Manuel Malaver La Razón / ND |
Lecciones de las revueltas del Medio Oriente
30 January, 2011
Todos sabemos que en la mayoría de los países del Medio Oriente aparecen, desaparecen, pero generalmente persisten, algunas de las dictaduras más crueles, feroces, represivas, sórdidas, violentas y con menos respeto por los derechos humanos que sobreviven en el mundo. Pero también que la región sigue teniendo las más grandes reservas de crudo del planeta, de cuyos pozos las democracias occidentales, y en especial las de Europa y Estados Unidos, obtienen la energía necesaria con la cual sus civilizaciones (o lo que queda de ellas) sostienen economías modernas, estables y en ascenso con las que garantizan a sus ciudadanos (aun en el invierno de la actual recesión global) una suerte de wellfare state.
Términos de una ecuación diabólica, pienso que sin precedentes en la historia (por lo menos desde que el petróleo se convirtió en el combustible clave de la revolución industrial) en la que el bienestar, la democracia, la libertad y el respeto los derechos humanos en los países desarrollados, es una consecuencia, un producto, un agregado del atraso, las dictaduras y la violación del estado de derecho que es la marca de fábrica del Medio Oriente y de otras regiones y países productores y exportadores de petróleo en el mundo.Por eso, hace algunos años, no más de 10 creo, el economista y periodista norteamericano, Thomas Friedman, facturó el término “petrodictadura”, para aludir a un país productor y exportador de crudo con cuya dictadura hay que andarse con cuidado, pisando pasito y tratar comedida y educadamente, pues si entra en cólera el dictador de turno, baja la producción, o recorta las exportaciones y ya se sabe lo que esto significa en términos de popularidad para gobiernos y jefes de estado democráticos, culpables de saquear el bolsillo de sus consumidores, vía el alza de la gasolina, el transporte y otros servicios.
Ventajas que alcanzan, no solo a los países productores y exportadores de petróleo en si, sino a sus aliados de la región, o áreas más cercanas, que en razón del origen común en historia, raza y religión, sin ser productores ni exportadores gozan de los mismos privilegios de los otros, de los que sí tienen la satén energética por el mango.
Pienso que este es el caso del grupo de países del norte de África y del Medio Oriente incursos en la actual revuelta prodemocracia que sacude la región, o sea, de Túnez, Egipto y Yemen, que por estar cercanos a los monstruos, a los gigantes productores y exportadores de crudo, pasan a gozar de sus mismos privilegios.
Lo cierto es que, a diferencia de lo que ocurriría en otras regiones del mundo, las insurrecciones populares de tunecinos, egipcios y yemenitas en muchas cancillerías democráticas de Europa y América, y también, entre analistas y expertos, no se ven con exultación sino con preocupación, entre las primeras porque seguramente chequean el aumento de las facturas petroleras de sus respectivos gobierno, y entre los segundos, porque creen que pueden ser la oportunidad para que los siempre agazapados fundamentalistas islámicos emergan y sean ellos los que al final hereden el gobierno con los resultados que se conocieron en el Irán de 1978.
Con referencia a los segundos, voy anotar que las revueltas contra el Sha estuvieron desde mediados de los 60, y persistieron hasta el final de su derrocamiento, lideradas por el ayatolac Jomeini y el clero shiita, de modo que el movimiento laico que se les unió, gente como Ibrahim Yazdi, y Abolhassan Banisardr, eran primero practicantes radicales shiítas, y después demócratas y republicanos.
No es el caso de Túnez donde el fundamentalismo islámico casi no existe, ni el de Egipto, donde la “Hermandad Musulmana” nunca ha representado un peligro político real, ni el de Yemen, país cuyo gobierno libra en este momento una guerra contra bandas de Al Qaeda en el sur.
Pero si no lo fueran ¿cómo se le puede impedir y criticar a cientos de miles de jóvenes influidos por la Internet y las redes sociales y agobiados por los índices de desempleo más altos del mundo, y con los precios de los alimentos y productos de la cesta básica por las nubes, que no protesten y se queden en su casas porque pueden despertar a los lobos de Bin Laden y Ahmadinejad?
