Eugenio G. Martínez
Las últimas mediciones de opinión
pública podrían hacer suponer a los sectores de oposición que están
cerca de un triunfo incontestable en los comicios legislativos del año
2015. Según el IVAD[1],
el bloque político coyuntural opositor aglutina a 52,5% de los
ciudadanos y el bloque chavista congrega a 33% de los electores. Por
otra parte, Datanálisis reporta que por primera vez en 11 años quienes
se autodefinen como opositores representan a 38% de la población, mientras que quienes se autodefinen como chavistas aglutinan a 28,9% de los electores.
¿Pero cómo podrían comportarse estas
personas frente a la máquina de votación? Según el IVAD, 27,6% de los
ciudadanos dice que podrían votar por los candidatos del oficialismo a
la Asamblea Nacional, mientras 45,2% asegura que sufragarían apoyando a
los aspirantes de unidad de la oposición. Al día de hoy, 27% no sabe o
no contesta sobre cuál bloque de candidatos se inclinaría a respaldar el
próximo año.
El estudio del IVAD aún no valora (por
la ausencia de elementos) cómo podrían comportarse quienes dicen votar
por el chavismo o por la oposición cuando conozcan el nombre y apellido
de sus aspirantes a curules en el Parlamento.
En este estudio también se analiza un
segundo escenario, en este caso para la elección de una Asamblea
Nacional Constituyente en el cual la oposición acude dividida en dos
bloques. Ante este escenario, el 25,4% de los ciudadanos dice que
votaría por los aspirantes revolucionarios, 23,5% asegura que apoyaría a
los postulados por “La Salida” y 23,4% sufragaría por los candidatos de
la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
Datos similares se encuentra en un trabajo de Consultores 21[2]
enfocado en las principales zonas urbanas del país: mientras 48% de los
ciudadanos dice que podría votar por las candidatos de la MUD, 33%
asegura que lo hará por los aspirantes del PSUV. Sin embrago,
Consultores 21 también valora el escenario en que la oposición presente
fórmulas distintas. En esta hipótesis, 26,8% dice que votaría por los
candidatos apoyados por Henrique Capriles Radonski, Primero Justicia,
Acción Democrática y el resto de partidos de la MUD, mientras 24,6%
asegura que respaldaría a los aspirantes identificados con Leopoldo
López, María Corina Machado y Antonio Ledezma. Un tercio de los
electores seguiría votando por el PSUV.
Las encuestas en este momento dicen que
la unidad puede ganar los comicios, es cierto. Sin embargo, en el
hipotético pero no descartable escenario en que la oposición acuda
dividida a las elecciones parlamentarias de 2015 dificilmente obtendrá
la victoria.
Para muchos analistas no existe
inconveniente con esta división, porque al sumar la votación de los dos
grupos opositores se supera ampliamente al chavismo. Quienes así piensan
no incluyen en su análisis que el sistema electoral que se emplea en
Venezuela desde 2009[3] sobrerrepresenta a los grupos mayoritarios y castiga a las minorías. En otras palabras, penaliza la falta de unidad.
Los resultados de las últimas elecciones parlamentarias colocaron a Venezuela en el centro de los estudios sobre mayorías manufacturadas[4],
un concepto que se aplica entre los académicos e investigadores
electorales para definir los resultados de una elección a cuerpos
colegiados cuando una fuerza política que no logra la mayoría absoluta
de los votos obtiene la mayoría absoluta de los escaños, en virtud de
los efectos del sistema electoral.
Pero para continuar con el análisis es
necesario realizar una aclaratoria políticamente incorrecta entre el
electorado pro-opositor: no es cierto que la oposición obtuvo la mayoría
de los votos en las elecciones del año 2010. De ser cierto, el sistema
electoral la hubiese sobrerrepresentado en el Parlamento. En sentido
estricto, lo que sucedió fue que los candidatos de la alianza opositora
obtuvieron 47% de los sufragios y el PSUV capitalizó 48,5%. El resto de
los votos pertenecen a partidos disidentes del chavismo e incluso de la
oposición.
No obstante, gracias a la
sobrerrepresentación de mayorías, al obtener 48,5% de los votos el
chavismo pudo capitalizar 59% de las curules en el Parlamento[5],
una asignación que hubiese resultado aún más desproporcionada si la
oposición no hubiese obtenido la mayoría de los votos en el estado
Zulia, lo que el sistema electoral premió con la mayoría de los
parlamentarios de ese estado en detrimento del chavismo.
Como bien ha explicado en el pasado Giovanni Sartori[6],
el sistema electoral puede constituirse como el elemento de más fácil y
mejor manipulación para transformar el juego político. Académicamente,
el sistema que se usa desde hace cinco años en Venezuela se define como
orientado a propiciar una mayoría parlamentaria casi absoluta de la
fuerza que obtenga el mayor número de votos, sobrerrepresentando a las
fuerzas grandes y subrrepresentando (o excluyendo) a las medianas y
pequeñas.
