En: http://prodavinci.com/blogs/yordano-backstage-en-tercera-persona-por-willy-mckey/
Por Willy McKey
1. “Vi Wolverine… y me convertí en fan”.
El hombre de quien voy a hablarles sabe sanarse a sí mismo, conserva
amigos desde hace más de tres décadas y hace canciones junto a ellos.
Ninguno de esos tres talentos tendría sentido sin los otros dos.
Dentro de unos segundos Yordano Di Marzo va a tocar treinta canciones compuestas por él. Todas han sido ordenadas en un set-list a partir de nociones personalísimas de la geometría descriptiva que el cantautor aprendió en los salones de Arquitectura.
Y hoy es domingo, la tercera fecha de un ciclo que agotó todas las entradas en apenas horas. No hay prensa en el backstage.
Los periodistas que no lo han visto esperan que abran las puertas para
poder cantarlo todo desde el segundo cero. Mientras tanto, en el
camerino más próximo al escenario (no necesariamente el más amplio),
Yordano se cuida la voz y no toca nada del catering que se mantiene
intacto. Se distrae comentando la película que vio la noche anterior. Se
ha vuelto fan de James Logan, ese mutante capaz de regenerarse inmediatamente después de cualquier lesión. Vio X-Men Origins: Wolverine
y se ha propuesto ver la serie entera, teniéndolo a él como punto de
partida. “Vi Wolverine… y me convertí en fan”, me dice. También vio X-Men: First Class, así que tiene pendiente X-Men: Days of Future Past. Le gusta ver las sagas en su casa y en el orden que necesita. Y eso no siempre coincide con la cartelera.
Sí, este hombre sabe cómo sanarse a sí
mismo. Pero además tiene el hermoso plan de curarnos a punta de música.
Incluso a quienes ignoramos estar enfermos de nosotros.
2. Como hace treinta años.
Este concierto no esconde nada: todos sabemos qué lo motiva y por qué
en unos minutos se iba a aplaudir tanta valentía sonando en el Teatro
Chacao. El escenario está desnudo y confeso. Incluso esos escondites de
tela negra que los conocedores llaman “patas” y sirven para entrar y
salir de escena (o para esconderse del público) han sido retirados. Ni
el más feroz de los silencios podría decir que entre aquel primer
concierto del disco negro y esta noche han pasado tres décadas en vano.
Todo el equipo de montaje tiene el mismo entusiasmo de aquella panda de
veinteañeros que oían lo que se grababa en La Florida. Para esa
generación, este concierto debe ser un asunto personal.
El mood industrial recuerda más
a una década que a algún lugar. Los treinta años del disco negro son,
apenas, efeméride y coartada: esto es un intento más de la música para
ver si puede sacar lo mejor de cada uno de nosotros. La mezcla de negro y
metal de los andamios, que ubica a la percusión de un lado y la batería
del otro, con tres metales en medio y a lo alto, se compensa con una
colorida batería de luces. Y una pantalla dividida en cuatro paneles
pende de la tramoya, coronando la escena que tiene como eje visual una
especie de puerta cubierta con una tela blanca.
La diferencia de tiempo que distancia la llegada al escenario de los músicos de la del frontman es
menor a la media hora. Eddy Pérez, el director musical de Yordano desde
hace más de treinta años, está sentado conversando con la joven hija de
Biela Da Costa, Valeria Falcón, mientras su papá, ese genio llamado
Álvaro Falcón, termina de probar sonido.
Álvaro es la particularidad de esta
función. No estuvo en las otras dos y Yordano está muy pendiente de
probar la pieza que van a tocar juntos, así que entra a la escena,
saluda brevemente y detrás de él trae todo el blues que cabe en Chacao,
metido en tres guitarras.
ordano tiene una excusa maravillosa para
explicar por qué a veces se pierde en las letras de sus canciones: dice
que algunas le gustan tanto que prefiere ponerse a escucharlas y “a
veces me quedo escuchándolas demasiado”. Hoy va a pasarle en alguna que
otra ocasión (en dos, para ser exactos). Lo bueno es que en días como
éste no faltará quien se las recuerde.
3. “Eso lo aprendí en un examen de Geometría Descriptiva 3″.
