Miguel Angel Cardozo
En
tres lustros de tragedia patria, teñida de carmesí, ha mermado todo
menos un inicuo empeño declarativo de falsos propósitos; un empeño que,
para el sostenimiento del tinglado socialista del siglo XXI, frecuente y
desvergonzadamente ha instrumentalizado el fingimiento bajo la forma de
comisiones ad hoc –o
“iniciativas” para su constitución– que sirven de marco a rosarios de
promesas que, ante las sucesivas oleadas de ofrecimientos de todo tipo
–desde la dilucidación de delicados asuntos nacionales hasta la
satisfacción de las más elementales necesidades–, pronto caen en el
olvido.
Un
cuarto de millón de venezolanos asesinados, un millón y medio más
emigrados, un sistema de salud colapsado, un sector educativo
estrangulado, un aparato productivo devastado, un déficit habitacional
acrecentado y un inmenso caudal de ingresos petroleros desaprovechado
–o, más bien, dilapidado y saqueado–, constituyen la dolorosa evidencia
de ello y de que el único logro palpable de esas peculiares instancias
–o de las “tentativas” para crearlas– ha sido el progresivo
desenmascaramiento de un régimen con una infinita capacidad para generar
problemas y ningún interés –al menos sincero– en resolverlos.
Muchos
recordarán, por ejemplo, aquel anuncio de creación de una Comisión de
la Verdad para la “investigación” de los gravísimos crímenes y
violaciones de los derechos humanos perpetrados tanto el 11 de abril de
2002 como en los días subsiguientes, lo que lejos de materializarse
–pese a múltiples recomendaciones, como las contenidas en el Documento de propuestas básicas del Foro por la Vida para la constitución de una Comisión de la Verdad, del 24 de abril de 2002 (http://w2.ucab.edu.ve/tl_files/CDH/recursos/foroporlavida.pdf)–
dio paso a una infame y despiadada persecución inquisitorial de
relevantes figuras de la oposición que en nada esclareció los infaustos
eventos, pero cuyo saldo de agraviados, exiliados, enjuiciados e
injustamente condenados es un verdadero monumento a la indecencia.
Para
la historia también han quedado las caricaturescas e inmeritorias
comisiones con las que, reiterada y vilmente, se ha jugado con las
necesidades y expectativas de la sociedad venezolana, como la Comisión
Presidencial para el Manejo de la Contingencia en el Lago de Valencia,
que en 2012 propuso como “solución” definitiva al problema del constante
incremento del nivel de esa masa hídrica –según lo reseñado el 19 de
octubre de aquel año por la Agencia Venezolana de Noticias (http://www.avn.info.ve/contenido/gobierno-bolivariano-aprueba-soluci%C3%B3n-estructural-para-lago-valencia)–
la construcción, entre otras obras, de un túnel de 28 kilómetros y un
sistema de compuertas que servirían para el transvase de agua de su
cuenca al río Pao, calculando su costo en 580 millones de dólares y la
duración de los trabajos en tres años y medio, aunque –como se señala en
un trabajo publicado en Prodavinci el 7 de mayo del corriente (http://prodavinci.com/blogs/25-claves-y-promesas-incumplidas-el-agua-y-el-gobierno-venezolano-por-anabella-abadi)–
estos se iniciaron varios meses después de lo estipulado –en medio de
críticas por el negativo impacto que sobre el ambiente tendría la obra– y
luego de un año la crecida continuaba.
Pero
además –tal y como arrojó una exhaustiva investigación publicada el
pasado 26 de septiembre en la revista del Círculo de Periodismo
Científico de Venezuela,Ciencia al Día(http://cienciaaldiave.com/2014/09/26/persiste-el-deterioro-del-agua-que-consumimos)–,
el agua que llega al embalse Pao-Cachinche posee un alto contenido de
desechos orgánicos contaminantes –como materia fecal y animales muertos–
y elevadas concentraciones de elementos químicos de gran toxicidad
–como plomo, arsénico, aluminio y fósforo–, ante lo que aún se esperan
respuestas concretas de otra comisión creada en 2013: la Comisión
Presidencial para el Plan Nacional del Agua.
