Un nuevo episodio en la Asamblea Nacional. No había secretos en la estrategia chavista. La oposición se enredó en las cuerdas de algunos puentes colgantes que le tendieron. Y aunque fue coherente en los discursos principistas, se olvidó de que para el chavismo, es más importante retener el poder, y no importan la vía y el método y que los principios queden al margen.
Por Juan Carlos Zapata.-
Abstención y división. La estrategia del chavismo no tiene otro foco que estos dos objetivos. En primer lugar, desmovilizar el voto opositor, desmoralizar el voto opositor y a partir de allí, crear las condiciones para la abstención del 2015. En segundo lugar, dividir al bloque de partidos que conforman la MUD, acorralarlos hasta alcanzar el estallido. Lograrlo, he allí el dilema. Porque no hay duda de que tras la operación –en forma y fondo- por la renovación de los poderes, son las elecciones parlamentarias las que han marcado la pauta.
Es que sabiéndose derrotado desde ahora, y temiendo un escenario aún más complicado dada la gravedad del manejo económico, el chavismo ha optado por la maniobra, en procura de no perder la Asamblea Nacional, aunque admita que en caso de obtenerla, la victoria sería estrecha, y teme que en caso contrario, si la oposición gana, puede alzarse con la mayoría absoluta. Por tanto, la estrategia de poder precisa del componente de la intriga y el mazazo.
En un discurso de hace un par de semanas, Maduro habló de conversaciones que se llevaban a cabo dentro de la Asamblea con el propósito de alcanzar acuerdos para los poderes. Y en verdad, la oposición nunca negó la posibilidad del diálogo. AD, UNT y PJ, cruzaron los puentes que les tendían –estrechos, de guerra o colgantes- y asomaron nombres para el CNE y el TSJ, en los comités de postulaciones en los que estaban representados.
Luego, el chavismo puso sobre la mesa la pauta a seguir, aunque la oposición ya estaba enredada en propuestas de limitado alcance. De hecho, vistas las intenciones del chavismo de violar la Constitución y las normas en las designaciones, la bancada opositora en la MUD pasaba a ser una convidada de piedra. Esto se sabía desde tres semanas atrás. Por ello no se explican las palabras del jefe de Primero Justicia cuando en el debate por el caso de Pablo Durán, el militante de PJ que había entrado como suplente en el CNE y que después renunciaba al cargo como previamente había renunciado a su militancia partidista, haya dicho algo así como que“Todo fue una vulgar manipulación de Cabello”.
A lo mejor tenía razón en el ejemplo concreto de Durán . Pero es que observado desde lejos el asunto, las intenciones de Diosdado Cabello y el chavismo estaban más que claras: enredar a la oposición. De tal manera, que la expresión de Guanipa pasa a ser de una ingenuidad del tamaño de las torres de Parque Central. Como ingenuidad, esta frase en boca de un veterano de la política como Andrés Velásquez: El PSUV “lo que quiere es tener el control político de los poderes públicos”. Pues de cajón. Ello no era un secreto. Y como no lo era, lo que procedía era estar preparado, en el discurso y en la acción, para desenmascarar al chavismo.
Es cierto que a la hora de la verdad –en el voto en la Asamblea Nacional- la oposición fue coherente. Lo dijo Guanipa: “Nosotros negamos el voto en las tres sesiones, no votamos por poderes desequilibrados”. Pero Cabello y los otros voceros del chavismo tuvieron municiones de sobra para dispararle a quemarropa a la oposición que, sin embargo, habían propuesto y defendido nombres y algunos de ellos habían pasado la prueba.
A la bancada de la MUD le faltó ser enfática y transparente en su posición. Por qué negó el apoyo a figuras de carne y hueso que no consideraba adecuadas; primero por lo que representaban y, segundo, porque no podían aspirar, y tanto por sus antecedentes como porque la misma norma se los prohibía. En concreto, se trata de Sandra Oblitas y Tibisay Lucena en el CNE, de Luisa Ortega Díaz para la Fiscalía y de Manuel Galindo en la Contraloría General.
