ELIDES J. ROJAS L.| EL UNIVERSAL
miércoles 4 de diciembre de 2013 12:00 AM
Otra vez ante la cercanía de un proceso electoral, la oposición fundamentalmente entra en el dilema de votar o no votar. En todo caso es una reflexión respetable si se toma en cuenta todo lo ocurrido en materia de equidad y justicia electoral y más si se le agregan las contradicciones que acarrea el cuestionamiento constante al árbitro, al CNE, y a la vez el llamado a votar. Pero por encima de todo y más allá del ventajismo y el carácter dictatorial que exhibe desde hace rato el régimen son los comicios el arma más contundente para protestar y expresarse. Razones sobran.
Uno. Es un derecho. No es un regalo del chavismo. No ejercerlo comienza a convertirse en nada.
Dos. El chavismo vota por su cuenta o lo hacen votar a empujones.
Tres. Cada espacio que queda en blanco en los cuadernos de votación puede ser potencialmente llenado por la maquinaria del oficialismo.
Cuatro. Todas las veces en que la tesis del abstencionismo se ha impuesto la derrota de la oposición ha quedado como una marca histórica de lo absurdo y, además, una donación de espacios políticos que no tiene parangón en otros países. Y donde han tenido éxito, además de no votar, implica protesta activa en la calle a riesgo de lo que sea. Eso no se ha visto tampoco por estos lados bolivarianos.
Cinco. La violencia o caminos inconstitucionales son inseparables de altos riesgos personales.
Seis. Todas las elecciones en las que los factores democráticos se miden contra el régimen terminan vistos como un plebiscito. Es la manera de demostrar, a todo el que quiera verlo y evaluarlo, de qué lado está la mayoría y cuál es la visión objeto de rechazo. Esa medición, más allá de la trampa, ha favorecido al chavismo en todos los comicios, salvo en dos: el referendo que dejó al fallecido comandante repitiendo la palabra pírrico en cadena. La segunda, en las elecciones de la AN donde si no es por fraude legislativo que hicieron los chavistas previamente, la oposición sería mayoría en el Parlamento. Fue un hito numérico que todavía saca ronchas en el régimen.
Siete. En esta oportunidad es de importancia capital terminar con mayor voto popular para significar que este proyecto cubano no es aprobado por el tan mentado soberano.
Ocho. No votar es una clara demostración de descontento, pero de muy dudosa efectividad. Al final es un regalo al adversario. Peor si no se vota simplemente porque hay más interés en la playa o en Blu Ray.
Nueve. No ejercer el derecho al voto no inhabilita para seguir hablando, pero descalifica en términos de compromiso con la democracia.
Diez. A mayor participación, más pruebas de fraude.
Uno. Es un derecho. No es un regalo del chavismo. No ejercerlo comienza a convertirse en nada.
Dos. El chavismo vota por su cuenta o lo hacen votar a empujones.
Tres. Cada espacio que queda en blanco en los cuadernos de votación puede ser potencialmente llenado por la maquinaria del oficialismo.
Cuatro. Todas las veces en que la tesis del abstencionismo se ha impuesto la derrota de la oposición ha quedado como una marca histórica de lo absurdo y, además, una donación de espacios políticos que no tiene parangón en otros países. Y donde han tenido éxito, además de no votar, implica protesta activa en la calle a riesgo de lo que sea. Eso no se ha visto tampoco por estos lados bolivarianos.
Cinco. La violencia o caminos inconstitucionales son inseparables de altos riesgos personales.
Seis. Todas las elecciones en las que los factores democráticos se miden contra el régimen terminan vistos como un plebiscito. Es la manera de demostrar, a todo el que quiera verlo y evaluarlo, de qué lado está la mayoría y cuál es la visión objeto de rechazo. Esa medición, más allá de la trampa, ha favorecido al chavismo en todos los comicios, salvo en dos: el referendo que dejó al fallecido comandante repitiendo la palabra pírrico en cadena. La segunda, en las elecciones de la AN donde si no es por fraude legislativo que hicieron los chavistas previamente, la oposición sería mayoría en el Parlamento. Fue un hito numérico que todavía saca ronchas en el régimen.
Siete. En esta oportunidad es de importancia capital terminar con mayor voto popular para significar que este proyecto cubano no es aprobado por el tan mentado soberano.
Ocho. No votar es una clara demostración de descontento, pero de muy dudosa efectividad. Al final es un regalo al adversario. Peor si no se vota simplemente porque hay más interés en la playa o en Blu Ray.
Nueve. No ejercer el derecho al voto no inhabilita para seguir hablando, pero descalifica en términos de compromiso con la democracia.
Diez. A mayor participación, más pruebas de fraude.
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