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Julio César Arreaza B.
El entorno familiar que rodeó mi infancia fue político en el noble
sentido de la palabra. Mi padre fue presidente de la Federación de
Estudiantes de la UCV, Director de Política del MRI y ocupó la segunda
posición del Ministerio de Minas e Hidrocarburos con tres grandes
ministros, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Manuel Pérez Guerrero y José
Antonio Mayobre. Se encargó del ministerio durante largos períodos y en
36 oportunidades. Mi tío Alberto Ravell pasó 15 años de su vida en las
cárceles tenebrosas de Gómez. El hermano de mi papá, mi tío Enio,
corajudo luchador democrático, fue vil y cobardemente torturado por la
dictadura represiva de Marcos Pérez Jiménez.
Fui creciendo en un ambiente familiar donde se realizaron inmensos
sacrificios, para que el país alcanzara un genuino clima de libertades
públicas. Tuve temprana conciencia del rol fundamental de Betancourt en
el establecimiento de la democracia que promovía a las grandes mayorías
depauperadas y analfabetas, mediante la educación y el ejercicio de sus
derechos políticos, económicos y sociales.
Son muchos los episodios de Betancourt que solía narrarme mi papá.
Escojo dos: uno referido al arraigado compromiso del venezolano de
excepción con la moralidad administrativa y el otro muestra la acertada
conducción del estadista en tiempos difíciles para la estabilidad de la
institucionalidad democrática.
La declaración jurada del presidente Betancourt, al iniciar sus
funciones en 1945, indicaba que sus bienes de fortuna consistían en 6000
bolívares en acciones en la Editorial Avance, editora del diario El
País y un automóvil viejo-el viejo y noble Dodge, como él lo
llamaba-valuado en 3000 bolívares, y que sus deudas eran de dos mil
bolívares. A los seis días de concluir sus funciones, el 20 de febrero
de 1948, sus bienes declarados eran: una acción en el Club Los Cortijos
valuada en 2500 bolívares y un automóvil Mercury, modelo 1948, comprado a
plazos por el precio de 12500 bolívares. La revista Fortune de Nueva
Cork, señaló al respecto” Semejante honradez por sí sola es un milagro
en la América Latina”; ante lo cual Betancourt comentó más tarde: “Y
debo decir que ese milagro no fue gesto aislado individual, sino actitud
conjunta de todos cuantos integramos el equipo de gobierno en esos
años.”
El segundo episodio tiene que ver con la visita a las instalaciones
de Puerto de Hierro, estado Sucre. El presidente Betancourt viajó al
lugar el sábado 28 de septiembre de 1963, en el buque presidencial T-12,
mi padre lo acompañaba en su carácter de encargado del Ministerio de
Minas. Cito lo siguiente del diario de mi papá: “El Presidente mostraba
un carácter alegre al llegar. Durante el viaje vimos en el salón de
proyecciones del buque películas del género comedia y revistas
musicales, que según el Presidente servían para descargar tensiones. Al
día siguiente domingo 29, nos reunimos con el Presidente e hicimos un
análisis de las tres posibilidades que se presentaban al asumir el
Estado el manejo del Puerto: dique seco, compañía mixta y apostadero
naval, optándose por este último. El lunes en la mañana bajamos a
tierra, conversamos con los representantes de la Iron y con los
dirigentes sindicales y almorzamos en el club. Al subir al barco llegó
la noticia al Presidente, por radiograma, de que el tren de El Encanto,
cerca de Los Teques, durante su viaje dominical-día 29- había sido
atacado por una banda extremista, resultando varios guardas nacionales,
muertos y heridos y varios civiles lesionados, también había sido
atacada la Digepol en Maracay. Actos terroristas se venían cometiendo
desde septiembre de 1960. El Presidente se encerró en su camarote y al
cabo de un rato salió bastante disgustado y nos leyó los radiogramas
dirigidos a los ministros del Interior y de Defensa, en los que ordenaba
la detención de los dirigentes del MIR y del partido comunista,
inclusive parlamentarios. Expresó que menos mal que la decisión la había
tomado” sin los asesores de Caracas”. El presidente Betancourt habló la
noche del 7 de octubre por la red de radio y televisión, y se refirió a
la decisión tomada en Puerto de Hierro “sólo conmigo mismo y con mi
conciencia, leal al mandato que recibí de los venezolanos en elecciones
inobjetables…” Señaló que la inmunidad no es impunidad.
En tan azarosos tiempos sólo un estadista de la talla de Betancourt
pudo llevar paz al país y realizar una obra de grandes proporciones.”
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
@JulioCArreaza
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