Tampoco la oposición no ha sabido explicar que el chavismo, una vez que dirimió sus diferencias y escogió a Ortega Díaz para que repitiera en la Fiscalía, planteaba como condición que se votara de primero a favor de esta y de allí en adelante –pasada la prueba- los acuerdos subsiguientes del Poder Moral, el CNE y el TSJ, en caso de que los hubiera. Sin embargo, para la oposición resultaba un acto de inmoralidad respaldar a quien no ha sido garante del estado derecho y los derechos humanos, y negada esta posibilidad, no podía prosperar ninguna de las otras opciones.
En perspectiva, se puede apreciar que la condición de votar primero a Ortega Díaz fue parte de una maniobra que puso entre la espada y la pared a la oposición. De allí en adelante, se impuso el artificio y el chavismo optó por la vía de la inconstitucionalidad, tanto en la elección del Poder Moral –Fiscalía, Contraloría y Defensoría del Pueblo- como en la elección del CNE, en donde repitieron Lucena, Oblitas y se incorporó como rector principal, a Luis Emilio Rondón, hijo del secretario general de UNT, Luis Emilio Rondón.
¿A qué condujo la operación montada por Cabello y, se dice, en la que también participó José Vicente Rangel? Al primer objetivo. El secretario General de Copei, pasó a hablar de riesgo de fractura en la MUD, en referencia al caso del suplente Pablo Durán, ex militante de PJ hasta las horas previas en postularse, y aunque se ha aclarado que fue a título personal, el presidente de la Asamblea Nacional aprovechó la renuncia de Durán una vez que ya era rector suplente por designación del TSJ, para arremeter contra la oposición, tildándola de poca seria, de contradictoria y de tener doble moral, sacando a relucir la militancia de aquel en PJ, para así demostrar de que no se es consecuente con el discurso de apartidismo que la oposición le solicita al chavismo para los cargos. “Lo que tiene la oposición es una pelea de pranes”, señaló Cabello, pescando en el río revuelto de las declaraciones del ex candidato presidencial, Henrique Capriles, del director Ejecutivo de la MUD, Chuo Torrealba, y de un comunicado de UNT, en el que se solicitaba la renuncia de todos los rectores designados, principales y suplentes, e incluyendo en el mismo saco, al hijo del secretario general, ya que la designación de los tres rectores fue “inconstitucional, viciada en su forma y en su fondo”.
Similares tonos se van a repetir en la escogencia de los magistrados para el TSJ. Que el chavismo viola la Constitución. Que el chavismo quiere el control total de los poderes. Etc. Etc. Deberían ser muchos etcéteras, hasta el infinito. Pues de aquello hay ejemplos de sobra. Con Chávez y sin Chávez. Y ahora con Cabello que juega a ser Caudillo, dentro de las filas del PSUV y el chavismo, y hacia el país nacional. Sin discurso de alto vuelo, golpea donde tiene que golpear, y no consigue quien le responda y lo desarme en la bancada opositora. Lo peor es que los diputados de la MUD han analizado al personaje y Cabello tampoco intenta ocultar sus intenciones. Dentro del PSUV ha logrado imponer –frente a Maduro y al madurismo- su propia estrategia de cuadros. En la MUD parece haber mejores oradores, pero al presidente de la Asamblea Nacional esa limitación –que quedó demostrada en aquel debate en el Palacio de Miraflores- no le quita el sueño. Lo suyo es el poder, y por retenerlo o ampliarlo, está dispuesto a cualquier vía. Lo acaba de demostrar. La oposición en este último episodio ha esgrimido la bandera de los principios constitucionales, muy bien, pero el caudillo Cabello ha apelado a la jefatura tutelar, logrando darle vuelta a una situación: que el chavismo dividido era el que al comienzo no se acordaba en torno a los nombres de los poderes y ponía en evidencia el peor rostro del poder. Ahora es la oposición la que aparece “fracturada” e incoherente. Primer objetivo alcanzado, que de antemano tiene sus manifestaciones en el MAS de Felipe Mujica y en diputados como Ricardo Sánchez y su partido Alianza para el Cambio.
