JOSÉ ANTONIO GIL YEPES
| EL UNIVERSAL
lunes 29 de diciembre de 2014 12:00 AM
Los Castro tenían dos opciones de aterrizaje: softlanding o crashlanding.
El avión se estrellaba si insistían en continuar el estatismo,
colectivismo, represión, concentración del poder y aislamiento de EEUU.
Ese paquete llevaba el país a la ruina. Terminadas la URSS y Venezuela
como financistas de ese enfoque, el futuro obvio era el estallido social
y las pugnas internas: un final incierto, incontrolable, violento y,
probablemente inútil porque los cambios traumáticos son más costosos que
estables.
Pero los Castro optaron por buscar un softlanding. Lo que equivale a ir bajándose de las alturas ideológicas del estatismo y el colectivismo para retomar un economía abierta, capitalista y cooperativista. Las reformas políticas, como en China, vendrían más tarde. Este proceso ya avanzaba bajo una discreta tutela con la Unión Europea y, ahora, se acelera con la apertura a Estados Unidos. El gigante de al lado puede acelerar las cosas de manera exponencial.
La apertura de relaciones diplomáticas EEUU-Cuba cambia la geopolítica de la región con implicaciones mundiales: desaparece ese remanente de la Guerra Fría que nunca se había resuelto. La apertura y los poderes de la presidencia norteamericana en materias de turismo y finanzas también pueden facilitar el desarrollo económico cubano. Pero el bloqueo es ley y ésta tiene que ser derogada para que un libre intercambio comercial acelere el desarrollo económico en puerta.
El paso dado tiene un apoyo popular en EEUU de un 70%, pero algunos cubanos y republicanos insisten en el bloqueo hasta que los Castro no se democraticen. Sin embargo, este enfoque tiene 53 años, sin resultados. Más bien fue la bandera política que usaron los Castro para justificar la ruina en que sumieron al país y esconder que necesitaban la pobreza para controlarlo. Luego parece conveniente voltear la estrategia al revés para ver si, facilitando las libertades y el desarrollo económico, surge la democracia. Así sucedió en Chile, Taiwán, Singapur, Corea del Norte, etc., y está en pleno desarrollo en Hong Kong y, más discretamente, en el resto de China.
jagilyepes@gmail.com
Pero los Castro optaron por buscar un softlanding. Lo que equivale a ir bajándose de las alturas ideológicas del estatismo y el colectivismo para retomar un economía abierta, capitalista y cooperativista. Las reformas políticas, como en China, vendrían más tarde. Este proceso ya avanzaba bajo una discreta tutela con la Unión Europea y, ahora, se acelera con la apertura a Estados Unidos. El gigante de al lado puede acelerar las cosas de manera exponencial.
La apertura de relaciones diplomáticas EEUU-Cuba cambia la geopolítica de la región con implicaciones mundiales: desaparece ese remanente de la Guerra Fría que nunca se había resuelto. La apertura y los poderes de la presidencia norteamericana en materias de turismo y finanzas también pueden facilitar el desarrollo económico cubano. Pero el bloqueo es ley y ésta tiene que ser derogada para que un libre intercambio comercial acelere el desarrollo económico en puerta.
El paso dado tiene un apoyo popular en EEUU de un 70%, pero algunos cubanos y republicanos insisten en el bloqueo hasta que los Castro no se democraticen. Sin embargo, este enfoque tiene 53 años, sin resultados. Más bien fue la bandera política que usaron los Castro para justificar la ruina en que sumieron al país y esconder que necesitaban la pobreza para controlarlo. Luego parece conveniente voltear la estrategia al revés para ver si, facilitando las libertades y el desarrollo económico, surge la democracia. Así sucedió en Chile, Taiwán, Singapur, Corea del Norte, etc., y está en pleno desarrollo en Hong Kong y, más discretamente, en el resto de China.
jagilyepes@gmail.com
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