En: http://www.lapatilla.com/site/2014/10/30/vladimiro-mujica-el-fin-de-la-ilusion/
Vladimiro Mujica
Crecen las evidencias de que el desencanto avanza en el sector de
nuestro pueblo que todavía cree en el espejismo que alguna vez sembró
con su carisma el comandante Chávez. No puede ser de otra manera, porque
no hay manera de que la gente siga cerrando los ojos ante lo que
aparece cada vez más como un proyecto ruinoso en grado extremo para
Venezuela.
Un elemento especialmente impactante del caso venezolano es la
comparación con los otros países del de la así llamada Alternativa
Bolivariana para las Américas, especialmente Ecuador y Bolivia, dos
países que hace 10 años estaban en mucho peor condición que Venezuela en
literalmente todos los aspectos económicos y sociales y que contaban
con una base de recursos mucho más precaria. La realidad hoy es no
solamente que la calidad de vida en estos dos países es mucho que la
venezolana, sino que se han logrado avances muy importantes en impulsar
transformaciones esenciales en la sociedad.
El anti-milagro venezolano es no solamente desconcertante, sino
profundamente vergonzoso. Mientras que Ecuador emprende la ambiciosa
aventura de creación de Yachay, una universidad tecnológica de primera
que está atrayendo un considerable interés internacional, Venezuela se
empeña en destruir a sus universidades. Al tiempo que Ecuador y Bolivia
tienen una inflación de menos del 10%, Venezuela se aproxima a una
inflación alucinante que terminará en un número mayor al 60% a finales
de año.
La reciente reelección de Evo Morales en Bolivia es especialmente
aleccionadora porque independientemente de la indiscutible tentación
autoritaria, Morales se ha revelado como un líder que ha avanzado en
reducir las tensiones sociales en un país que tenia y todavía tiene
abismales diferencias sociales asociadas a la discriminación racial. A
pesar de muchas cosas, quizás Bolivia necesitaba a alguien como Morales
pero creo que ya se puede decir con certeza que el chavismo fue un
pésimo atajo para Venezuela y que la supuesta solución revolucionaria ha
terminado por traicionar al pueblo que la apoyó.
A la inusitada incompetencia y corrupción en los asuntos del estado,
hay que añadirle un grado desbordado de corrupción que esta llevando al
país a una creciente situación de ingobernabilidad. El último episodio
de la disfuncionalidad del estado es el manejo del enfrentamiento entre
los colectivos armados y la policía que ha llevado a que funcionarios
del mismo gobierno califiquen alternativamente cómo héroes o como
criminales a los miembros de los colectivos caídos en circunstancias
dudosas en enfrentamientos con los cuerpos de seguridad.
En un sentido pavorosamente real la oligarquía chavista ha
traicionado el legado de Chávez. O mejor dicho, lo que sus simpatizantes
interpretaban como el legado del comandante. Porque si al caso vamos el
desastre que estamos viviendo no comenzó con Maduro sino con Chávez,
pero los seguidores del comandante lo perciben de otra manera.
Pareciera que una parte importante de lo que sigue manteniendo a
flote al gobierno de Maduro es la inhabilidad de la oposición para
transformarse en un verdadero movimiento de resistencia ciudadana. Eso y
el miedo de la población de que cuando el chavismo se sienta realmente
amenazado en el control del país reaccionará con violencia y represión.
El fin de la ilusión por la revolución del atraso y la vergüenza se
aproxima irremediablemente. Pero es probablemente imposible predecir las
condiciones en que esto ocurrirá. Por ahora el país sigue su rumbo
incierto y precario, signado por la incertidumbre y el manejo artero de
la desinformación como estrategia de control y miedo. Hoy más que nunca
es necesario pensar en las claves del reencuentro que despejen el camino
para que los descontentos del chavismo miren en la dirección de la otra
mitad del país. Un paso indispensable para impedir que Venezuela se
torne en una nación inviable, cuando venga el despertar de esta
pesadilla.
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