El segundo objetivo, el de jugar a la abstención del voto opositor estaba también cantado. En tal sentido, el caudillo Cabello fue más explícito cuando dijo aquello que cómo la MUD le va a explicar a sus votantes que voten si sus diputados no votaron por la renovación de los rectores del CNE en la Asamblea Nacional. Bien temprano se quiere sembrar la duda en torno a la autoridad electoral. El chavismo sabe que el voto opositor es proclive a abstenerse, más que el chavista. Apuesta a esta condición para sacar ventaja anticipada, con la vista puesta en las parlamentarias del 2015. Si todas las encuestas reflejan que las condiciones objetivas favorecen a la oposición, el chavismo está obligado a introducir en el escenario otros elementos que impidan la victoria opositora o que eviten que se alce con la mayoría absoluta. Las encuestas dan cuenta del rechazo a la gestión de gobierno. Y lo peor es que el PSUV ya no puede conquistar indecisos. Todo lo contrario, está obligado a aglutinar y mover su militancia en una sola dirección. El caudillo Cabello ya viene trazando la estrategia puertas adentro porque, además, entiende que corrientes como Marea Socialista, más temprano que tarde, terminarán abriendo tienda aparte del PSUV, y con seguridad arrastrarán votos de chavistas descontentos que jamás votarían por la oposición. De modo que la abstención opositora pasaría a ser el mejor aliado del chavismo para al menos ganar –no controlar- la Asamblea Nacional. La manera como la bancada opositora se mostró en los debates televisados, suscitaron críticas ácidas, duras, cortantes, entre sus seguidores. Ello se traduce en desmoralización y a su vez en desmotivación y abstención. En cambio, por ahora, el chavista resiste en silencio la división entre cabellistas y maduristas; otra cosa sería que a la hora del voto decida depositar la confianza en una opción distinta al PSUV. Por los momentos, sin embargo, Cabello ha impuesto su ley. Sí, la suya
Abstención y división. La estrategia del chavismo no tiene otro foco que estos dos objetivos. En primer lugar, desmovilizar el voto opositor, desmoralizar el voto opositor y a partir de allí, crear las condiciones para la abstención del 2015. En segundo lugar, dividir al bloque de partidos que conforman la MUD, acorralarlos hasta alcanzar el estallido. Lograrlo, he allí el dilema. Porque no hay duda de que tras la operación –en forma y fondo- por la renovación de los poderes, son las elecciones parlamentarias las que han marcado la pauta.
Luego, el chavismo puso sobre la mesa la pauta a seguir, aunque la oposición ya estaba enredada en propuestas de limitadoalcance. De hecho, vistas las intenciones del chavismo de violar la Constitución y las normas en las designaciones, la bancada opositora en la MUD pasaba a ser una convidada de piedra.
Es que sabiéndose derrotado desde ahora, y temiendo un escenario aún más complicado dada la gravedad del manejo económico, el chavismo ha optado por la maniobra, en procura de no perder la Asamblea Nacional, aunque admita que en caso de obtenerla, la victoria sería estrecha, y teme que en caso contrario, si la oposición gana, puede alzarse con la mayoría absoluta. Por tanto, la estrategia de poder precisa del componente de la intriga y el mazazo.
En un discurso de hace un par de semanas, Maduro habló de conversaciones que se llevaban a cabo dentro de la Asamblea con el propósito de alcanzar acuerdos para los poderes. Y en verdad, la oposición nunca negó la posibilidad del diálogo. AD, UNT y PJ, cruzaron los puentes que les tendían –estrechos, de guerra o colgantes- y asomaron nombres para el CNE y el TSJ, en los comités de postulaciones en los que estaban representados.
Luego, el chavismo puso sobre la mesa la pauta a seguir, aunque la oposición ya estaba enredada en propuestas de limitado alcance. De hecho, vistas las intenciones del chavismo de violar la Constitución y las normas en las designaciones, la bancada opositora en la MUD pasaba a ser una convidada de piedra. Esto se sabía desde tres semanas atrás. Por ello no se explican las palabras del jefe de Primero Justicia cuando en el debate por el caso de Pablo Durán, el militante de PJ que había entrado como suplente en el CNE y que después renunciaba al cargo como previamente había renunciado a su militancia partidista, haya dicho algo así como que“Todo fue una vulgar manipulación de Cabello”.
