Thursday, January 19, 2012

Nueve horas y media

En: http://www.eluniversal.com/opinion/120119/nueve-horas-y-media

HUMBERTO VILLASMIL PRIETO |  EL UNIVERSAL
jueves 19 de enero de 2012  12:00 AM
No se trata, obviamente, del título de algún filme émulo de aquella pieza que catapultó a "Kim" Basinger a las cúspides del 7º. Arte, ni un juego de Baseball que extendido a extra innings terminase en nueve entradas y media. No. Como los pocos lectores de este escribiente y todo el país saben de sobra, fue ese el tiempo del que dispuso el Comandante-Presidente para explicar, con público cautivo y disciplinado, el estado de la Nación: la memoria y cuenta, o los cuentos, como ya el imaginativo humor popular proclama. Diputados, embajadores, altas personalidades, invitados, quietos todos en sus sillas, sin poder moverse, no fuera a ser interpretado aquello como una descortesía antes de que el pitcher que repartía ponches en el centro del diamante del Hemiciclo lo hiciera, con ruta a una tan justificada como humana visita al baño. Y no es irrespeto sino pura memoria selectiva: porque el Comandante-Presidente dijo muchas veces haber querido ser pitcher, acaso para emular al malogrado Néstor Isaías "Látigo" Chávez, sin parentela conocida con el Jefe del Estado, que nos dejara tan pronto como dolorosamente en aquella tragedia aérea que enlutó a mi Maracaibo natal en 1969.

O como aquel narrador que, un día ya lejano, dijo hubiera querido ser. Concurría el Comandante-Presidente, creo recordar, a la sede de las Naciones Unidas en New York, aprovechando el periplo para visitar el Shea Stadium. Todos pensaban, comenzando por los narradores que describían los pormenores del juego, que se pasaría por la cabina de trasmisión para un breve saludo. Se equivocaban, como aquella canción de Ana Belén decía. El personaje de marras confesaba que le hubiera gustado ser narrador deportivo, de manera que quienes hasta ese momento fungían como tales, pasaron a ser comentaristas. El discípulo de Eloy "Buck" Canel tomó el micrófono para ya no soltarlo más aquella noche y ninguna otra noche a partir de entonces. Y eso que no repitió lo que ya tenía en mente, el grito de guerra de aquel celebérrimo narrador nacido en Buenos Aires y de madre cubana, que imaginariamente llevaba cada noche a miles de caribeños hasta las mismas gradas del mítico Yankee Stadium y quien en un inning crucial solía decir de aquel modo inimitable: "...Y no se vayan que esto se pone bueno". Y vaya que se puso.

Teníamos una Era enfrente y no lo sabíamos. Más de uno de nosotros militaba en el partido de los "ojalateros", como decían en la Cuba de los años cincuenta, cuya consigna sería algo así: "Ojala se vaya". Pero no se fue y no piensa hacerlo. El año de partida se sigue corriendo -ya el 2021 parece muy cerca e insuficiente- de la mano de más de una banalidad que no entendió nunca que si en algo ha sido coherente el discurso oficial de la Era fue en proclamar la inevitabilidad de que el Comandante-Presidente se perpetúe en el poder. Nueve horas y media dictando cátedra de "pedagogía política" proclamaba un miembro del coro oficial que acaso se haya asegurado un capítulo destacado de la historia nacional de la adulancia. Si el Presidente de EEUU habla 27 minutos en el discurso del estado de la Nación es esa la evidencia más palmaria de que el poder imperial es pichirrisimo con su pueblo al negarle el placer de la palabra que aquí el Comandante-Presidente nos hace disfrutar tan generosamente.

Hasta que una diputada se le ocurrió contradecirlo, interpretando seguramente el sentir de más de uno. Y reclamando lo obvio, esto es, que llegados a la octava hora de cátedra el Comandante-Presidente estuviera hablando de un país irreal, mencionó en medio de su muy breve intervención el tema de las expropiaciones. Al no recibir los propietarios afectados una indemnización justipreciada, obvio es que terminan siendo confiscaciones, en roman paladino, un robo. El pitcher estelar miraba como aquel serpentinero que con corredores en las esquinas amenaza con virarse, intentando leer la seña gestual del manager, cuando tronó increpando a la Diputada: "Usted me ha llamado ladrón frente al país". No caeré en provocaciones, proseguía, puesto que usted "está fuera de ranking para debatir conmigo", rematando con algo más poético y caballeroso: "Águila no caza mosca".

Una diputada oficialista se levantó súbitamente reclamando un desagravio. ¿Dónde está la Fiscala, la Defensora, la Presidenta del TSJ?, preguntaba, para que aligeren algo que pareciera un "proceso-express", anticipo de una sanción ejemplarizante que lavara el escarnio. Este escribiente esperaba que algún diputado opositor se levantara de improviso para denunciar, con igual iracundia, que el Jefe del Estado y de todos los poderes públicos había llamado mosca a la parlamentaria de marras. Es obvio que eso de hablar figurativamente, en tercera persona o de manera impersonal, es indigno de un sitio tan solemne como el Hemiciclo Guzmancista. De modo tal que el "match" de agravios estaba servido: Ladrón me llamaron, mosca respondo. Pura pedagogía política: pieza magistral del frustrado profesor, que no lo fue, sólo por el mejor destino de creerse un héroe.

Por cierto que enseguida se hicieron "flashes" para medir la opinión sobre el decir de la diputada y la respuesta que recibió. Debía matizarse el entusiasmo de su comando, declaró de inmediato un encuestólogo muy favorecido por las mieles de la notoriedad en la Era, pues lo sucedido le haría ganar votos en la primaria opositora a la Diputada Machado, ".... pero no alcanzará", como decía Aly Khan cuando un caballo atropellador volaba al final.

De modo que el asunto es de números y poco menos que de la perdida de toda majestad del poder público, o del señorío ausente hace mucho en un Jefe de Estado que se convenció y convenció a medio país de que nos corresponde posibilitar que sus sueños y frustraciones juveniles se colmen. Venezuela entera ha sido tramoya de fondo para permitirle diluir traumas y desafectos.

Lleva razón Capriles Radosnsky: aquello sonó a despedida. Premonición, para quien escribe, de aquel ceremonial en que el manager sale por fin de su cueva para dirigirse al centro del diamante a quitarle la bola de la mano al pitcher estelar que, refunfuñando y todo, tendrá que irse.

No comments:

Post a Comment