Por Johan Rodríguez Perozo.-
Si
algo ha caracterizado la rutina del manejo del poder del régimen
instaurado por Hugo Chávez, eso es precisamente el azar en la toma de
decisiones. El manejo del erario público, como sostén económico del
proyecto político, es manejado con criterios dignos de administradores
del Kino. El bombo que es el reparto
de poder en la cúpula chavista, como tiros de dado o reparto de cartas
en la mesa de Black Jack, discurre ágilmente tocando con la suerte a
quienes comparten la mesa de apuestas. La estructura burocrática está en
juego, sorteos periódicos mantienen en vilo las expectativas de
apostadores y mirones de palo. Cualquier burusa que resbale de la mesa es buena, hay quienes se conforman con cualquier cosa.
En la galería, dependiendo de la ubicación del Bingo clandestino,
acuden los de menor capacidad para apostar. La base de apoyo político
sabe que, en esa lotería que es el reparto de dádivas, al final algo le
puede tocar. En este sentido, premiados y pavosos sacan sus cuentas;
entren que caben cien, dice el portero principal. Quien recibió la
herencia lo hizo como quien se gana el Kino acumulado. El poder recién
caído del cielo es una fortuna que no estaba en la cuenta. Por lo tanto,
en el rol de nuevo rico, la tendencia es dilapidar lo que la suerte ha
traído.
La
lotería representada en el proyecto político que detenta el poder,
también tiene sus clasificaciones. No todos los apostadores juegan en la
misma ruleta. Los de menor capacidad de puja, tienen posibilidad de
optar por ejemplo, por apartamentos de la Misión Vivienda en cualquier
barrio de Caracas. Si es muy afortunado, le puede tocar en la Avenida
Libertador. A los más limpios, les sale el bingo cuyos premios menores le asignan cualquier misión que permita pegarle el pecho a la taquilla quince y último.
Según
el nivel de las apuestas, los jugadores optan por jugosos premios
dignos de su obsecuencia con el régimen. Dependiendo del acercamiento
con los círculos del poder, le sale incursión por los vericuetos de
Cadivi o la importación de alimentos. La asignación de cupos de cabilla,
cemento y aluminio están reservados para garitos y apostadores de media
monta. Si tiene un pana gobernador, puede recibir tarjeta de
invitación. Los contratos de construcción y riego de asfalto, entran
también en esta clasificación.
También
hay casinos más sofisticados. A éstos sólo ingresan los más cercanos al
primer anillo de poder. Se les supone mayor capacidad de apuesta. Son
aquellos que además de dragonear en cualquier mesa, en verdad tienen con
qué responder a la hora de echar el resto. Para ese nivel de jugadores
la exigencia es más alta, si cumplen con los requisitos. Entonces pueden
optar por los premios más jugosos. La lista de recompensas son
apetecibles y por lo tanto, la rapiña es más riesgosa.
Los
premios en esta instancia van desde reparto de contratos en PDVSA hasta
licitaciones arregladas como las de Smarmatic. Si se imponen las capta
huellas, más de uno jugará con dados cargados. El reparto petrolero es
para grandes ligas, apostadores de paltó y corbata. Y si tienen acento
gringo, mejor. El croupier que reparte cartas en esta mesa tiene su
propia lista de jugadores clase “A”, apostadores trasatlánticos. En una
sala especial, creada a tales efectos, juegan quienes prefieren negocios
como premios más estables. Son los apostadores por los medios. El
régimen pone los reales y el jugador la cédula laminada con su empresa
de maletín. Esta apuesta es la más fácil, pues se trata de identificar a
los apostadores de casinos ajenos al régimen, temerosos de ser objeto
de confiscación. Una vez ubicados, se lleva a cabo la operación,
disfrazada de subasta, es verdad, pero como cualquier apuesta arreglada,
todo queda para la especulación.
De
esta manera se reparte la lotería de periódicos y emisoras de radio. Si
sale su número, se puede ir pa’la casa con la asignación de una emisora
bajo el brazo. Algunas llevan en el paquete empresas donde se imprime el
papel de las loterías y quien se gane ese bingo, controla la emisión
del papel. La mesa especial maneja también unos premios bonos, es el
reparto de la burocracia donde hay apostadores fortuitos que no quieren
recibir premios, sólo desean que los pongan donde haiga. En
este sentido, la premiación consistente en la asignación de cargos es
de las más apetecidas. Los premios van desde Ministerios y Direcciones
Generales (hay pa’repartir como arroz), pasando por embajadas y
diferentes cargos diplomáticos.
Pero
no crea usted estimado lector, que el régimen se queda con todo.
Aquello de Democracia participativa y protagónica no es puro discurso.
Para quienes adversan al régimen también hay oportunidad. Lo único malo
es que estos apostadores han sido clasificados como maulas, es decir,
mala paga, pues. Es por ello que para no dejarlos afuera, se les dejó
campo abierto para que opten en la lotería que es el régimen por los
siguientes premios, los cuales será de su exclusividad. La asignación
fortuita y sin garantía de Cadivi para estudiantes, el bombo donde se
rifan las expropiaciones, en la persecución al contrabando también
tienen oportunidad. Un premio muy especial es ponerlo a merced del hampa
(tiene posibilidad de obtener un premio extra de secuestro, pasando por
arrebatón y hasta un pasaje sin retorno a la morgue de Bello Monte le
puede salir), otro premio es una incorporación a la lista del
desabastecimiento (no importa si es de alimentos o medicina, a los
efectos es igual) y por último, puede usted ganarse el premio mayor, el
Kino acumulado durante varios sorteos, un viaje pa’la cárcel con un
juicio sin testigos y de larga duración.
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