A lo mejor tenía razón en el ejemplo concreto de Durán . Pero es que observado desde lejos el asunto, las intenciones de Diosdado Cabello y el chavismo estaban más que claras: enredar a la oposición. De tal manera, que la expresión de Guanipa pasa a ser de una ingenuidad del tamaño de las torres de Parque Central. Como ingenuidad, esta frase en boca de un veterano de la política como Andrés Velásquez: El PSUV “lo que quiere es tener el control político de los poderes públicos”. Pues de cajón. Ello no era un secreto. Y como no lo era, lo que procedía era estar preparado, en el discurso y en la acción, para desenmascarar al chavismo.
Es cierto que a la hora de la verdad –en el voto en la Asamblea Nacional- la oposición fue coherente. Lo dijo Guanipa: “Nosotros negamos el voto en las tres sesiones, no votamos por poderes desequilibrados”. Pero Cabello y los otros voceros del chavismo tuvieron municiones de sobra para dispararle a quemarropa a la oposición que, sin embargo, habían propuesto y defendido nombres y algunos de ellos habían pasado la prueba.
A la bancada de la MUD le faltó ser enfática y transparente en su posición. Por qué negó el apoyo a figuras de carne y hueso que no consideraba adecuadas; primero por lo que representaban y, segundo, porque no podían aspirar, y tanto por sus antecedentes como porque la misma norma se los prohibía. En concreto, se trata de Sandra Oblitas y Tibisay Lucena en el CNE, de Luisa Ortega Díaz para la Fiscalía y de Manuel Galindo en la Contraloría General.
Tampoco la oposición no ha sabido explicar que el chavismo, una vez que dirimió sus diferencias y escogió a Ortega Díaz para que repitiera en la Fiscalía, planteaba como condición que se votara de primero a favor de esta y de allí en adelante –pasada la prueba- los acuerdos subsiguientes del Poder Moral, el CNE y el TSJ, en caso de que los hubiera. Sin embargo, para la oposición resultaba un acto de inmoralidad respaldar a quien no ha sido garante del estado derecho y los derechos humanos, y negada esta posibilidad, no podía prosperar ninguna de las otras opciones.
Cabello que juega a ser Caudillo, dentro de las filas del PSUV y el chavismo, y hacia el país nacional. Sin discurso de alto vuelo, golpea donde tiene que golpear, y no consigue quien le responda y lo desarme en la bancada opositora.
En perspectiva, se puede apreciar que la condición de votar primero a Ortega Díaz fue parte de una maniobra que puso entre la espada y la pared a la oposición. De allí en adelante, se impuso el artificio y el chavismo optó por la vía de la inconstitucionalidad, tanto en la elección del Poder Moral –Fiscalía, Contraloría y Defensoría del Pueblo- como en la elección del CNE, en donde repitieron Lucena, Oblitas y se incorporó como rector principal, a Luis Emilio Rondón, hijo del secretario general de UNT, Luis Emilio Rondón.
¿A qué condujo la operación montada por Cabello y, se dice, en la que también participó José Vicente Rangel? Al primer objetivo. El secretario General de Copei, pasó a hablar de riesgo de fractura en la MUD, en referencia al caso del suplente Pablo Durán, ex militante de PJ hasta las horas previas en postularse, y aunque se ha aclarado que fue a título personal, el presidente de la Asamblea Nacional aprovechó la renuncia de Durán una vez que ya era rector suplente por designación del TSJ, para arremeter contra la oposición, tildándola de poca seria, de contradictoria y de tener doble moral, sacando a relucir la militancia de aquel en PJ, para así demostrar de que no se es consecuente con el discurso de apartidismo que la oposición le solicita al chavismo para los cargos. “Lo que tiene la oposición es una pelea de pranes”, señaló Cabello, pescando en el río revuelto de las declaraciones del ex candidato presidencial, Henrique Capriles, del director Ejecutivo de la MUD, Chuo Torrealba, y de un comunicado de UNT, en el que se solicitaba la renuncia de todos los rectores designados, principales y suplentes, e incluyendo en el mismo saco, al hijo del secretario general, ya que la designación de los tres rectores fue “inconstitucional, viciada en su forma y en su fondo”.
