CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ | EL UNIVERSAL
sábado 21 de enero de 2012 12:00 AM
Un espectáculo inconcebible en cualquier gobierno medianamente decente. El mandamás pecherea, estruja durante diez horas al Poder Público que en teoría lo supervisa. Y para que la vergüenza llegue a todas partes, el estupefacto -e inocente- cuerpo diplomático extranjero, es víctima del mismo suplicio. En los países civilizados, los mandatarios concurren al Parlamento con respeto, porque representa la voluntad popular. Para los autócratas es un ministerio más que humillan.
Menosprecia a los fámulos rojos que, inútiles para hacerse elegir, están ahí gracias a que él fabricó una espuria mayoría sin votos pero con maña. Y los disidentes resultan más gladiadores en el Coliseo, que diputados. ¿Existe en Venezuela una dictadura, o "el socialismo del siglo XXI" todavía no llega ahí?
¿Es, sería, será, puede ser, una dictadura tradicional (Pérez Jiménez, Batista, Odría), o algo peor, una dictadura totalitaria como Cuba o Corea del Norte? ¿Es esa hipótesis viable en el tercer milenio? Desestimaron ingenuamente una metástasis del fidelismo en Venezuela cuando ya agonizaba en Cuba y había caído el muro de Berlín. Un diplomático creyó que bluffeaban ("miren sus manos, no su boca").
Muchos aún piensan que no hay dictadura pues tenemos elecciones, algunos medios críticos y los calabozos no están atestados de opositores. El comunismo del siglo XXI mantiene una utilería democrática para exportación, que simula equilibrio constitucional de poderes, representación, libertad de expresión, inviolabilidad de la propiedad y la morada. Utilería.
Talmon habla de democracia totalitaria para explicar que a veces la implantación de la tiranía recorre una vía electoral. "El proceso" aquí ha avanzado hábilmente hasta donde ha podido, y cruzó la línea de la dictadura. La locomotora va a toda marcha, pero en sus rieles está atravesado el 7 octubre 2012.
¿Qué pasará ese día? ¿Se impondrán los que proponen desconocer el voto popular y caminar al desastre, o los más sensatos? La encrucijada del 7 de octubre será una profunda crisis política y hay que hacerlo todo para que se resuelva pacíficamente. Serán elecciones dramáticas, cariadas, como en todas las autocracias, y traquearán las estructuras.
Las neuronas (y las hormonas) deberán estar en su sitio. Lidiábamos hasta hace poco con la candidez abstencionista que reconocía la naturaleza dictatorial del régimen, pero al mismo tiempo quería condiciones electorales como las de Noruega. Ahora descubren la cuadratura del círculo: que el CNE contamina las primarias, pero misteriosamente no la presidencial.
También que el cable cubano, los hackers chinos, o los extraterrestres cambiarán los resultados. Al decir se abona a la superchería de la invencibilidad del caudillo y se debilita de antemano al candidato que saldrá del 12 de febrero, como si ya no supiéramos quiénes pueden serlo. Isabel I hizo secuestrar cinco obispos para ganar una votación. Hay que secuestrar la inocencia.
En la mitología egipcia existía la figura de Shou, dios del aire, encargado de que el cielo no se desplomara sobre la tierra. Representa la cordura, la mediación, el sentido de la realidad. Antes de él reinaba el caos.
Las dictaduras tradicionales establecen la quietud y la inmovilidad. Son dictaduras apáticas. Constriñen a los ciudadanos a refugiarse en sus negocios privados y evitar la vida pública. "No se meta en política y la política no se meterá con Ud.". Con esa filosofía podían sobrevivir organizaciones sociales y empresas. Esto fue relativamente cierto incluso con Fujimori.
No así los hijos de Castro, mafias al mando de bandas violentas movilizadas -dictaduras participativas- y protegidas por un Estado policial, terrorista, que controla lo que se debe oír o saber, aprender en la escuela y las propiedades de cada quien.
Construyen un poder único para cambiar de raíz la naturaleza humana, crear una nueva civilización, una "sociedad justa", "redimir al pueblo oprimido" y extirpar el "capitalismo" y suele ser necesario ahogar en sangre al "enemigo interno dirigido desde fuera".
El Caudillo totalitario e inapelable subordina el orden legal, tergiversa la realidad, la historia y el sentido común. Kim Il Sum después de muerto sigue siendo "Presidente" y sus sucesores, "vicepresidentes". Pero el totalitarismo se hundió y no pudo hacer su Frankenstein moral, el monstruoso "hombre nuevo".
