DIEGO BAUTISTA URBANEJA
| EL UNIVERSAL
jueves 16 de octubre de 2014 12:00 AM
Ya es posible consolidar una
interpretación de hechos que se vienen acumulando en los últimos
tiempos. Esa interpretación nos dice que el gobierno no tiene manera de
enfrentar la crisis que se acumula en todos los órdenes del acontecer, y
el único recurso que le queda es el de la violencia y la represión.
Mediante esos recursos aspira, por un lado a disimular la crisis, y por
otro a enfrentar los efectos políticos de ella.
Esa relación nos permite también ver hacia el futuro inmediato. Hay entre el desarrollo de la crisis y el recurso a la represión una relación directa. A medida que aquella se amplíe y profundice, en esa medida el uso de la represión y la violencia en todos los planos y formas se va a intensificar.
La violencia y la represión es una forma de interrumpir el curso natural de las cosas, el que conduce a que el gobierno pierda apoyo todos los días. Es una manera de armar jaleo, de hacer escándalo, de crear zozobra, de generar noticias y titulares. Cualquier cosa puede ser convertida en ocasión de perturbaciones, verbales o físicas. En insultos, amenazas, acusaciones. En agresiones, en ataques, en despliegue de fuerzas. A ver si así se detiene el declive. A ver si así la gente se asusta, deja de denunciar y criticar, deja de retirar su apoyo al gobierno.
Aprovechar
Es notorio como el gobierno trata de aprovechar cualquier hecho, por poco que se preste a ello, convirtiéndolo en ocasión de violencia verbal y si es posible física. Desde la chicungunya hasta el más espantoso asesinato de un dirigente del partido oficialista, es fuente de ataques y confrontaciones contra los adversarios del gobierno. Amenazas van y amenazas vienen, y la espada de un juicio, de una orden de captura, de un amedrentamiento severo, está siempre levantada contra políticos, periodistas, intelectuales. Por otra parte, denuncian repetidamente habitantes de los barrios que los colectivos armados son el instrumento de violencia y represión destinado a controlar el descontento popular que se extiende al calor del fracaso gubernamental.
El problema que para el gobierno tiene todo esto es que la mecha de esa estrategia es en cada caso corta. A no mucho andar, y por poco que se establezcan los hechos, queda claro que todo se debe a algo completamente distinto a la supuesta criminal maniobra opositora. Las enfermedades se revelan pronto como lo que son: resultado de la desidia gubernamental y el ruinoso estado de la salud pública. El nivel del dólar paralelo se desnuda pronto como el producto de una política económica y cambiaria disparatada e imposible. Pronto se establece que el asesinato macabro sea un asunto por completo ajeno a perversas motivaciones políticas.
Pasado el conflicto que el gobierno hubiera querido crear, el avance de la crisis nacional retoma de modo implacable el primer plano de la escena, sin que haya un solo frente de la vida colectiva en el que sea posible vislumbrar una futura evolución positiva, hasta tanto no haya un cambio político en el país.
De ahí también otra consecuencia: la de que hay que evitar darle al gobierno ocasión de ejercer la violencia abierta de un modo que se extienda en el tiempo. Ese sería un sueño para el gobierno que se cree un ambiente de violencia y de conflicto físico constante, estable. Un enfrentamiento todos los días sería para el gobierno un bocado de cardenal. Ese es su terreno y no hay que ofrecerle oportunidad de que se mueva en él. Dejar que gaste su estrategia represiva en cosas de mecha corta, a las que los hechos pronto revelan como debidas a la incapacidad gubernamental.
Tesis
Volvamos a la tesis inicial. El recurso a la represión tiene como presupuesto el hecho de que el gobierno no tiene como encarar la crisis que lo asedia en todos los frentes. O no puede, o no sabe cómo, o no se atreve, o algo o alguien no lo deja, o todo junto. De manera que ese ciclo de agravamiento de la crisis y recurso periódico del gobierno a la amenaza y la represión es lo que vamos a tener. Eso es lo que podemos esperar: un país en cada vez peor situación y un gobierno tratando de tapar esa realidad y de enfrentar sus efectos políticos - la pérdida indetenible del respaldo popular- con el uso cada vez mayor del único instrumento que tiene bajo su control absoluto: la represión y la violencia de diverso tipo. La respuesta a eso tiene que ser la que ya ha sido: la de seguir comunicando los unos a los otros, denunciando sin cesar, la situación real que estamos viviendo los venezolanos. Hacerlo, seguirlo haciendo, con serenidad y coraje, cada cual a su nivel y en su ámbito, democráticamente, cotidianamente. Esquivar, resistir al modo de cada quien, la violencia que nos amenace en los terrenos en los que nos movemos, hasta convertirla en imposible e impotente.
