RICARDO COMBELLAS| EL UNIVERSAL
martes 24 de diciembre de 2013 12:00 AM
La derecha en Venezuela no ha tenido suerte, en realidad no ha sembrado raíces. En los jóvenes partidos y movimientos políticos que surgieron en el año 1936, comienzo de la andadura de la democracia en nuestro país, predominaron las ideas de izquierda, comprometidos fuertemente con las ideas sociales, el intervencionismo del Estado y el Estado de bienestar. La derecha se quedó rezagada, dado su asociación con un liberalismo vetusto fuertemente asociado al autoritarismo y el caudillismo del siglo XIX. A ello se agrega que del conservadurismo del pasado muy poco había que aprender, pues no gozamos, como en otras partes, de una clase dirigente poderosa que le diera sentido y orientara el destino nacional. El único partido exitoso surgido del seno del conservadurismo, me refiero al partido Copei, rápidamente se deshizo de su fuente conservadora, al solidarizarse, haciéndolos suyos, con los ideales de la Revolución de Octubre de 1945.
Por lo demás, las intenciones de crear, más aun de fortalecer e institucionalizar partidos de derecha liberal han terminado en fracaso, al no haber calado nunca en el fervor popular. Fue el caso del PDV medinista y lo que llamó en su momento Andrés Eloy Blanco su "ala luminosa", dada su incomprensión de la apertura democrática (la lucha por el sufragio Universal y directo en la elección de los representantes en los años cuarenta), y los más cercanos intentos de Uslar y Tinoco, para citar los más protuberantes ejemplos fallidos de establecer definitivamente un partido auténticamente de derecha en Venezuela.
En estos últimos años, en parte consecuencia del daño que a las ideas de izquierda le ha infringido el proyecto chavista, unido al desdibujamiento de los contornos otrora fuertes de la izquierda, consecuencia del derrumbe del comunismo, la crisis ideológica de la socialdemocracia y el declinar del centro demócrata cristiano , se ha generado lenta pero progresivamente una nueva oportunidad, un nuevo perfil, a las ideas y su condensación en partidos y movimientos políticos, a la derecha en el país. Se trata de una nueva derecha, distinta a la tradicional derecha venezolana, cuyos rasgos característicos me atrevo a continuación destacar:
En primer lugar, y ello es muy importante resaltarlo, es una derecha comprometida con la democracia, pues sostiene que la única fuente de legitimidad de los gobiernos es la legitimidad democrática, que se soporta en el principio de la soberanía popular y en el gobierno representativo. Es una derecha que cree en el Estado de Derecho y en la democracia constitucional, muy alejada por ende del aventurerismo político y de los intentos irracionales y abruptos de hacerse y disfrutar del poder.
En segundo lugar, destacaría en su programación ideológica el predominio de las ideas neoliberales. Los cultores de la nueva derecha se aproximan más a Hayek que a Keynes, leen con fruición a Friedman y sus epígonos, en lo filosófico sus autores preferidos son Popper y Berlin, admiran a la "dama de hierro" y abogan por una suerte de "capitalismo popular". En materia de derechos, privilegian los derechos civiles sobre los derechos sociales y han desarrollado un renovado culto al derecho de propiedad. En suma, son recelosos del Estado, sobre todo de los peligros del estatismo, y a la hora de jerarquizar los valores superiores, privilegian la libertad sobre la igualdad, sobre todo en su versión igualitarista.
Por último, sería injusto no destacar que esta nueva derecha está consciente de sentirse comprometida con el aquí y ahora de nuestra realidad, la actual y sus posibilidades de futuro, con sus problemas, sus angustias y sus necesidades. Se trata de una nueva derecha que cree en el progreso y tiene, a su manera, un acendrado sentimiento de patria que merece nuestro respeto, así no compartamos su sesgo globalizante. En suma, estamos frente a una derecha que no es apátrida ni mucho menos, aunque aborrezca el soberanismo rimbombante de la revolución bolivariana.
En conclusión, y esa es mi firme opinión, bienvenida la nueva derecha, de talante genuinamente democrático, al concierto de ideas, partidos y movimientos que construirán la Venezuela del futuro. La democracia pluralista necesita tanto de la izquierda como de la derecha. La deliberación política y la voluntad popular, y no el atropello autoritario, deben ser los únicos decisores de su éxito o de su fracaso.
Por lo demás, las intenciones de crear, más aun de fortalecer e institucionalizar partidos de derecha liberal han terminado en fracaso, al no haber calado nunca en el fervor popular. Fue el caso del PDV medinista y lo que llamó en su momento Andrés Eloy Blanco su "ala luminosa", dada su incomprensión de la apertura democrática (la lucha por el sufragio Universal y directo en la elección de los representantes en los años cuarenta), y los más cercanos intentos de Uslar y Tinoco, para citar los más protuberantes ejemplos fallidos de establecer definitivamente un partido auténticamente de derecha en Venezuela.
En estos últimos años, en parte consecuencia del daño que a las ideas de izquierda le ha infringido el proyecto chavista, unido al desdibujamiento de los contornos otrora fuertes de la izquierda, consecuencia del derrumbe del comunismo, la crisis ideológica de la socialdemocracia y el declinar del centro demócrata cristiano , se ha generado lenta pero progresivamente una nueva oportunidad, un nuevo perfil, a las ideas y su condensación en partidos y movimientos políticos, a la derecha en el país. Se trata de una nueva derecha, distinta a la tradicional derecha venezolana, cuyos rasgos característicos me atrevo a continuación destacar:
En primer lugar, y ello es muy importante resaltarlo, es una derecha comprometida con la democracia, pues sostiene que la única fuente de legitimidad de los gobiernos es la legitimidad democrática, que se soporta en el principio de la soberanía popular y en el gobierno representativo. Es una derecha que cree en el Estado de Derecho y en la democracia constitucional, muy alejada por ende del aventurerismo político y de los intentos irracionales y abruptos de hacerse y disfrutar del poder.
En segundo lugar, destacaría en su programación ideológica el predominio de las ideas neoliberales. Los cultores de la nueva derecha se aproximan más a Hayek que a Keynes, leen con fruición a Friedman y sus epígonos, en lo filosófico sus autores preferidos son Popper y Berlin, admiran a la "dama de hierro" y abogan por una suerte de "capitalismo popular". En materia de derechos, privilegian los derechos civiles sobre los derechos sociales y han desarrollado un renovado culto al derecho de propiedad. En suma, son recelosos del Estado, sobre todo de los peligros del estatismo, y a la hora de jerarquizar los valores superiores, privilegian la libertad sobre la igualdad, sobre todo en su versión igualitarista.
Por último, sería injusto no destacar que esta nueva derecha está consciente de sentirse comprometida con el aquí y ahora de nuestra realidad, la actual y sus posibilidades de futuro, con sus problemas, sus angustias y sus necesidades. Se trata de una nueva derecha que cree en el progreso y tiene, a su manera, un acendrado sentimiento de patria que merece nuestro respeto, así no compartamos su sesgo globalizante. En suma, estamos frente a una derecha que no es apátrida ni mucho menos, aunque aborrezca el soberanismo rimbombante de la revolución bolivariana.
En conclusión, y esa es mi firme opinión, bienvenida la nueva derecha, de talante genuinamente democrático, al concierto de ideas, partidos y movimientos que construirán la Venezuela del futuro. La democracia pluralista necesita tanto de la izquierda como de la derecha. La deliberación política y la voluntad popular, y no el atropello autoritario, deben ser los únicos decisores de su éxito o de su fracaso.
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