FABIO RAFAEL FIALLO| EL UNIVERSAL
domingo 22 de diciembre de 2013 12:00 AM
¿Qué diría usted, amigo lector, si el régimen venezolano fuese derrotado en un referéndum revocatorio o en elecciones presidenciales, y accediera simplemente a evacuar el Palacio de Miraflores, rehusando sin embargo ceder el control de Fuerte Tiuna y Pdvsa, e intentando para colmo imponerle a las nuevas autoridades el programa a aplicar? ¿Acaso no vería usted en tal comportamiento una muestra de desprecio al voto popular y el preámbulo de un golpe de Estado?
Pues bien, es eso precisamente, un golpe de Estado, lo que a nivel de municipios está perpetrando Nicolás Maduro en contra de las alcaldías ganadas por la oposición, como acertadamente ha denunciado Antonio Ledezma, alcalde de Caracas. A dichas alcaldías, Maduro las despoja de competencias, les confisca recursos e incluso les exige "reconocer" -o más bien aplicar- el llamado "Plan de la Patria" del chavismo.
La usurpación de competencias y recursos, así como la tentativa de imposición del "Plan de la Patria" del chavismo, constituyen una franca violación del artículo 4 de la Carta Democrática Interamericana, adoptada en 2001 por los Estados miembros de la OEA, incluida la Venezuela de Hugo Chávez. Dicho artículo estipula: "La subordinación constitucional de todas las instituciones del Estado a la autoridad civil legalmente constituida y el respeto al Estado de derecho de todas las entidades y sectores de la sociedad son igualmente fundamentales para la democracia".
Ese ominoso comportamiento muestra que a Maduro le cuesta respetar el juego democrático y la voluntad popular. No obstante, tres factores saldrán a su paso para frustrar tan aviesas intenciones.
Primer factor: el deterioro económico que se avecina no puede sino exacerbar el descontento popular. Después del festival de saqueos promovido por el poder para ganar votos el 8-D, Maduro se apresta a pasar la factura a los venezolanos. Ahí está la inminencia de una nueva devaluación, acompañada de un sorpresivo aumento del precio de la gasolina que le hará pagar a los venezolanos el regalo de petróleo venezolano al régimen castrista. Ahí están los nuevos controles de precios y la ola de desabastecimientos a que dichos controles darán lugar.
Maduro sabe perfectamente que no está en capacidad de atender las expectativas de la población. De hecho ya comenzó a prepararla para lo peor al decir que hay que darle la espalda a lo que él llama "consumismo", una forma velada de decirles a los venezolanos que tendrán que reducir su tren de vida.
Segundo factor: con la Ley Habilitante en sus manos, Maduro podrá esgrimir el subterfugio de la lucha contra la corrupción para neutralizar e incluso deshacerse políticamente de sus adversarios dentro del chavismo, o por lo menos mermar el poder de los mismos.
No es seguro, sin embargo, que los chavistas que pueden caer en desgracia aguarden tranquilamente a que Maduro venga a despojarlos de su poder.
La grabación hecha pública en mayo de una conversación entre Mario Silva y un agente del espionaje cubano revela el tipo de trapos sucios entre chavistas que podrían salir a la luz pública en los próximos 20 meses.
Ni siquiera el propio Presidente venezolano parece sentirse tranquilo ante el espectro de una lucha interna en el movimiento chavista. Un detalle deja entrever la desconfianza de Maduro con respecto a sus adláteres, a saber: su repetida renuencia a montarse en un avión venezolano. Cuando le tocó ir en viaje oficial a China, prefirió un avión del castrismo. Ulteriormente, anunció sendos viajes al exterior de Venezuela, uno a Cochabamba para reunirse con Evo Morales y Rafael Correa, otro al funeral de Mandela, los cuales terminó por anular.
El tercer factor que pondrá a Maduro en dificultad consiste en el hostigamiento político y judicial al que le gusta someter a dirigentes de la oposición. Los hechos muestran que dicho hostigamiento se vuelca en contra de Maduro como un bumerang, acrecentando la simpatía de los electores por quienes se ven acosados por él. Prueba de ello: las amenazas y los ataques lanzados contra Antonio Ledezma, Henrique Capriles y Miguel Cocchiola, para mencionar tan sólo los casos más conspicuos, no les ha impedido a estos tres dirigentes de la oposición ganar elecciones municipales o regionales. El injusto acosamiento a que fueron sometidos contribuyó seguramente a esas victorias electorales.
Por la dinámica de los tres factores que hemos analizado, el descontento popular no puede sino ir en aumento. Y la Primavera Árabe en Túnez, Libia y Egipto, como otrora Solidarnosc en Polonia, sin olvidar el Caracazo de 1989, demuestran que, una vez pasado el umbral de la desesperación, no es una reunión con alcaldes de la oposición lo que le permitirá a Maduro aplacar el descontento popular que le viene encima.
