AXEL CAPRILES M.| EL UNIVERSAL
jueves 5 de diciembre de 2013 12:00 AM
Usted ni nadie se salva. El poder sospecha de todos. El estudiante de primer año de derecho que vive en el piso de arriba puede ser uno de los actores encubiertos del sabotaje eléctrico que produjo el apagón nacional. Hay testigos que lo vieron el pasado fin de semana cerca del criadero de iguanas en El Socorro, en la cercanía de Urumaco, en el estado Falcón. El flaco bigotudo del piso de abajo es, con seguridad, un colaboracionista de las fuerzas de ocupación y artillería de la guerra económica. La vecina de al lado afirma haberlo capturado cambiando etiquetas de precios en una tienda de zapatos. Pero el problema no es su edificio. Todo el vecindario, la sociedad venezolana entera, está bajo sospecha. El hombre del cuarto de la izquierda de la casa de enfrente es un presunto indiciado del caso de magnicidio nro. 1.647, el motorizado con seguridad participó en algún asalto a mano armada, el comerciante incurrió en delito cambiario, la periodista, en desacato al Poder Judicial. No solo vivimos en un país amarrado por una enrevesada red de leyes que hacen de cualquier ciudadano un delincuente en potencia, sino que nadie confía de nadie.
El poder paranoico es el síntoma de un malestar que cala muy hondo. La revolución bolivariana es la manifestación de fuerzas regresivas que en los sectores más débiles de la sociedad se resisten al cambio y que para subsistir necesitan fracturar la sociedad. La división nutre la desconfianza y ésta lleva al subdesarrollo que alimenta de nuevo la exclusión. El problema central de la sociedad venezolana, hoy, es la desaparición de la confianza como valor social, una perniciosa enfermedad colectiva agudizada por el discurso del poder. Más allá de la Constitución, Venezuela requiere de un acuerdo político de largo aliento y de un nuevo contrato social que puedan definir puntos de confluencia y consenso en torno a metas que fijen un rumbo capaz de sacarnos del estado de postración y destrucción en que hoy nos encontramos los venezolanos. Comencemos con la participación y el voto.
El poder paranoico es el síntoma de un malestar que cala muy hondo. La revolución bolivariana es la manifestación de fuerzas regresivas que en los sectores más débiles de la sociedad se resisten al cambio y que para subsistir necesitan fracturar la sociedad. La división nutre la desconfianza y ésta lleva al subdesarrollo que alimenta de nuevo la exclusión. El problema central de la sociedad venezolana, hoy, es la desaparición de la confianza como valor social, una perniciosa enfermedad colectiva agudizada por el discurso del poder. Más allá de la Constitución, Venezuela requiere de un acuerdo político de largo aliento y de un nuevo contrato social que puedan definir puntos de confluencia y consenso en torno a metas que fijen un rumbo capaz de sacarnos del estado de postración y destrucción en que hoy nos encontramos los venezolanos. Comencemos con la participación y el voto.
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