La urgencia en ensayar el blues “No paro de temblar” se debe a que está
ubicado en un lugar especial del set-list del concierto: en esta
tercera función, Yordano quiere brindarle un pequeño homenaje a Eddy
Pérez. No será poca cosa: van a dedicarle “Perla negra” mientras se
proyectan imágenes de la agrupación inicial, con Eddy al frente. Él, por
supuesto, no sabe nada y Yordano y Álvaro intentan no soltar prenda.
Ha sido difícil guardar el secreto, pero
lo lograron en buena medida. Cuando una amistad logra rebasar la
cantidad de tiempo que las leyes consideran como pena máxima, bien vale
la pena tener uno de esos gestos que la alquimia del afecto convierte en
sorpresas.
El orden de las canciones de hoy lo han
acordado juntos, pero hace tres décadas Enrique Porte era el encargado
de aquello. “Él manejaba muy bien la idea del ritmo dramático y estuvo
estudiando desde los conciertos de rocanrol hasta los musicales. Yo tuve
que aprender, porque ahora que no lo tengo a él me encargo de hacer el
set-list… y, bueno, yo tengo mis tiempos”.
El recuerdo de un examen de Geometría Descriptiva 3 en la universidad
(donde de 60 alumnos sólo pasaron 3) tiene en Yordano Di Marzo una
política propia del set-list: la mayor parte del tiempo se irá buscando
el concepto, pero esperar el orden vale la pena. El set-list que está
puesto en todas las esquinas posibles (con canciones mucho mayores que
Miguel Ángel y Thalía, los coristas de hoy) se ha construido bajo el
espíritu de la perspectiva, el cut-and-paste, la visión de la estructura dramática de Enrique Porte y la euforia de los conciertos de The Rollings Stones, todos sometidos por el timing del líder de la banda.
4. Diego Álvarez + Álvaro Paiva & Nené Quintero + Camila.
En el extremo derecho de la tarima, según lo verán los espectadores, se
guarecen dos genios de la percusión de distintas generaciones.
Practican juiciosos y empiezan a ordenar todos sus aperos, cascabeleando
mientras Álvaro Falcón descoce el sonido. Uno de esos genios es Carlos
“Nené” Quintero. El otro es Diego “El Negro” Álvarez, el hijo de
Morella, uno de los protagonistas del momento rutilante que vive el
talento sonoro criollo y quien junto a Álvaro Paiva Bimbo formó parte de
la génesis del Rock & MAU que hoy llena salas cruzando públicos y
llevando la música hecha en Venezuela a otro nivel… como decían de
Yordano y su gente en 1984.
Es precisamente Paiva quien recuerda la
épica de Quintero convertido en el percusionista de Eros Ramazzotti,
cuando durante una temporada los vestuarios de Armani aparecían
mágicamente en el armario de los hoteles o cuando una temporada de
verano en Europa no contó con que uno de los escenarios donde se iba a
tocar quedaba en una estación de esquí de los Alpes.
Desde que Sietecueros dejó de ser Sietecueros, Melao dejó de ser Melao
y Yordano supo quedarse con lo mejor de las dos bandas, Nené Quintero
es una de esas ganancias. Desde finales de 1983 forma parte de esta
nueva receta urbana, el mismo año en que nació una de las personas que
tiene más cerca a Yordano y hoy es la encargada de soltar las visuales:
Camila Di Marzo, un nombre que ya a todos les suena por cuenta propia.
Ella vigila el arte que se proyectará en las cuatro raciones de
pantalla, pero además ha sido la encargada de proteger con celo las
fotos ochenteras de Eddy Pérez para que no se arruine la sorpresa. Si no
calculo mal, el amor por su viejo y el pacto sonoro entre Nené y
Yordano deben tener casi la misma edad.
5. “Y entonces yo pregunté: ¿Y La Lupe?” Quintero fue
quien le puso a Yordano en el oído la voz de la hija de Canelita. Y si
usted ha escuchado a Trina Medina sabe que esa mujer es un evento
telúrico, no una cantante y nada más. Después de nombrar a Eddy Pérez y
al Nené Quintero, ella es quien sigue en el orden temporal de la
complicidad con Yordano, quien alguna vez quiso dar con La Lupe pero
terminó consiguiendo a una amiga que suena para siempre y dejó a la
mismísima Yiyiyi convertida en anécdota. Comparte el camerino con
Mariaca Semprún, quien ya es una suerte de embajadora de la música de La
Tirana. Así que en el mismo cuarto y compartiendo espejos, Yordano
puede decir que tiene finalmente a La Lupe montada en el escenario, sólo
que en una derridiana versión deconstruida.