Lo
más grave es que la inefectividad demostrada primero por la Comisión
Presidencial para el Manejo de la Contingencia en el Lago de Valencia y
posteriormente por la Comisión Presidencial para el Plan Nacional del
Agua, no solo ha afectado a las comunidades adyacentes al lago de
Valencia y a las surtidas por el embalse Pao-Cachinche en los estados
Carabobo, Aragua, Cojedes y Guárico, sino que ahora –de acuerdo con la
mencionada investigación– ha comenzado a perjudicar a otras localidades,
ya que por el “exceso del volumen de agua del lago […], que tiende a
superar la cota de 408 metros para acercarse a la cota máxima de
seguridad, estimada en 412 metros, se inició un bombeo hacia el Valle
del Tucutunemo en Aragua y al embalse de Camatagua, que surte al sistema
Tuy que sirve a Caracas”, con lo que “se disminuyó un problema
redistribuyéndolo a más regiones”, pasando el número de afectados “de 3 a
20 millones, con la incorporación […] de la gran Caracas, Miranda y
Vargas”.
En relación con
otras comisiones, no hace falta detenerse a explicar lo que sus
rimbombantes nombres evocan a la luz del actual desastre: Comisión
Nacional de Abastecimiento Popular –Decreto 5839, Gaceta Oficial38862, 31 de enero de 2008–, Comisión Presidencial de Refugios Dignos –Decreto 8101, Gaceta Oficial 39633, 14 de marzo de 2011–, Comisión Presidencial para el Control de Armas, Municiones y Desarme –Decreto 8211, Gaceta Oficial 39673,
13 de mayo de 2011–, Comisión Presidencial para la Protección, el
Desarrollo y Promoción Integral de la Actividad Minera Lícita en la
Región Guayana –Decreto 841, Gaceta Oficial 40376, 20 de marzo de 2014–, por mencionar algunas.
Otro
estrepitoso fracaso fue la Comisión Nacional de Energía Eléctrica, cuya
creación se estableció en la Ley Orgánica del Servicio Eléctrico
–publicada en la Gaceta Oficial 5568
(Extraordinario) del 31 de diciembre de 2001– y varios años después fue
eliminada por la entrada en vigencia de la Ley Orgánica del Sistema y
Servicio Eléctrico –publicada en la Gaceta Oficial 39573 del 14 de diciembre de 2010–.
Ahora,
por si algún venezolano creía que la enrevesada dialéctica oficialista
había alcanzado el cenit del absurdo, se ha decidido constituir la
Comisión Presidencial para la Implementación del Plan Nacional de
Preparación y Respuesta ante el Ébola –o algo parecido–, como si la
prevención y promoción de la salud se tratase de tomar medidas
provisionales como mera reacción ante contingencias y no de la
permanente obligación de cualquier Estado.
Es
precisamente esa visión la que ha permitido que no diez sino mil plagas
sanitarias –fiebre chikungunya, dengue, paludismo, VIH/sida, diabetes,
cardiopatías diversas, neoplasias de todo tipo, afecciones
respiratorias, enfermedades dermatológicas, patologías bucales y un
sinfín de problemas más– estén sepultando las ya de por sí exiguas
aspiraciones de desarrollo de la sociedad venezolana.
Una
buena gestión sanitaria no se mide por el número de comisiones para
“atender” problemas específicos, sino por el grado de reducción de la
carga de morbilidad de un país a través de un trabajo continuo,
eficiente y eficaz, lo que implica la garantía de una prestación
universal e ininterrumpida de servicios de salud de calidad –y que
abarquen los tres niveles de atención–.
Por
ello, el anuncio de la creación de tal comisión solo puede ser
considerado como una nueva burla, por no hablar de la descomunal
irresponsabilidad que significa el enviar “profesionales” de la salud
sin las competencias indispensables para abordar la difícil labor
llevada a cabo por expertos, con años de riguroso entrenamiento y una
amplia experiencia, como los de Médicos Sin Fronteras, la Organización
Mundial de la Salud o los Centers for Disease Control and Prevention –organizaciones
serias y orientadas a la excelencia que se rigen por altísimos
estándares a la hora de seleccionar a su personal–.
Y
mientras los dislates se suceden –y el “Estado colectivo” hace
ostentación de su poder–, sigue alimentándose la sospecha de que en
Venezuela, desde hace tres lustros, ha operado en las sombras una
comisión –integrada por resentidos y maleantes de la peor ralea– que, al
parecer, ha sido extremadamente exitosa en la consecución de sus
objetivos: la Comisión ad hoc para la destrucción nacional.
* Profesor de postgrado de la UCAB e investigador.
No comments:
Post a Comment