MARÍA TERESA ROMERO| EL UNIVERSAL
martes 24 de diciembre de 2013 12:00 AM
Nicolás Maduro empezó su gobierno muy activo internacionalmente, al mejor estilo de Hugo Chávez. Durante sus primeros 190 días en Miraflores, realizó 15 viajes al exterior por 19 países, especialmente a los considerados aliados estratégicos, y a entes regionales con mayor afinidad política.
Su primera salida al exterior tras su jura a la presidencia de la República, el 19 de abril, fue a Cuba, lo cual demostró que seguiría con la misma política exterior chavista de siempre. Empezó visitando a sus más estrechos socios del ALBA, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, y luego a otros allegados: Rusia, Bielorusia, Italia, Portugal, Francia, Uruguay, Argentina y Brasil. En julio asistió a las cumbres de Unasur, Mercosur y ALBA, y visitó de nuevo Cuba.
El propósito de este activismo inicial fue, sin duda, lograr reconocimiento exterior y contrarrestar el exitoso esfuerzo de la oposición democrática de poner en el tapete internacional la ilegitimidad de origen de Maduro y su talante cada vez más radical y represivo, cuya muestra más clara fue la salvaje agresión oficialista en contra de los diputados opositores en la Asamblea Nacional
Por lo general los viajes y encuentros diplomáticos, tanto de Maduro como su canciller Elías Jaua, fueron en son de paz, aunque en ellos no dejaban de criticar a la oposición "fascista" y de desafiar al "imperio" y otras democracias. Imitando en lo posible a su mentor fallecido, Maduro izó con fuerza la bandera antiimperialista y emprendió causa a favor del joven espía Edward Snowden, ofreciéndole incluso asilo "humanitario" (figura inexistente).
La moderación le funcionó al Gobierno. Los encuentros con el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, y con la cabeza de la Iglesia católica y del Vaticano, el Papa Francisco, le ayudaron a darle un manto de legitimidad y a acallar los esfuerzos opositores en el exterior. También le produjo réditos diplomáticos, el restablecimiento de relaciones con Colombia, luego que las hubiera irresponsablemente suspendido en mayo cuando el presidente Santos recibió en cita privada al excandidato Capriles.
Pero a finales de julio, el madurismo empezó a recoger velas internacionales y las salidas al exterior fueron contadas. La única vista oficial a resaltar fue a China, en septiembre, con el objetivo fundamental de pedirle más préstamos financieros para paliar la dramática situación económica venezolana. Cuba fue su última visita del año: una especie de rendición de cuentas tras su relativa victoria del 8-D.
Sin duda, la necesidad de salir medianamente airoso de las municipales y así legitimarse, lo mantuvo de bajo perfil internacional. También algunos crasos errores como su conducta hacia nuestro litigio fronterizo con Guyana. Pero también está el hecho que se ha radicalizado y por tanto aislado en el exterior. Sus pocos esfuerzos diplomáticos van hacia el ALBA y otros aliados, a tratar de unirlos en una "zona especial", para así intentar sobrevivir económica y políticamente. Lamentablemente, no veo un cambio de esta errática política exterior en 2014.
Su primera salida al exterior tras su jura a la presidencia de la República, el 19 de abril, fue a Cuba, lo cual demostró que seguiría con la misma política exterior chavista de siempre. Empezó visitando a sus más estrechos socios del ALBA, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, y luego a otros allegados: Rusia, Bielorusia, Italia, Portugal, Francia, Uruguay, Argentina y Brasil. En julio asistió a las cumbres de Unasur, Mercosur y ALBA, y visitó de nuevo Cuba.
El propósito de este activismo inicial fue, sin duda, lograr reconocimiento exterior y contrarrestar el exitoso esfuerzo de la oposición democrática de poner en el tapete internacional la ilegitimidad de origen de Maduro y su talante cada vez más radical y represivo, cuya muestra más clara fue la salvaje agresión oficialista en contra de los diputados opositores en la Asamblea Nacional
Por lo general los viajes y encuentros diplomáticos, tanto de Maduro como su canciller Elías Jaua, fueron en son de paz, aunque en ellos no dejaban de criticar a la oposición "fascista" y de desafiar al "imperio" y otras democracias. Imitando en lo posible a su mentor fallecido, Maduro izó con fuerza la bandera antiimperialista y emprendió causa a favor del joven espía Edward Snowden, ofreciéndole incluso asilo "humanitario" (figura inexistente).
La moderación le funcionó al Gobierno. Los encuentros con el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, y con la cabeza de la Iglesia católica y del Vaticano, el Papa Francisco, le ayudaron a darle un manto de legitimidad y a acallar los esfuerzos opositores en el exterior. También le produjo réditos diplomáticos, el restablecimiento de relaciones con Colombia, luego que las hubiera irresponsablemente suspendido en mayo cuando el presidente Santos recibió en cita privada al excandidato Capriles.
Pero a finales de julio, el madurismo empezó a recoger velas internacionales y las salidas al exterior fueron contadas. La única vista oficial a resaltar fue a China, en septiembre, con el objetivo fundamental de pedirle más préstamos financieros para paliar la dramática situación económica venezolana. Cuba fue su última visita del año: una especie de rendición de cuentas tras su relativa victoria del 8-D.
Sin duda, la necesidad de salir medianamente airoso de las municipales y así legitimarse, lo mantuvo de bajo perfil internacional. También algunos crasos errores como su conducta hacia nuestro litigio fronterizo con Guyana. Pero también está el hecho que se ha radicalizado y por tanto aislado en el exterior. Sus pocos esfuerzos diplomáticos van hacia el ALBA y otros aliados, a tratar de unirlos en una "zona especial", para así intentar sobrevivir económica y políticamente. Lamentablemente, no veo un cambio de esta errática política exterior en 2014.
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