Nadie menciona a la enfermedad. No es
necesario: quienes hacen música saben que lo que se dice cantando se
vuelve verdad. Y si están haciendo música con Yordano, también están
sanando con él. Las maneras de referirse al obstáculo varían: estar en
las malas, superar todo esto, el momento que estamos pasando. Siempre
conjugado en plural: ni los amigos ni las canciones merecen estar solos
contra el silencio ajeno.
6. Yuri. Si
quisiéramos volver al imaginario Marvel con el cual Yordano cerró su
sesión de ficción de anoche, Yuri, la misma “mi amada Yuri” que
él mencionará cuatro veces en el concierto, bien podría ser Storm. Ella
es la mujer capaz de modificar el clima si es necesario para que
Wolverine pueda regenerar todo lo que su música toque y, al mismo
tiempo, traerle la calma y el sosiego. Mientras Yordano conversa, Yuri
logra elevarse y verlo todo con buen juicio. En la brevedad de las
distancias que permite estar en un camerino, nos pasa por al lado. Y así
puedo ver cómo a sus manos llegan el agua, el vino y hasta unas gotas
que me permiten creer a ciegas que ellos dos, juntos, pueden contra
todo. Decir que no ha dejado de sonreír sería una tontería: en una serie
de tres fechas consecutivas, con la taquilla agotada y todo el trabajo
que eso implica, tiene mucho más mérito que Yuri sepa sonreír justo a
tiempo. Y ella lo hace. Su voz lo avisa todo. Ha llegado la hora de
empezar la tercera y, por ahora, última función de este
concierto/aniversario. Son tres funciones en las cuales el hombre que
ama se convirtió en algo mucho más importante que el frontman
de una banda de amigos. Es posible que haya más funciones, sí, pero en
ninguna otra estará la mirada con la que apenas diez minutos más tarde
de lo que prometen los tickets veo que Storm acompaña a Wolverine, como
si avanzara hacia otra sesión de la única medicina infinita: su música
convertida en convocatoria, en canto común, en una verdad que cura
porque suena. Y cuando esto pasa es sabido que algo bueno tiene que
pasar, algo bueno tiene que llegar.
***
7. BONUSTRACK // YORDANO a 30 años del disco negro: el concierto. Si
Yordano es el Wolverine de la canción urbana venezolana, quien está
encargado del sonido esta noche es el Profesor X de las cónsolas
locales. Germán Landaeta está al mando de todo lo que suene entre las
duras paredes del Teatro Chacao, con cada una de sus resonancias y cada
uno de sus ecos. A su lado está Sergio Pérez, otro del Team X que vamos a
empezar a echar de menos en segundos. Todo comienza con un video que
muestra las manos de Kail Lovera, el ingeniero de sonido de Yordano que
no pudo estar en los conciertos, sacando de la carátula el disco negro,
colocándolo en el tocadiscos y limpiándolo como si se tratara de un rito
que revive la memoria. Las luces se apagan en lo que empiezan a sonar
los metales de “Bailando tan cerca”, que se detienen de inmediato.
Aquella tela blanca nos muestra una silueta inconfundible desde hace
treinta años: las piernas abiertas y el entrompe italiano de El Padrino 2
fundidos en la misma poética de la escena. Arranca el exorcismo del
“Por estas calles” que se quisiera dejar atrás y lo que suena es un
camión de música. Un intento por conversar se ve eclipsado por deseos de
salud en voz alta que decantan en un “Bueno: esta canción es para
ustedes” y suena “A la hora que sea”, con un segundero proyectado que no
logra castigar el ritmo. La tercera pieza es “Media luna” y ahí vuelve a
truncarse la idea de conversar: la euforia puede hacer cualquier cosa,
menos callar. No es sino después de agotar un poco las gargantas con
“Locos de amor” que, como preludio a “Vivir en Caracas”, Yordano puede
hacer un repaso de lo que nos ha traído hasta acá. Aparece Mariaca
Semprún y todos intuyen que vienen “Manifiesto” y “Quiero vivir”, esas
canciones con las que arrancó el año. “Siempre la brisa” devuelve todo a
la intimidad, preparando el terreno para la ternura de cantar “Llueve
sin parar”, dedicada a la menor de sus nenas que vive en Nigeria, con su
mamá.
