ANTONIO A. HERRERA-VAILLANT
| EL UNIVERSAL
jueves 30 de octubre de 2014 12:00 AM
Muchos se deprimen o tiran la
toalla cuando en su país un 30% aproximado de encuestados indica apoyo a
un régimen que permanentemente ofende la inteligencia de toda persona
medianamente consciente. Pero hay que analizar la composición y calidad
de ese 30%.
Veamos un país donde la mayor votación del Partido Comunista apenas superó un 3.25% en 1946 y de nuevo en 2012; con un promedio histórico menor al 2% durante más de medio siglo -y sumemos otro tanto de simpatizantes viscerales, para asignar al extremo fanático y dogmático del espectro político un 5% en la encuesta.
Ese sería el verdadero tamaño la izquierda "carnívora" en esa sociedad, aunque en situaciones inauditas la misma intolerante e insignificante minoría se vuelva semillero de reclutamiento para los principales nichos de un poder incalculable y abusivo.
Sigamos con el 30%: Si cerca del 10% de la población compone la desproporcionada nómina estatal de funcionarios, empleados públicos, militares y contratistas, puede calcularse que por lo menos la mitad de ellos temerá por su puesto con cualquier cambio de régimen (o no confiará en la confidencialidad de encuestas hechas en medio de un ambiente opresivo). Eso suma por lo menos otro 5%. Ya vamos por 10% de esos encuestados.
Luego hay otro 5% de quienes se dedican a cualquier tipo de delito: corrupción, narcotráfico, secuestro, juego, contrabando. Esa caterva de gente dará siempre casi total apoyo oportunista a toda situación donde puedan delinquir a sus anchas. Ya vamos entendiendo a la mitad del famoso 30% (con algún solapamiento de grupos).
Ahora: ¿qué sociedad moderna no contiene al menos un 15% de población simple y marginal? Y si esa gente vive exclusivamente de dádivas oficiales y es bombardeada de amenazas de perderlas si cambia el régimen la respuesta será igual -en Recife, Detroit, o Buenos Aires. Si además existe temor a contestar "mal" una fulana encuesta el ignorante cautamente repetirá como loro las consignas oficiales.
Entonces no se justifica paranoia o depresión por un 30% desgraciado que es casi universal y por mayoría se aferra a los zapatos de cualquier poder de turno.
Lo que corresponde es no dejarse obnubilar, enfatizar lo positivo, y movilizar a los dos tercios de ciudadanos que anhelan el progreso y la superación -más aún si durante años una mayoría ha resistido tenazmente y sin claudicar a los intentos de imponer contra natura un despotismo totalitario en una nación que por irrenunciable vocación se aferra a la democracia, la dignidad y la libertad individual. El agua toma siempre su nivel.
Veamos un país donde la mayor votación del Partido Comunista apenas superó un 3.25% en 1946 y de nuevo en 2012; con un promedio histórico menor al 2% durante más de medio siglo -y sumemos otro tanto de simpatizantes viscerales, para asignar al extremo fanático y dogmático del espectro político un 5% en la encuesta.
Ese sería el verdadero tamaño la izquierda "carnívora" en esa sociedad, aunque en situaciones inauditas la misma intolerante e insignificante minoría se vuelva semillero de reclutamiento para los principales nichos de un poder incalculable y abusivo.
Sigamos con el 30%: Si cerca del 10% de la población compone la desproporcionada nómina estatal de funcionarios, empleados públicos, militares y contratistas, puede calcularse que por lo menos la mitad de ellos temerá por su puesto con cualquier cambio de régimen (o no confiará en la confidencialidad de encuestas hechas en medio de un ambiente opresivo). Eso suma por lo menos otro 5%. Ya vamos por 10% de esos encuestados.
Luego hay otro 5% de quienes se dedican a cualquier tipo de delito: corrupción, narcotráfico, secuestro, juego, contrabando. Esa caterva de gente dará siempre casi total apoyo oportunista a toda situación donde puedan delinquir a sus anchas. Ya vamos entendiendo a la mitad del famoso 30% (con algún solapamiento de grupos).
Ahora: ¿qué sociedad moderna no contiene al menos un 15% de población simple y marginal? Y si esa gente vive exclusivamente de dádivas oficiales y es bombardeada de amenazas de perderlas si cambia el régimen la respuesta será igual -en Recife, Detroit, o Buenos Aires. Si además existe temor a contestar "mal" una fulana encuesta el ignorante cautamente repetirá como loro las consignas oficiales.
Entonces no se justifica paranoia o depresión por un 30% desgraciado que es casi universal y por mayoría se aferra a los zapatos de cualquier poder de turno.
Lo que corresponde es no dejarse obnubilar, enfatizar lo positivo, y movilizar a los dos tercios de ciudadanos que anhelan el progreso y la superación -más aún si durante años una mayoría ha resistido tenazmente y sin claudicar a los intentos de imponer contra natura un despotismo totalitario en una nación que por irrenunciable vocación se aferra a la democracia, la dignidad y la libertad individual. El agua toma siempre su nivel.
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