando: Si no ganamos más, es porque no teníamos con qué. La MUD es una suerte de tecnología que optimiza el apoyo popular de las organizaciones que la conforman. No puede hacer más. Y esto me lleva a mi segundo punto.
En términos programáticos, la MUD ha podido hacer pocos avances. El esfuerzo denodado de Marino González, Pedro Benítez y compañía, ya había llegado lejos con el documento programático de "100 propuestas para Venezuela" publicadas en abril de 2010. En aquél entonces, vino a servir más como mecanismo de señalización, una suerte de tour de forcé de la oposición en relación con su propia capacidad para alcanzar acuerdos. No pasó de ahí. Y no podía ser de otra forma: La MUD agrupa casi una treintena de organizaciones de ideologías muy disímiles, que entienden (o al menos así uno lo presume) los problemas del país de manera diferente. Durante la campaña electoral de octubre 2012, con el atropellamiento y la urgencia del caso, se intentaron hacer precisiones que cayeron en franca contradicción con aquél documento conjunto. Es acaso lo más cerca que hayamos llegado de contar con un inventario coherente de nuestras propias soluciones y, aún así, estábamos lejos.
Estoy convencido de que la MUD debe ahora dar un paso atrás y liberar a las organizaciones políticas que la componen en términos programáticos. Dentro de esta nueva concepción, esa sobre la que reflexiono y escribo aquí sin que nadie me lo haya preguntado, la MUD debe tener tres roles: Orquestador del esfuerzo electoral, garante del cumplimiento de una serie de principios básicos de la competencia opositora, y coordinadora de respuestas en momentos de crisis. Este es el único momento en que las organizaciones de oposición pueden intentar volver a conectar con sus bases, entender sus problemas, procesarlos según la ideología de cada quien, y derivar de allí sus propias soluciones y propuestas. La transfiguración de Globovisión ha sido algo así como sacarle las rueditas laterales a nuestra bicicleta. No queda otra sino pedalear. De ese ejercicio deberían salir también las bases de una nueva narrativa, capaz de entusiasmar a una fracción de tamaño suficiente como la que se requiere para introducir los cambios que Venezuela necesita. Una mayoría, en resumidas cuentas, a partir de la cual la MUD se vuelva completamente innecesaria.
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