Monday, September 8, 2014

Maduro ganó la batalle del PSUV pero no ha ganado la batalla ante el país

En: http://konzapata.com/2014/09/maduro-gano-la-batalla-del-psuv-pero-no-ha-ganado-la-guerra-ante-el-pais/



Por Gloria M. Bastidas.-

Hay que pensar en una hipótesis. Una hipótesis que le conviene al país so pena de ir directo al cadalso. ¿Y si Maduro no ha descartado del todo la aplicación de medidas económicas? El hecho de que no haya anunciado explícitamente un plan de rescate de la economía –un ajuste de tipo ortodoxo, un gran viraje al más puro estilo neoliberal– ¿significa que el paquetazo está completamente descartado? ¿Puede leerse su alocución del pasado martes como que lo que está sellado es el camino definitivo al socialismo duro y puro? ¿De verdad se impusieron los radicales? ¿Ganaron la pelea? ¿O esta es una pelea que apenas comienza? La primera cosa que hay que tener presente a la hora de evaluar la posición que ha tomado Maduro es cómo están él y su Gobierno en las encuestas. Y no están bien. Ergo: Maduro no cuenta con un aval suficiente como para convertirse en el verdugo del electroshock. Maduro no puede hacer de verdugo, pasando el suiche, si ya acusa una posición muy comprometida de cara a los sondeos. El capital que tiene, que no es el más holgado, se esfumaría de inmediato. Por eso no lo vimos anunciando lo que los agentes económicos querían que anunciara. Ese Maduro transmutado en Milton Friedman está lejano: su prioridad es mantener la gobernabilidad.
La de Maduro ha sido, más bien, una jugada política. Y en eso ha sido hábil: logró equilibrar las fuerzas internas del chavismo. Maduro ha ganado la batalla ante el PSUV. Ha neutralizado a sus adversarios (léase: a quienes le compiten por el poder, como Rafael Ramírez). Ha calmado a los radicales, que lo veían coquetear con el paquetazo. Recordemos el desdén que mostró hacia lo que él, formado en Cuba, llamó “izquierdistas trasnochados”. Maduro le ha dado peso a los Chávez (sigue Jorge Arreaza en la vicepresidencia; María Gabriela Chávez fue nombrada embajadora alterna ante la ONU; Asdrúbal Chávez fue ungido con la cartera de Petróleo; Argenis Chávez sigue en la Dirección Ejecutiva de la Magistratura). Maduro ha sabido manejarse con un correligionario como Diosdado Cabello, que controla, hasta ahora, la Asamblea Nacional y tiene injerencia en las FANB y cuyo hermano, ratificado por Maduro, controla los impuestos y el ministerio de Industria. Maduro actuó como un equilibrista cuando, el martes, nos mostró el nuevo organigrama de la revolución. Pero cuidado: si bien Maduro ha ganado la batalla dentro del PSUV, no ha ganado la guerra ante el país. Porque el país es mucho más que el PSUV. Y eso es crucial.
Y como no ha ganado la guerra ante el país (un país con la inflación más alta del mundo; con un índice de escasez brutal; con una tasa de homicidios espeluznante; un país donde no hay suero fisiológico ni medicinas para los pacientes con cáncer; un país donde no hay anestesia para las operaciones selectivas y solo se hacen las de emergencia) cabe preguntarse: ¿Y qué hará para salir del atolladero? Sí: puede decantarse por la cartilla de racionamiento. Por el modelo cubano. Por ese esquema marxista que está esbozado en los propios estatutos del PSUV. Maduro puede apostar por administrar la pobreza con criterio de pobreza. Pero esa fórmula tendría un costo muy alto. Un costo que el chavismo puede pagar en las urnas, si se mantiene el canon electoral y sigue habiendo elecciones. ¿Qué otro camino le queda a Maduro que no sea el de atornillarse en el modelo fracasado que ha venido imponiendo el chavismo e, incluso, profundizarlo? Le queda el de convertirse en un capitalista encubierto y adoptar las medidas de forma gradual y disimulada.
