Editorial El Nacional
Eulogio
del Pino fue un hombre de confianza de Rafael Ramírez, ex presidente de Pdvsa,
aunque hoy dudamos que lo siga siendo porque así como a su lado ocupó altos
cargos operativos y ejecutivos en Petróleos de Venezuela, ahora ya no necesita
ese empujoncito rojo-rojito.
Sin
embargo, una cosa es tener el apoyo del PSUV y otra muy distinta gozar de la
confianza y la credibilidad de los mercados internacionales. Cuando se
enteraron del nombramiento de Eulogio, se desplomaron los bonos y los bancos de
inversión dejaron el pelero. Con Ramírez se cometían errores, pero con Eulogio
lo que viene son derrames y estallido de oleoductos.
Aunque
Chávez prohibió las “colitas” en los aviones de Pdvsa, Eulogio debuta con
tremenda colita a Jaua, su suegra y la niñera, cuyo tetero era un revólver calibre
38. La gracia se le convirtió en morisqueta.
Pero Del
Pino tuvo, tiempo atrás, sus quince minutos de fama que le granjearon la
simpatía de Chávez cuando ocurrieron los derrames que contaminaron las
aguas del río Guarapiche, originados supuestamente por un negligente manejo de
instalaciones y equipos dejados a la buena de Dios por unos trabajadores que
fueron convocados a Caracas para participar en una concentración del PSUV.
Falsa
o verdadera esta versión sobre las causas de la tragedia ambiental que todavía
golpea el ecosistema y a la población del estado Monagas, lo cierto es que Del
Pino se catapultó hacia la celebridad al beber, en un acto de prestidigitación
asistida –nada por aquí, nada por allá–, de una botellita que supuestamente
contenía agua del río para “demostrar” a la ciudadanía que estas eran puras,
cristalinas y potables. Le faltó asegurar que, además, eran curativas.
Al
flamante presidente de Pdvsa se le achacan graves desatinos en el ejercicio de
las funciones de dirección que le ha tocado desempeñar a lo largo de su
carrera; sin embargo, ahí sigue batallando; fue él quien, en su carácter de
vicepresidente de Exploración y Producción de la petrolera estatal, aseguró que
la producción iba como un cohete cielo arriba, pero al bendito cohete se le
acabó la mecha y se vino en picada.
En su
haber cuenta con las explosiones e incendios ocurridos en Amuay, en 2012, con
su doloroso saldo de muertos, heridos y desaparecidos, además de los daños
materiales a las viviendas militares construidas dentro del campo, algo que
está prohibido.
Veamos
con qué acto de magia sorprende este ilusionista a los pescadores a propósito
de los derrames ocurridos nuevamente en Amuay, que un comunicado oficial
atribuye a las “torrenciales lluvias que generan cambios en la dirección de los
vientos”.
El hecho
es que “se detectó hidrocarburo liviano que se desplazó hacia la bahía de
Amuay, en el municipio Los Taques”. Es decir, hay allí un nuevo desastre
ecológico, otro más en la cadena de incidentes negativos que infectan y tiñen
de negro nuestras costas. Ante esta situación tendemos a dar por válida la
afirmación de quienes sostienen que si a esa empresa la enfermó Ramírez, Del
Pino la agravó.
Vía El Nacional
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