Isabel Pereira: La clase obrera no va al paraíso
enero 24, 2011 11:14 am
Sin duda alguna los grandes perdedores en esta docena de años turbulentos han sido los trabajadores. La primera gran desilusión ha sido el derrumbe de la esperanza, el pecado de haber marchado tras viejas y desacreditadas banderas socialistas. Todo empieza por comprender tardíamente que el Estado es el peor patrono de todos. Frente a la posibilidad de negociar que abrían los contratos colectivos ahora se asoma la terrible faz militar. Con militares no se negocia, los jefes militares ganan o pierden batallas, son los políticos los que negocian. Siete años sin contratación colectiva van a cumplir los trabajadores públicos. Veamos como se muestra esta cruel realidad de nuestros trabajadores:
Un binomio nefasto: salario versus inflación. En Venezuela la estructura salarial se achata día a día. Ahora todos somos iguales, esto es porque todos ganamos salario mínimo. El salario sube 20% anual y la inflación 30%. Si el trabajador ganaba un bolívar más que el salario mínimo hace dos años, su salario hoy vale la mitad. Las cifras dicen que con el salario mínimo se adquiere sólo el 19% de la canasta de alimentos, comprando en PDVAL o Mercal.
Cada día un trabajador de PDVSA gana menos que un trabajador de Polar. La remuneración promedio real ha registrado saldos negativos en los últimos años. En el 2009 disminuyó un 5,5%. El gobierno se ufana de que los trabajadores tienen el salario mínimo más alto de América Latina, réstele el 30% de inflación a ver donde estamos realmente.
Empleos públicos improductivos + informalidad. Aunque las cifras del INE muestran un desempleo menor al 8%, la realidad es otra y muy amarga. No se generan empleos productivos, es decir empleos con futuro, con valor, con referentes de estabilidad. En esta docena de años, han brotado como hongos más de un millón de empleos públicos, la mayor parte sin conexión con los servicios o con la producción. Empleos que no contribuyen al crecimiento económico. Los mismos empleos que los cubanos ponen en la calle, empezando con la aterradora cifra de 500.000 trabajadores, la mayor botazón de la humanidad. En Cuba botan a los trabajadores después de haber destruido el aparato productivo, la única opción que les queda es convertirse en informales. Me imagino las calles de la Habana sobresaturadas de gente que durante 20 o 30 años estuvo sentada tras un escritorio sin hacer nada. ¿Qué podrán hacer ahora? sin haber aprendido nada, sin experiencia alguna, sin saber lo que es alcanzar una meta, o contribuir a que se produzca algo que los demás apetezcan. Esto si es un drama existencial, toda la vida productiva sin oportunidades de hacer algo y luego en la calle a producir o morir.
Las relucientes cifras de empleo que muestra el INE, en realidad están nutrida por trabajadores a la cubana – que ya empezaron a sobrar como en el Min Finanzas- condenados a no participar porque el socialismo venezolano no produce, sólo reparte las migajas de lo que otros hicieron, la propiedad la conserva bajo hierro. Todo pasa a dominio del Estado.
Crecimiento de la informalidad. Hasta hoy los únicos creativos, empleadores, generadores de actividad económica, es decir los que han usado su libertad u abandono de la mejor manera, inventándose una manera de vivir y generar ingresos, son los informales, cada día son más, de los 13 millones que integran la población económicamente activa, más de 6 millones, en su mayoría jefes de hogar están en situación de informalidad. Entendamos de una vez, los informales no son un problema, por el contrario han sido la mejor solución frente al cierre de empresas, a la huida de las inversiones y a la miseria de un Estado obsesionado con el montaje del comunismo, irresponsable frente a las carencias de su población.
Beneficios no salariales en extinción. Las pólizas de atención médica, las ayudas para la educación de los hijos de los trabajadores son sustituidas en las empresas estatizadas por nuevas directrices: salud en Barrio Adentro; educación en las instituciones bolivarianas de tercera categoría.
Marginamiento de la representación sindical. En el pasado se denunciaban casos de tendencia pro-empresarial de algunos sindicatos, sin embargo, en esos tiempos el Ministerio de Trabajo podía jugar al contrapeso, los trabajadores tenían la oportunidad de reclamar en caso de descontento frente a su dirección sindical, estos reclamos podían ser oídos y procesados por las autoridades del Trabajo. Hoy con sindicatos oficialistas, con un patrón y un Ministerio de Trabajo en la misma acera gubernamental, los trabajadores están totalmente desamparados. No es por casualidad que las protestas en la calle de los trabajadores crecen día a día, es la búsqueda de una salida frente al poder del Estado representado en primer término por sus propios sindicatos gobierneros. En Venezuela pasará como en Cuba, cuando la crisis económica arrecie y la ineficiencia de las empresas estatizadas se desborde, serán los sindicatos bolivarianos los que dirigirán la expulsión de los trabajadores a la calle.