Maduro podría actuar como un capitalista de closet. ¿Por qué? Porque hacer anuncios de manera explícita y orgánica, como lo hizo Carlos Andrés Pérez en aquella cadena del 16 de febrero de 1989, podría resultarle inconveniente desde el punto de vista del impacto social que tales anuncios generarían. Es un caso, salvando las distancias, parecido. CAP II representaba el emblema de la Venezuela saudita. Y el chavismo es el portaestandarte de la piñata petrolera más grande de nuestra historia. Declararse como el verdugo del electroshock, en uno y otro caso, rompe con las expectativas que la masa tiene. Maduro no es bobo. Sabe que anunciar un plan de ajuste con bombos y platillos, si bien complacería a los agentes económicos y dispararía los precios de los bonos de la deuda venezolana, podría tener un efecto devastador en términos sociales y de opinión pública. Y en términos ideológicos: sería renegar del legado, lo que enfurecería a los radicales, que son, en buena medida, su base de apoyo.
El arquetipo del “caracazo” flota en el ambiente cada vez que se habla de un paquetazo. Y no olvidemos que Maduro hace parte de un Gobierno que le adjudica un cuidado extremo a la propaganda. Al peso que tienen las palabras. A la forma en que se dicen las cosas. Al marketing. Al empaque. Cuando Maduro se refirió este martes al eventual aumento de la gasolina, aclaró que, en caso de producirse, sería un ajuste “humanista”. Este es un Gobierno que aprendió del “caracazo” porque se lucró políticamente de él. Maduro no va a aparecer en cadena de radio y televisión haciendo una propaganda contra sí mismo. Contra lo que ha sido el espíritu de la revolución, más allá de los hechos. Maduro no va a aparecer como un adalid del “infame” ajuste ortodoxo y de las “oprobiosas” políticas neoliberales. Eso lo llevaría a un peligroso escenario (peligroso para él y para el Gobierno): el de la ingobernabilidad en espiral. La prioridad de Maduro –como ha dicho el analista John Magdaleno– es preservar la gobernabilidad a toda costa. Y en ese sentido, ha actuado. Evita que el país se le desborde en el maremágnum de un estallido social.
El Gobierno todavía, y pese a la crisis, tiene cierto margen de maniobra. La economía no está en fase de rigor mortis. No es cadáver: es una enferma en terapia intensiva. Pero tiene signos vitales. Tiene aguante. Y eso le permite a Maduro mover los hilos para preservar el poder. Para sobrevivir. El ex ministro de Planificación de Chávez, Felipe Pérez, lo describe muy bien. Pérez dice que Venezuela no presenta un problema de solvencia, que es el que ocurre con las crisis clásicas. Claro que eso no significa que las cosas estén del todo bien. Que la economía esté en orden. El mismo Pérez advierte que estamos al borde de la hiperinflación. Y eso prefigura un despeñadero. Un abismo. De manera que descartar de plano que Maduro tomará medidas, por tímidas y aisladas que sean, aunque no vengan bajo el empaque de un plan de salvamento, implicaría también imaginarse que se estaría haciendo el harakiri. Que estaría cavando su propia tumba. Esa sería una apuesta en extremo arriesgada. El sacudón terminaría en suicidio. Lo que cabría decir es que Maduro trabaja con las herramientas de las que dispone. Y una es el margen de maniobra. Porque, como dice Magdaleno, los gobiernos toman medidas de fondo cuando están contra las cuerdas. Antes, no.
Ahora, una pregunta clave es si esas posibles medidas aisladas serían suficientes para conjurar esta crisis que ya ha estallado y que puede agudizarse y terminar en default si no se maneja con tino. En ese escenario, que no es descartable, no habría margen para nada. Allí habrá calle. Protestas. Movimientos militares. Conflictos. Es cierto que Maduro ha cuidado la gobernabilidad al evitar presentarse como el padre del paquete. Pero también es cierto que la falta de medidas, o la adopción de medidas insuficientes y sin ningún sustento orgánico, pueden desembocar, también, en una situación de ingobernabilidad. Los dos caminos son muy difíciles para Maduro. Ninguno lo libra de salir con las tablas en la cabeza. No tomar medidas también puede ser un paquetazo. Puede tener efectos devastadores. El Gobierno, por evitar un estallido, puede terminar con un estallido. Ése es su dilema: la gran complejidad del cuadro político. Maduro sabe que no adelantar cambios también tiene su costo. Quizás por eso opte por lo que él considera, después de leer los estudios que le presentaron, la fórmula menos arriesgada: la de la gragea. Una gragea que puede terminar en cicuta.

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