Monday, January 24, 2011

Chávez y el 23 de enero...

En: http://www.lapatilla.com/site/2011/01/24/alonso-moleiro-%c2%bfque-hace-chavez-celebrando-el-23-de-enero/

Alonso Moleiro: ¿Qué hace Chávez celebrando el 23 de enero?


Hace unos años, en los comienzos de su gobierno, el presidente Hugo Chávez intentó amnistiar al dictador Marcos Pérez Jiménez. Lo visitó antes y después de su victoria; varias veces declaró, de candidato, que su obra de gobierno era intachable y que su legado no podía discutirse.  En Madrid le pidió que regresara al país y, hasta el año 2001, se negaba, incluso, a celebrar el 23 de enero como una fecha patrimonial para los ciudadanos.
La efemérides más sentida, y que más valores entraña para el venezolano contemporáneo, era interpretada equivocadamente como el período histórico que dio pie a edificación del único experimento democrático de nuestra historia. El fulano “pacto de élites”, la democracia burguesa que el pretendía, y aún pretende, demoler.
Es la puntillosa descripción de los hechos. No tiene nada de raro: Hugo Chávez, como Pérez Jiménez, es un político que piensa que es más patriota que el resto su coterráneos, sobre todo si son sus adversarios, y que no comprende el comportamiento de los civiles en la política. Aquellos que reunciaron a la perfección en las obras humanas y que se sienten capaces de procesar sus diferencias con los demás.
Con el camino andado, consciente de que la fecha a los venezolanos les importa, y que esto incluye a la casi totalidad de sus propios seguidores, el presidente se avino y entendió que no podía aparecer fuera de la foto. Se incorporó entonces, año a año, a las celebraciones.
Más adelante, hizo entonces causa común con los herederos de la interpretación marxista que imperaba en la Venezuela de los años 60 sobre la fecha. El grueso de los protagonistas de aquel episodio para nada reconocen en Chávez el continuador de legado alguno, pero está claro que, hoy, en cierta militancia media de la era insurreccional, y en focos aislados del recalentado extremismo urbano de los años setenta,  Chávez es una especie de continuador.
Decían los militantes comunistas y los futuros miristas del año 59 que la caída de la tiranía y el advenimiento de la democracia burguesa abrían un excelente pórtico para alcanzar el advenimiento de la Revolución, en estricta concordancia con las leyes de la dialéctica. Era fáctible, además, saltarse los períodos históricos que previó Marx para hacer eso posible. Ahí estaba el entonces esperanzador Fidel Castro para demostrarlo.
El resto es historia: sobrevino el –ya reconocido por casi todos sus protagonistas- el doloroso equívoco de la lucha insurreccional. Episodio que tuvo sus causas, sus instigadores, sus responsabilidades compartidas y sus negras historias, nadie debe dudarlo. De manera más amplia, sin embargo, episodio que también materializa la demostración en el terreno de la absoluta inviabilidad del foquismo como tesis política. De 1960 hasta 1989, pereció el foquismo, y las leyes de la dialéctica, la revolución cultural de Mao, la autogestión yugoslava, y el leninismo. Del marxismo queda francamente poco. La Unión Soviética no existe. Cuba es una nación arruinada y el comunismo cubano está hoy en su ocaso. Casi todo el elenco guerrillero de los años sesenta fue protagonista en el derrocamiento del dictador, años atrás. Hoy, sin dejar de ser progresistas, tienen completamente claro lo que intento describir.
Los grandes valores del 23 de enero no tienen su correlato práctico, necesariamente, en el acuerdo que selló el Pacto del Punto Fijo meses después, como dicen los chavistas. Tampoco se ciñe su valoración en torno a la existencia de determinados partidos políticos.
El 23 de enero es el año en el cual el pueblo venezolano se consagró definitiva e irreversiblemente como sujeto político y dueño de la soberanía nacional, entendida ésta como la materialización de la voluntad ciudadana en las urnas: en la elección de sus representantes a través del voto  universal, directo y secreto. Valores que se traen al remolque otros, que le son tributarios y estructurantes: la alternabilidad política;  el pluralismo democrático; la seguridad social; los derechos políticos y sindicales universales; el acceso a la justicia, la existencia de poderes públicos autónomos, y, al mismo tiempo, llamados a colaborar.
Los valores del 23 de enero se expresan en la Constitución del 61, y también ésta, la de 1999. Ambas tienen una inspiración liberal: todo lo que no está prohibido, está permitido. Disponen la existencia de un estado mixto; de garantías constitucionales y económicas; con unas Fuerzas Armadas profesionales, apolíticas, obedientes y no deliberantes. La que está vigente, -promovida por el presidente Chávez como una especie de puente de transición en torno a una era que entonces no se atrevía a describir- cristalizó buena parte de las aspiraciones de la sociedad venezolana en el ámbito reformista de los años 90: el estado además es federal; la descentralización es un valor consustancial que resume su espíritu. Los estados y los municipios, como expresión acabada del poder local, tienen autonomía funcional. La creación de instancias pensadas para defender a los ciudadanos del estado, como la Defensoría del Pueblo.
El legado central del 23 de enero es la consolidación de un estado plural, en el cual todas las fuerzas políticas existentes aspiran al poder político, pero, al mismo tiempo, se reconocen unas a las otras como la expresión fragmentada y legítima de la voluntad nacional. A todo esto se le llama, en cristiano, libertad.
Al 23 de enero le son opuestas la palabra “hegemonía” “conflicto histórico” o “máximo líder” y le son completamente ajenas peregrinas abstracciones del hecho público como esa del poder popular. Muchas veces, por aquel momento, en tiempos de dificultades, se invocó “El Espíritu del 23 de enero” para sembrar en los venezolanos los valores del respeto mutuo, el acuerdo en la diferencia y el civismo propio del ánimo reformista que la inspira. No hay, detrás de esa fecha, “puente histórico”, ni “período de transición” hacia era alguna: tal cosa no existe; el anhelo revolucionario marxista ha fracasado en todo el planeta y no es tomado en serio hoy por nadie.
Las condiciones del foco revolucionario, el partido único como vanguardia de la lucha de clases, la organización popular a partir de células, la estatización de la economía o la verticalización de los poderes públicos. Con ninguna de esas herramientas, en desuso ya incluso, también, en China y Vietnam, tiene que hacer esta fecha.
Tienen todo el derecho del mundo los venezolanos que simpatizan con el presidente Chávez. Quiénes parecen no tener idea de qué es lo que celebra es su dirigencia.

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