Todo parece indicar, pues, que el destino de Venezuela se decidirá finalmente, no sólo en las urnas, sino también en las calles.
Pues bien, es eso precisamente, un golpe de Estado, lo que a nivel de municipios está perpetrando Nicolás Maduro en contra de las alcaldías ganadas por la oposición, como acertadamente ha denunciado Antonio Ledezma, alcalde de Caracas. A dichas alcaldías, Maduro las despoja de competencias, les confisca recursos e incluso les exige "reconocer" -o más bien aplicar- el llamado "Plan de la Patria" del chavismo.
La usurpación de competencias y recursos, así como la tentativa de imposición del "Plan de la Patria" del chavismo, constituyen una franca violación del artículo 4 de la Carta Democrática Interamericana, adoptada en 2001 por los Estados miembros de la OEA, incluida la Venezuela de Hugo Chávez. Dicho artículo estipula: "La subordinación constitucional de todas las instituciones del Estado a la autoridad civil legalmente constituida y el respeto al Estado de derecho de todas las entidades y sectores de la sociedad son igualmente fundamentales para la democracia".
Ese ominoso comportamiento muestra que a Maduro le cuesta respetar el juego democrático y la voluntad popular. No obstante, tres factores saldrán a su paso para frustrar tan aviesas intenciones.
Primer factor: el deterioro económico que se avecina no puede sino exacerbar el descontento popular. Después del festival de saqueos promovido por el poder para ganar votos el 8-D, Maduro se apresta a pasar la factura a los venezolanos. Ahí está la inminencia de una nueva devaluación, acompañada de un sorpresivo aumento del precio de la gasolina que le hará pagar a los venezolanos el regalo de petróleo venezolano al régimen castrista. Ahí están los nuevos controles de precios y la ola de desabastecimientos a que dichos controles darán lugar.
Maduro sabe perfectamente que no está en capacidad de atender las expectativas de la población. De hecho ya comenzó a prepararla para lo peor al decir que hay que darle la espalda a lo que él llama "consumismo", una forma velada de decirles a los venezolanos que tendrán que reducir su tren de vida.
Segundo factor: con la Ley Habilitante en sus manos, Maduro podrá esgrimir el subterfugio de la lucha contra la corrupción para neutralizar e incluso deshacerse políticamente de sus adversarios dentro del chavismo, o por lo menos mermar el poder de los mismos.
No es seguro, sin embargo, que los chavistas que pueden caer en desgracia aguarden tranquilamente a que Maduro venga a despojarlos de su poder.
La grabación hecha pública en mayo de una conversación entre Mario Silva y un agente del espionaje cubano revela el tipo de trapos sucios entre chavistas que podrían salir a la luz pública en los próximos 20 meses.
Ni siquiera el propio Presidente venezolano parece sentirse tranquilo ante el espectro de una lucha interna en el movimiento chavista. Un detalle deja entrever la desconfianza de Maduro con respecto a sus adláteres, a saber: su repetida renuencia a montarse en un avión venezolano. Cuando le tocó ir en viaje oficial a China, prefirió un avión del castrismo. Ulteriormente, anunció sendos viajes al exterior de Venezuela, uno a Cochabamba para reunirse con Evo Morales y Rafael Correa, otro al funeral de Mandela, los cuales terminó por anular.
El tercer factor que pondrá a Maduro en dificultad consiste en el hostigamiento político y judicial al que le gusta someter a dirigentes de la oposición. Los hechos muestran que dicho hostigamiento se vuelca en contra de Maduro como un bumerang, acrecentando la simpatía de los electores por quienes se ven acosados por él. Prueba de ello: las amenazas y los ataques lanzados contra Antonio Ledezma, Henrique Capriles y Miguel Cocchiola, para mencionar tan sólo los casos más conspicuos, no les ha impedido a estos tres dirigentes de la oposición ganar elecciones municipales o regionales. El injusto acosamiento a que fueron sometidos contribuyó seguramente a esas victorias electorales.
Por la dinámica de los tres factores que hemos analizado, el descontento popular no puede sino ir en aumento. Y la Primavera Árabe en Túnez, Libia y Egipto, como otrora Solidarnosc en Polonia, sin olvidar el Caracazo de 1989, demuestran que, una vez pasado el umbral de la desesperación, no es una reunión con alcaldes de la oposición lo que le permitirá a Maduro aplacar el descontento popular que le viene encima.
Todo parece indicar, pues, que el destino de Venezuela se decidirá finalmente, no sólo en las urnas, sino también en las calles.
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