Lo positivo. Es imposible concluir sin hacer referencia a lo más trascendental que ha ocurrido con los trabajadores venezolanos. Como caso único en la historia, los trabajadores en Venezuela se han convertido en defensores de la propiedad, en custodios de sus empresas. Esto significa una clara demostración de que la mitología socialista que asignaba a los trabajadores un papel de sujetos, principales beneficiarios de estas revoluciones, ha sido derrumbada por la creciente toma de conciencia de los trabajadores venezolanos que asumen sin remilgos, la defensa de sus puestos de trabajo y de sus empresas. Trabajadores que saben hoy después de muchas penurias y errores, que la clase obrera socialista no va al paraíso.
Un binomio nefasto: salario versus inflación. En Venezuela la estructura salarial se achata día a día. Ahora todos somos iguales, esto es porque todos ganamos salario mínimo. El salario sube 20% anual y la inflación 30%. Si el trabajador ganaba un bolívar más que el salario mínimo hace dos años, su salario hoy vale la mitad. Las cifras dicen que con el salario mínimo se adquiere sólo el 19% de la canasta de alimentos, comprando en PDVAL o Mercal.
Cada día un trabajador de PDVSA gana menos que un trabajador de Polar. La remuneración promedio real ha registrado saldos negativos en los últimos años. En el 2009 disminuyó un 5,5%. El gobierno se ufana de que los trabajadores tienen el salario mínimo más alto de América Latina, réstele el 30% de inflación a ver donde estamos realmente.
Empleos públicos improductivos + informalidad. Aunque las cifras del INE muestran un desempleo menor al 8%, la realidad es otra y muy amarga. No se generan empleos productivos, es decir empleos con futuro, con valor, con referentes de estabilidad. En esta docena de años, han brotado como hongos más de un millón de empleos públicos, la mayor parte sin conexión con los servicios o con la producción. Empleos que no contribuyen al crecimiento económico. Los mismos empleos que los cubanos ponen en la calle, empezando con la aterradora cifra de 500.000 trabajadores, la mayor botazón de la humanidad. En Cuba botan a los trabajadores después de haber destruido el aparato productivo, la única opción que les queda es convertirse en informales. Me imagino las calles de la Habana sobresaturadas de gente que durante 20 o 30 años estuvo sentada tras un escritorio sin hacer nada. ¿Qué podrán hacer ahora? sin haber aprendido nada, sin experiencia alguna, sin saber lo que es alcanzar una meta, o contribuir a que se produzca algo que los demás apetezcan. Esto si es un drama existencial, toda la vida productiva sin oportunidades de hacer algo y luego en la calle a producir o morir.
Las relucientes cifras de empleo que muestra el INE, en realidad están nutrida por trabajadores a la cubana – que ya empezaron a sobrar como en el Min Finanzas- condenados a no participar porque el socialismo venezolano no produce, sólo reparte las migajas de lo que otros hicieron, la propiedad la conserva bajo hierro. Todo pasa a dominio del Estado.
Crecimiento de la informalidad. Hasta hoy los únicos creativos, empleadores, generadores de actividad económica, es decir los que han usado su libertad u abandono de la mejor manera, inventándose una manera de vivir y generar ingresos, son los informales, cada día son más, de los 13 millones que integran la población económicamente activa, más de 6 millones, en su mayoría jefes de hogar están en situación de informalidad. Entendamos de una vez, los informales no son un problema, por el contrario han sido la mejor solución frente al cierre de empresas, a la huida de las inversiones y a la miseria de un Estado obsesionado con el montaje del comunismo, irresponsable frente a las carencias de su población.
Beneficios no salariales en extinción. Las pólizas de atención médica, las ayudas para la educación de los hijos de los trabajadores son sustituidas en las empresas estatizadas por nuevas directrices: salud en Barrio Adentro; educación en las instituciones bolivarianas de tercera categoría.
Marginamiento de la representación sindical. En el pasado se denunciaban casos de tendencia pro-empresarial de algunos sindicatos, sin embargo, en esos tiempos el Ministerio de Trabajo podía jugar al contrapeso, los trabajadores tenían la oportunidad de reclamar en caso de descontento frente a su dirección sindical, estos reclamos podían ser oídos y procesados por las autoridades del Trabajo. Hoy con sindicatos oficialistas, con un patrón y un Ministerio de Trabajo en la misma acera gubernamental, los trabajadores están totalmente desamparados. No es por casualidad que las protestas en la calle de los trabajadores crecen día a día, es la búsqueda de una salida frente al poder del Estado representado en primer término por sus propios sindicatos gobierneros. En Venezuela pasará como en Cuba, cuando la crisis económica arrecie y la ineficiencia de las empresas estatizadas se desborde, serán los sindicatos bolivarianos los que dirigirán la expulsión de los trabajadores a la calle.
Lo positivo. Es imposible concluir sin hacer referencia a lo más trascendental que ha ocurrido con los trabajadores venezolanos. Como caso único en la historia, los trabajadores en Venezuela se han convertido en defensores de la propiedad, en custodios de sus empresas. Esto significa una clara demostración de que la mitología socialista que asignaba a los trabajadores un papel de sujetos, principales beneficiarios de estas revoluciones, ha sido derrumbada por la creciente toma de conciencia de los trabajadores venezolanos que asumen sin remilgos, la defensa de sus puestos de trabajo y de sus empresas. Trabajadores que saben hoy después de muchas penurias y errores, que la clase obrera socialista no va al paraíso.
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