Trata de regresar de ultratumba y hay que trabajar sin bobería para derrotarlo. Safransky dice que la libertad es una oportunidad, no una garantía.
Menosprecia a los fámulos rojos que, inútiles para hacerse elegir, están ahí gracias a que él fabricó una espuria mayoría sin votos pero con maña. Y los disidentes resultan más gladiadores en el Coliseo, que diputados. ¿Existe en Venezuela una dictadura, o "el socialismo del siglo XXI" todavía no llega ahí?
¿Es, sería, será, puede ser, una dictadura tradicional (Pérez Jiménez, Batista, Odría), o algo peor, una dictadura totalitaria como Cuba o Corea del Norte? ¿Es esa hipótesis viable en el tercer milenio? Desestimaron ingenuamente una metástasis del fidelismo en Venezuela cuando ya agonizaba en Cuba y había caído el muro de Berlín. Un diplomático creyó que bluffeaban ("miren sus manos, no su boca").
Muchos aún piensan que no hay dictadura pues tenemos elecciones, algunos medios críticos y los calabozos no están atestados de opositores. El comunismo del siglo XXI mantiene una utilería democrática para exportación, que simula equilibrio constitucional de poderes, representación, libertad de expresión, inviolabilidad de la propiedad y la morada. Utilería.
Talmon habla de democracia totalitaria para explicar que a veces la implantación de la tiranía recorre una vía electoral. "El proceso" aquí ha avanzado hábilmente hasta donde ha podido, y cruzó la línea de la dictadura. La locomotora va a toda marcha, pero en sus rieles está atravesado el 7 octubre 2012.
¿Qué pasará ese día? ¿Se impondrán los que proponen desconocer el voto popular y caminar al desastre, o los más sensatos? La encrucijada del 7 de octubre será una profunda crisis política y hay que hacerlo todo para que se resuelva pacíficamente. Serán elecciones dramáticas, cariadas, como en todas las autocracias, y traquearán las estructuras.
Las neuronas (y las hormonas) deberán estar en su sitio. Lidiábamos hasta hace poco con la candidez abstencionista que reconocía la naturaleza dictatorial del régimen, pero al mismo tiempo quería condiciones electorales como las de Noruega. Ahora descubren la cuadratura del círculo: que el CNE contamina las primarias, pero misteriosamente no la presidencial.
También que el cable cubano, los hackers chinos, o los extraterrestres cambiarán los resultados. Al decir se abona a la superchería de la invencibilidad del caudillo y se debilita de antemano al candidato que saldrá del 12 de febrero, como si ya no supiéramos quiénes pueden serlo. Isabel I hizo secuestrar cinco obispos para ganar una votación. Hay que secuestrar la inocencia.
En la mitología egipcia existía la figura de Shou, dios del aire, encargado de que el cielo no se desplomara sobre la tierra. Representa la cordura, la mediación, el sentido de la realidad. Antes de él reinaba el caos.
Las dictaduras tradicionales establecen la quietud y la inmovilidad. Son dictaduras apáticas. Constriñen a los ciudadanos a refugiarse en sus negocios privados y evitar la vida pública. "No se meta en política y la política no se meterá con Ud.". Con esa filosofía podían sobrevivir organizaciones sociales y empresas. Esto fue relativamente cierto incluso con Fujimori.
No así los hijos de Castro, mafias al mando de bandas violentas movilizadas -dictaduras participativas- y protegidas por un Estado policial, terrorista, que controla lo que se debe oír o saber, aprender en la escuela y las propiedades de cada quien.
Construyen un poder único para cambiar de raíz la naturaleza humana, crear una nueva civilización, una "sociedad justa", "redimir al pueblo oprimido" y extirpar el "capitalismo" y suele ser necesario ahogar en sangre al "enemigo interno dirigido desde fuera".
El Caudillo totalitario e inapelable subordina el orden legal, tergiversa la realidad, la historia y el sentido común. Kim Il Sum después de muerto sigue siendo "Presidente" y sus sucesores, "vicepresidentes". Pero el totalitarismo se hundió y no pudo hacer su Frankenstein moral, el monstruoso "hombre nuevo".
Trata de regresar de ultratumba y hay que trabajar sin bobería para derrotarlo. Safransky dice que la libertad es una oportunidad, no una garantía.
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