Similares tonos se van a repetir en la escogencia de los magistrados para el TSJ. Que el chavismo viola la Constitución. Que el chavismo quiere el control total de los poderes. Etc. Etc. Deberían ser muchos etcéteras, hasta el infinito. Pues de aquello hay ejemplos de sobra. Con Chávez y sin Chávez. Y ahora con Cabello que juega a ser Caudillo, dentro de las filas del PSUV y el chavismo, y hacia el país nacional. Sin discurso de alto vuelo, golpea donde tiene que golpear, y no consigue quien le responda y lo desarme en la bancada opositora. Lo peor es que los diputados de la MUD han analizado al personaje y Cabello tampoco intenta ocultar sus intenciones. Dentro del PSUV ha logrado imponer –frente a Maduro y al madurismo- su propia estrategia de cuadros. En la MUD parece haber mejores oradores, pero al presidente de la Asamblea Nacional esa limitación –que quedó demostrada en aquel debate en el Palacio de Miraflores- no le quita el sueño. Lo suyo es el poder, y por retenerlo o ampliarlo, está dispuesto a cualquier vía. Lo acaba de demostrar. La oposición en este último episodio ha esgrimido la bandera de los principios constitucionales, muy bien, pero el caudillo Cabello ha apelado a la jefatura tutelar, logrando darle vuelta a una situación: que el chavismo dividido era el que al comienzo no se acordaba en torno a los nombres de los poderes y ponía en evidencia el peor rostro del poder. Ahora es la oposición la que aparece “fracturada” e incoherente. Primer objetivo alcanzado, que de antemano tiene sus manifestaciones en el MAS de Felipe Mujica y en diputados como Ricardo Sánchez y su partido Alianza para el Cambio.
En la MUD parece haber mejores oradores, pero al presidente de la Asamblea Nacional esa limitación –que quedó demostrada en aquel debate en el Palacio de Miraflores- no le quita el sueño. Lo suyo es el poder, y por retenerlo o ampliarlo, está dispuesto a cualquier vía.
El segundo objetivo, el de jugar a la abstención del voto opositor estaba también cantado. En tal sentido, el caudillo Cabello fue más explícito cuando dijo aquello que cómo la MUD le va a explicar a sus votantes que voten si sus diputados no votaron por la renovación de los rectores del CNE en la Asamblea Nacional. Bien temprano se quiere sembrar la duda en torno a la autoridad electoral. El chavismo sabe que el voto opositor es proclive a abstenerse, más que el chavista. Apuesta a esta condición para sacar ventaja anticipada, con la vista puesta en las parlamentarias del 2015. Si todas las encuestas reflejan que las condiciones objetivas favorecen a la oposición, el chavismo está obligado a introducir en el escenario otros elementos que impidan la victoria opositora o que eviten que se alce con la mayoría absoluta. Las encuestas dan cuenta del rechazo a la gestión de gobierno. Y lo peor es que el PSUV ya no puede conquistar indecisos. Todo lo contrario, está obligado a aglutinar y mover su militancia en una sola dirección. El caudillo Cabello ya viene trazando la estrategia puertas adentro porque, además, entiende que corrientes como Marea Socialista, más temprano que tarde, terminarán abriendo tienda aparte del PSUV, y con seguridad arrastrarán votos de chavistas descontentos que jamás votarían por la oposición. De modo que la abstención opositora pasaría a ser el mejor aliado del chavismo para al menos ganar –no controlar- la Asamblea Nacional. La manera como la bancada opositora se mostró en los debates televisados, suscitaron críticas ácidas, duras, cortantes, entre sus seguidores. Ello se traduce en desmoralización y a su vez en desmotivación y abstención. En cambio, por ahora, el chavista resiste en silencio la división entre cabellistas y maduristas; otra cosa sería que a la hora del voto decida depositar la confianza en una opción distinta al PSUV. Por los momentos, sin embargo, Cabello ha impuesto su ley. Sí, la suya
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