Y ahí arrancaron las canciones de la
noche celebrada: “Chatarra de amor”. El camión de música ya estaba
convertido en un convoy indetenible que, además, fue capaz de subir
todavía más el nivel de buena vibra que llenaba el teatro con “Algo
bueno tiene que pasar”. Desde ese rascacielos rítmico, Yordano se
aseguró la compañía de las voces lanzando un par infalible: “No queda
nada” y “Ella se fue”. La tristeza ha sostenido históricamente a la
canción por una razón vital: es cuando más se necesita que las palabras
obedezcan al ritmo de la urgencia. Pasa lo mismo con la rabia: “No voy a
mover un dedo” se vuelve renuncia colectiva. El buen rollo se retoma
con “Hoy vamos a salir”, pero es una decisión más rítmica que temática,
cuyo destino es la síncopa de “Aquel lugar secreto”. Era inevitable el
ejercicio memorioso de “Manantial de corazón”, una de esas canciones que
hasta quienes pecan de juventud se saben sin errores en la letra. Fue
la antesala a una suerte de intermedio que tuvo como protagonistas a
Nené Quintero y Diego Álvarez, además del maestro Sardá en la batería:
“Bailando tan cerca” arreglada para durar el cambio de vestuario
requerido. El maestro vuelve con sombrero y llama al monstruo de Álvaro
Paiva Bimbo para tocar la novísima “Una vez más”, también con el cajón
de El Negro brillando. Y entonces le toca a “Perla negra”, cuyo
asterisco marcado en el orden cobra sentido: Eddy Pérez es conminado a
escena, Yordano no tiembla al decir que “Eddy Pérez ha sido, por mucho,
mi relación más larga”, demostrando la nobleza de quien conserva
secuaces con más tres décadas de complicidad. La guitarra legendaria de
Álvaro Falcón se suma a la del tocayo: son cuatro guitarras sonando con
“Perla negra” y Trina Medina embrujándolo todo. Las dos docenas de
cuerdas y los lentes oscuros ceden al blues que ensayaban al principio
de este domingo: “No paro de temblar” sirve de cortina profunda a “No la
toquen más”. Dejar atrás toda esa marea de sonido lo envalentona:
Yordano y su guitarra se enfrentan solos al teatro lleno. “Todo el amor”
lo blinda y uno siente el amor mutante convertido en escapulario.
Cuando arrancaron el intro de “Días de junio” la banda no podía saber
que el público se pondría de pie, como si el concierto hubiese llegado a
su clímax. Sonaron como pocos lo logran. La travesura de “Muñeca de
lujo” sirvió para que Trina Medina se acomodara: desde que pisó el
escenario todos sabían que “Madera fina” era una fija. Mariaca se suma y
una versión “Otra cara bonita” sirve de pieza final. Ni siquiera la
flojera propia de los protocolos logró romper el ánimo. Mientras la
Alcaldía de Chacao le entregaba la Orden Juan Liscano a Yordano, la
gente repetía que quería una más. Cualquiera. Condecorado antes por el
rocanrol que por los municipios, una versión de “Locos de amor” con
epígrafe de The Roling Stones mandó a la gente a sus casas. O
mejor dicho, a Caracas. Esa ex-novia que esperaba afuera a quienes le
contaran que su cantante de hace años está con una más bonita que ella:
la esperanza.
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POST-DATA. Minutos después de la
publicación de este post, Yordano confirmó dos nuevas fechas: 9 y 10 de
Noviembre de 2014. Una de esas fechas servirá para el tratamiento de
Yordano y la otra se destinará a ayudar a Migdaler Acosta, La Nené, una
chica de Maracay que también necesita un trasplante de médula. Creo que
es responsabilidad de todos volver a agotar la taquilla. Eso y que se
nos vuelva un hábito ayudar al otro, entendiendo que sonar juntos es
algo más que ruido.
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