Ilustremos la literatura académica con
una proyección: supongamos que los resultados de la elección
presidencial del año 2013 se repiten sin ninguna variación en las
elecciones legislativas del año 2015. Para este ejercicio se parte de la
premisa de que los rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE) no
modificarán las circunscripciones de votación que se usaron en el año
2010 y que todos los electores que votaron por Henrique Capriles
Radonski lo harán por candidatos de la oposición y todos los electores
que votaron por Nicolás Maduro lo harán ahora por los candidatos del
PSUV a la Asamblea Nacional.
En abril de 2013, la diferencia entre la
oposición y el chavismo fue de 1,49 puntos porcentuales. Si Venezuela
en realidad tuviese un sistema de representación proporcional como lo
establece la Constitución Nacional, la composición del Parlamento
debería ser muy similar a esta paridad en la votación. No obstante, al
tener un sistema que sobrerrepresenta a las mayorías, si el chavismo
repite su votación de la elección presidencial obtendría 99 diputados,
reduciendo a la oposición a sólo 66 diputados.
En el supuesto que se concretaran las
tendencias de votación que se reflejan en el estudio de Consultores 21,
el PSUV con apenas un tercio de los votos podrían obtener hasta 136
curules[7],
mientras la división de la oposición la condenaría a solo 28 curules,
24 de éstos al bloque de la MUD y apenas 4 al bloque de los partidos que
representan a “La Salida”.
“El ganador se lo lleva todo”, o prácticamente todo, es la mejor forma de resumir los efectos del sistema electoral venezolano.
No obstante, la sobrerrepresentación
favorece a cualquier bloque político. Si en el ejercicio con los
resultados de la elección presidencial de 2013 se asigna a la oposición
el apoyo de 51% de los votantes, entonces quienes adversa al chavismo
podrían obtener hasta 99 curules. De ahí la resistencia de varios
técnicos electorales del PSUV a avalar la aprobación de este sistema en
1999.
Todos los factores políticos conocen la
perversión del sistema. Incluso los partidos de oposición. La duda en
este caso es si, conociendo la penalización por la falta de unidad, se
atreverán a presentar distintas candidaturas, una acción que
inevitablemente provocará su derrota, sin importar lo mal que luzca
Maduro en los estudios de opinión pública.
En el caso del chavismo la interrogante
es distinta. La disciplina de bloque impuesta por Hugo Chávez hace casi
inviable que fórmulas alternativas al PSUV se presenten con opciones
reales de triunfo. Por eso la duda en este caso es si la mayoría del
chavismo en el Parlamento tratará de volver a modificar la Ley Electoral
(como ya ocurrió en el 2009) para compensar la tendencia sostenida de
pérdida de aceptación de la Revolución Bolivariana.
Por último, la proyección de los
resultados electorales para 2015 también debería incluir otras
variables. O al menos ésta: la fecha de la elección (muy relacionada
con los distintos anuncios económicos por venir) y la posibilidad de que
el nuevo CNE sucumba a los deseos oficiales de adelantar los comicios
parlamentarios. Incluso, la reedición de un “Dakazo” o la posibilidad
de hacer primarias para escoger a los candidatos.
En definitiva: paralizarse porque las
encuestas de hoy decretan la victoria de la oposición o la derrota del
chavismo podría ser la peor forma de analizar el futuro electoral del
país.
*
[1] El estudio del IVAD se realizó a través de una encuesta por muestreo. De acuerdo con el reporte de IVAD, el tamaño de la muestra fue de 800 entrevistas en hogares. El trabajo de campo culminó el 29 de septiembre de 2014. El estudio tiene un nivel de confianza de 90% para errores máximos admisibles entre+/- 1,27% y +/- 2,91%.
[2] El estudio de Consultores 21 se realizó del 27 de septiembre al 2 de octubre de 2014. Consistió en 1.000 entrevistas en hogares de las principales ocho zonas urbanas del país para un error muestral de +/- 3,16%
[3] En 2009 la Asamblea Nacional sin representación de la oposición derogó la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política para aprobar la Ley Orgánica de Procesos Electorales. Este cambio provocó que se adoptara un sistema electoral similar al empleado en México que permitiera lo que se ha llamado la dictadura del PRI
[4] El concepto de Mayorías Manufacturadas está ampliamente desarrollado en el estudio de Arend Lijphart (1994) “Electoral System and Party System. A Study of twenty seven democracias, 1945-1990”. Oxford University Press. New York.
[5] Sin la modificación de las circunscripciones de votación y de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política el chavismo hubiese obtenido 10 diputados menos, diputados que debieron asignarse a los grupos minotarios del propio chavismo o de la oposición.
[6] La bibliografía de Giovanni Sartori es abundante, pero para centrarse en el tema de cómo los cambios en la legislación electoral pueden manipular los resultados el texto más cercano al caso venezolano se encuentra en la investigación titulada “Ingeniería Constitucional comparada. Una investigación de estructuras, incentivos y resultados”. Estudio auspiciado por el Fondo de Cultura de México.
[7] Para obtener esta conclusión se utilizan de base de los resultados de la encuestas de Consultores 21 y se supone que el PSUV obtiene 33% de los votos en todas las circunscripciones (para elegir a los diputados nominales) y en la votación de cada estado (para elegir a los diputados tipo lista) mientras los dos bloques opositores obtienen 26,8% y 24,4% respectivamente en todas las circunscripciones.
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