Jóvenes que con el auge de las tecnologías de la información y la comunicación ( las llamadas TIC) ven desfilar las bondades de las sociedades democráticas y libres, que si bien no son perfectas, ofrecen un amplio campo para abrir los brazos, los ojos, las mentes y sentir que se está vivo, que se es un ser humano.
Cito a este respecto dos párrafos del excelente análisis:”Europa y la Revolución del Mundo Árabe” del periodista y analista, Javier Valenzuela, publicado ayer en “El País” de Madrid:
“Pero hay más: la visión oficial europea ignora los profundos cambios registrados en el norte de África en los últimos tiempos. Para empezar, la emergencia de juventudes urbanas con estudios primarios, secundarios y hasta universitarios, y con acceso al mundo vía la televisión por satélite e Internet. Y así vemos estos días cómo en Túnez y Egipto decenas de millares de chavales reclaman que se les trate con dignidad y se les permitan las libertades básicas existentes en Europa y América. Volvieron a repetirlo ayer los manifestantes de El Cairo a cualquier periodista occidental que les ofreciera un micrófono”.
Insiste con relación al fundamentalismo islámico: “Para sorpresa de muchos, los manifestantes de Túnez y Egipto no piden Gobiernos teocráticos; los temidos islamistas están inicialmente ausentes de sus protestas. Y es este otro elemento que cabría analizar a fondo: la probabilidad de que haya comenzado el reflujo de la marea islamista iniciada en los setenta y ochenta del pasado siglo con la revolución iraní del ayatolá Jomeini y el asesinato del rais egipcio Sadat. La vida es móvil, lo que sube baja, el análisis de ayer puede no servir para hoy”.
Pero sea una cosa o la otra y aterrizando en Venezuela, ¿inmovilismo, paciencia y cálculo es lo que le pediríamos a los jóvenes venezolanos, también habitantes de un país productor y exportador de petróleo, y con toda razón viviendo sus propios “días de la ira” ante la indiferencia de las democracias de Europa, Norteamérica y Sudamérica frente a las descaradas violaciones de los derechos que perpetran Chávez y sus aliados en la región?
¿No hemos visto cómo Chávez y sus compinches hacen cuanto les viene en gana con la Carta Democrática de la OEA, que cometen abuso tras abuso y para los miembros de la comunidad democrática regional e internacional no existen, porque pareciera que para ellos es mejor quedarse sin democracia, que sin petróleo?
O sea, que exactamente cómo, según Javier Valenzuela, en su artículo de ayer en El País, reaccionan en las cancillerías de los países de la Unión Europea y por extensión en el Departamento de Estado de USA:
“En el mejor de los casos, la política oficial europea hacia los países norteafricanos ha consistido en ofrecerles ayuda económica y acuerdos comerciales para ver si así se desarrollaban allí clases medias que permitieran algún día una mayor convergencia entre ambas riberas del Mediterráneo. En el peor, ha hecho la vista gorda ante las violaciones de los derechos humanos y las corrupciones de los regímenes con tal de que garantizaran el suministro de gas y petróleo, los que lo tienen como Libia y Argelia, y, en todos los casos, controlaran los flujos migratorios y machacaran a los islamistas”.
Claro, todo ello con una excepción, que es la de Mahmoud Ahmadinejad de Irán, pero no porque viola los derechos humanos de sus ciudadanos, sino porque insiste en fabricar una bomba nuclear con la que presuntamente barrería del mapa a las naciones infieles, democráticas y capitalistas de occidente, empezando por los Estados Unidos y terminando en Europa.
En definitiva: que no les tengamos miedo a la democracia y a la libertad, por muchos que sean los peligros que las acechan, ya que por el solo hecho de existir, la historia las dota de una vitalidad que estalla aún en los parajes donde aparentemente no se conoce otra bacteria que la del miedo.
No quiero terminar sin recordar un pensamiento de Alexis de Tocqueville: “Nada hay más fértil en prodigios que el arte de ser libres, pero nada hay más arduo que el aprendizaje de la libertad…La libertad, generalmente, se establece con dificultades en medio de tormentas, viene precedida por discordias civiles y sus beneficios no pueden conocerse hasta que se hacen viejos”
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