Fernando Mires
Los resultados de las elecciones
parlamentarias de Ucrania no pudieron ser mejores para la causa de la
libertad, de la democracia y de la independencia de la nación.
El bloque representado por el presidente
Petró Poroschenko alcanzó un 23 % de la votación. El Frente Popular del
primer ministro Arseni Yatseniuk llegó muy cerca, con un 21,3%. Entre
ambas fuerzas suman más del 44% de la votación general. El bloque
democrático, europeísta y anti-anexionista, ha triunfado
definitivamente.
El gobierno asegura su estabilidad a
mediano plazo, aunque deberá contar con la oposición del bloque
ultra-nacionalista. Los radicales de Oleg Liashkó, al que las encuestas
daban una gran votación, alcanzaron el magro porcentaje de un 6,4%. Los
nacionalistas extremos de Svoboda, un 6,3%; y el partido populista
Patria de la ex líder Yulia Timoschenko, 7,6%. Los comunistas, los
únicos y más fieles aliados electorales de Putin, quedarán fuera si no
alcanzan el 5%, y hasta el momento parece que no lo alcanzarán.
Los tres grandes perdedores son
1) El Partido de las Regiones del
desplazado presidente Yanukovich que, después de haber sido mayoritario
en el país, alcanzó a duras penas el 7,6%.
2) Los separatistas que apostaron a una enorme abstención (que no se produjo) y, sobre todo,
3) Vladimir Putin, quien tuvo que
presenciar desde la televisión como definitivamente sus aliados dentro
de Ucrania forman una extrema minoría.
Todo eso significa que el anexionismo
ruso no solo deberá ser dirigido de ahora en adelante en contra de la
soberanía territorial de Ucrania sino, sobre todo, en contra de un orden
democrático establecido, consolidado y electoralmente legitimado en el
país.
Las revueltas que en el 2013 comenzaron
exigiendo la europeización de Ucrania han recibido el acta de
legitimación política que desde el primer momento exigieron. Si hasta
antes de las elecciones parlamentarias los separatistas apoyados desde
Moscú eran presentados como “luchadores antifascistas” por la televisión
rusa, hoy nadie podrá ocultar que Putin y sus mercenarios luchan en
contra de una mayoría democráticamente establecida.
La revolución social y popular iniciada en la plaza Maidán en diciembre de 2013 ha triunfado políticamente.
Putin les quitará el gas, los ucranianos
entumecerán de frío, pero nadie les podrá arrebatar este momento en el
cual lucharon por su independencia haciendo uso del instrumento más
democrático conquistado por las luchas políticas: el derecho a voto: El
derecho a elegir sus propios representantes sin injerencia externa.
Putin tiene las armas militares y económicas, el ejército ucraniano es
solo una fuerza simbólica, pero la legitimación política reside en el
bloque democrático, nacional y popular representado en estos momentos
por Porochenko y Yatseniuk.
Mas, independientemente a los
resultados, lo más importante es que en Ucrania ha habido elecciones. Si
antes estaba en juego la soberanía geográfica, las elecciones han
asegurado la soberanía política del país.
Es cierto: a través de las elecciones
Ucrania se ha mostrado ante el mundo como un país políticamente soberano
pero dividido. Pero ahí justamente, en esa división, reside la fuerza
de la democracia política.
La democracia, en efecto, funciona mucho
mejor cuando hay división política. Cuando no hay división, la
democracia queda a merced de quienes se apoyan en la mayoría para
ejercer la dominación total. La división y no la unidad es la condición
de ser de la democracia. Eso quiere decir que si el bloque de Porochenko
hubiera alcanzado la mayoría absoluta como una vez la alcanzó
Yanukovich, la democracia estaría más en peligro que ahora. El exitoso,
aunque no grandioso resultado del bloque democrático, lo obligará en
cambio a continuar luchando por mantener su mayoría, o, en el peor de
los casos, a realizar alianzas políticas, como debe ocurrir en todo
orden democrático.
El imperio ruso ha perdido muchos puntos
políticos en Ucrania, no hay duda. Pero eso no servirá de nada si
Europa no acoge a Ucrania en su espacio económico, político y cultural.
No hay ninguna razón para no hacerlo. Más aún: si no es ahora, no será
nunca. Frente a una Europa unida y frente a la causa de la mayoría del
pueblo ucraniano, el expansionismo ruso estará perdido. Pero si Europa
cede, aunque recurra a la mascarada de débiles o incumplidas sanciones
impuestas a Rusia, Putin recuperará Ucrania. Y no precisamente con
medios políticos.
Faltan solo cinco minutos para las 12, hora de Ucrania.
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