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Antonio M. Guevara F
jueves, 9 de octubre de 2014
CALIFATO A LA VENEZOLANA
Fig.
1.- El ensañamiento y la crueldad del asesinato del diputado Robert
Serra hacen una diferencia sutil de las decapitaciones que ha venido
divulgando a traves de las redes sociales el Estado Islámico.
El
brutal asesinato del diputado del PSUV Robert Serra hace una inevitable
inferencia del poder y la influencia de las organizaciones
paramilitares que han proliferado en estos últimos tiempos bajo el
aliento oficial de la Revolución Bolivariana, la absoluta complacencia
de la Fuerza Armada Nacional (FAN) y la tibia reacción de la Sociedad
Civil.
El diputado asesinado mantenía
una estrecha vinculación con los colectivos más representativos
asentados principalmente en el 23 de enero y en general en toda Caracas.
Era una de las voces más tronantes en eso de la organización de “los
civiles” para defender la revolución bolivariana del asedio opositor en
cualquier terreno.
Los colectivos rojos
rojitos han tomado un poco mas de notoriedad en este año 2014, sobre
todo a partir de los eventos de calle iniciados a partir del 12 de
febrero de 2014 con la movilización y el activismo convocado por un
sector de la oposición con el estandarte de #LaSalida.
Los
colectivos formaron parte de la brutal respuesta represiva del régimen
encabezado por Nicolas Maduro. Pero además, cuando el régimen se vio
obligado a hacer un llamado al dialogo arrinconado a nivel internacional
por el terrible saldo de muertos, heridos, detenidos y perseguidos como
consecuencia de la violencia oficial encabezada por las unidades de la
Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la Guardia del Pueblo que hacían de
vanguardia operativa a los colectivos rojos rojitos, su debilidad se
expresó en el poder de estos.
La
presencia del líder de los tupamaros, Jose Pinto en Miraflores en el
dialogo televisado a nivel nacional con el otro sector de la oposición,
fue una demostración formal del soporte intimidatorio asentado con los
colectivos y la dependencia del régimen de estos.
Desde
aquellas banderas enarboladas por la oposición contra los Círculos
Bolivarianos en los lejanos días de los sucesos del 2002, que
finalizaron con la breve salida del poder de Hugo Chávez, hasta su
disolución y desaparición con las dinámicas coyunturas políticas que se
han desarrollado que los pusieron a mutar y a reaparecer como milicias,
reserva, Fuerza Bolivariana de Liberación (FBL), colectivos, Unidades de
Batalla Bolivar-Chavez (UBBCH) y otra variopinta de organizaciones con
la misión específica de asumir la última línea de defensa de la
revolución, cuando la FAN en yunta con la Sociedad Civil le mueva la
alfombra constitucional de sus responsabilidades.
No
hay nada nuevo bajo el sol en la categorización de estas
organizaciones. Y hay suficientes referencias globales en estas
iniciativas. En el origen, el desarrollo y la caída de estas unidades
hay bastante de las responsabilidades de los estados como una forma de
intimidación a la oposición y para asumir encargos internos y externos
oficiosos, nada legítimos y poco escrupulosos.
Es
la más exacta categorización de que donde la violencia oficial del
estado desaparece incuba a milicias, grupos primitivos familiares,
económicos y políticos armados, y bandas criminales como nuevos y
peligrosos elementos de la sociedad para control y provocación de la
misma. En exacto calco del funcionamiento de una “famiglia” mafiosa.
La
gran capacidad para organizar, seducir y lograr financiación para la
causa, son las claves de los movimientos terroristas y paramilitares
como nuestros colectivos venezolanos. Cuando estas etapas son asumidas
por el estado el camino queda abierto para iniciativas distintas a las
originales para las cuales fueron creados estos grupos. El apoyo va
desde la instrucción en combate hasta la entrega de armamento y la
libertad para operar de manera autónoma, en tanto no se constituyan en
una alternativa de poder.
El mejor
referente global y más actual de estos grupos lo constituye Al Qaeda
financiado por USA y otros gobiernos para la guerra que se libraba en
Afganistán contra las tropas de la Unión Soviética en plena guerra fría
durante los años 80. El monstruo no solo sigue estando ahí, sino que ha
mutado con Al Qaeda y sus franquicias regionales plenamente operativas
en buena parte del medio oriente, sin olvidar al actual Estado Islámico
que es una mutación organizacional del Al Qaeda de aquel entonces.
Su
estructura organizativa basada en células de militantes y redes de
contactos clandestinos, muy parecida al modus operandi de los cárteles
de narcotraficantes, le ha dado una muy amplia movilidad de acción y una
gran dificultad para desarticularla.
Las
unidades paramilitares son bandas brutales con muchas raíces locales
que imponen su voluntad mediante la violencia y la intimidación. Las
únicas que pueden eliminarlos son las fuerzas oficiales de cada estado,
es decir la Fuerza Armada Nacional.
En
el caso de las investigaciones del caso del diputado Serra el régimen se
ha manejado muy torpe. Las imputaciones anunciadas por el presidente
Nicolas Maduro hacia un sector de la oposición, las del inefable
presidente de la AN hacía nombres específicos dentro del parlamento y en
general la típica orientación de otros voceros del régimen para señalar
hacia el imperialismo, el capitalismo, Obama, Uribe, la burguesía,
Lopez, Saleth, etc. no consiguen para nada distraer la opinión pública
de lo que se dibuja como los verdaderos responsables del crimen y la
naturaleza del móvil que se orienta hacia lo político y paramilitar.
Un
retrato hablado que describe a los colectivos, no como autores
materiales ni intelectuales, y si como ejes de la investigación para
descifrar toda la madeja de intrigas, conspiraciones, poder, influencias
en torno al destino de la revolución bolivariana.
Las
organizaciones paramilitares organizadas, equipadas y adiestradas por
la revolución para su defensa, en algún momento empezarán a requerir más
autonomía y a convertirse en las verdaderas opciones de poder dentro de
la revolución.
Cuando estas
organizaciones se desarrollan y empiezan a generar poder como para
ocupar un espacio dentro y fuera de las fuerzas del estado, empiezan a
comportarse como un estado dentro del estado.
Los
colectivos que funcionan en el 23 de enero tienen un funcionamiento
autonómico parcial, controlado parcialmente por algunos líderes
revolucionarios, entre ellos estaba el joven diputado asesinado Robert
Serra.
La pregunta es ¿En qué momento los colectivos decretarán su califato a la venezolana?
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