Esa relación nos permite también ver hacia el futuro inmediato. Hay entre el desarrollo de la crisis y el recurso a la represión una relación directa. A medida que aquella se amplíe y profundice, en esa medida el uso de la represión y la violencia en todos los planos y formas se va a intensificar.
La violencia y la represión es una forma de interrumpir el curso natural de las cosas, el que conduce a que el gobierno pierda apoyo todos los días. Es una manera de armar jaleo, de hacer escándalo, de crear zozobra, de generar noticias y titulares. Cualquier cosa puede ser convertida en ocasión de perturbaciones, verbales o físicas. En insultos, amenazas, acusaciones. En agresiones, en ataques, en despliegue de fuerzas. A ver si así se detiene el declive. A ver si así la gente se asusta, deja de denunciar y criticar, deja de retirar su apoyo al gobierno.
Aprovechar
Es notorio como el gobierno trata de aprovechar cualquier hecho, por poco que se preste a ello, convirtiéndolo en ocasión de violencia verbal y si es posible física. Desde la chicungunya hasta el más espantoso asesinato de un dirigente del partido oficialista, es fuente de ataques y confrontaciones contra los adversarios del gobierno. Amenazas van y amenazas vienen, y la espada de un juicio, de una orden de captura, de un amedrentamiento severo, está siempre levantada contra políticos, periodistas, intelectuales. Por otra parte, denuncian repetidamente habitantes de los barrios que los colectivos armados son el instrumento de violencia y represión destinado a controlar el descontento popular que se extiende al calor del fracaso gubernamental.
El problema que para el gobierno tiene todo esto es que la mecha de esa estrategia es en cada caso corta. A no mucho andar, y por poco que se establezcan los hechos, queda claro que todo se debe a algo completamente distinto a la supuesta criminal maniobra opositora. Las enfermedades se revelan pronto como lo que son: resultado de la desidia gubernamental y el ruinoso estado de la salud pública. El nivel del dólar paralelo se desnuda pronto como el producto de una política económica y cambiaria disparatada e imposible. Pronto se establece que el asesinato macabro sea un asunto por completo ajeno a perversas motivaciones políticas.
Pasado el conflicto que el gobierno hubiera querido crear, el avance de la crisis nacional retoma de modo implacable el primer plano de la escena, sin que haya un solo frente de la vida colectiva en el que sea posible vislumbrar una futura evolución positiva, hasta tanto no haya un cambio político en el país.
De ahí también otra consecuencia: la de que hay que evitar darle al gobierno ocasión de ejercer la violencia abierta de un modo que se extienda en el tiempo. Ese sería un sueño para el gobierno que se cree un ambiente de violencia y de conflicto físico constante, estable. Un enfrentamiento todos los días sería para el gobierno un bocado de cardenal. Ese es su terreno y no hay que ofrecerle oportunidad de que se mueva en él. Dejar que gaste su estrategia represiva en cosas de mecha corta, a las que los hechos pronto revelan como debidas a la incapacidad gubernamental.
Tesis
Volvamos a la tesis inicial. El recurso a la represión tiene como presupuesto el hecho de que el gobierno no tiene como encarar la crisis que lo asedia en todos los frentes. O no puede, o no sabe cómo, o no se atreve, o algo o alguien no lo deja, o todo junto. De manera que ese ciclo de agravamiento de la crisis y recurso periódico del gobierno a la amenaza y la represión es lo que vamos a tener. Eso es lo que podemos esperar: un país en cada vez peor situación y un gobierno tratando de tapar esa realidad y de enfrentar sus efectos políticos - la pérdida indetenible del respaldo popular- con el uso cada vez mayor del único instrumento que tiene bajo su control absoluto: la represión y la violencia de diverso tipo. La respuesta a eso tiene que ser la que ya ha sido: la de seguir comunicando los unos a los otros, denunciando sin cesar, la situación real que estamos viviendo los venezolanos. Hacerlo, seguirlo haciendo, con serenidad y coraje, cada cual a su nivel y en su ámbito, democráticamente, cotidianamente. Esquivar, resistir al modo de cada quien, la violencia que nos amenace en los terrenos en los que nos movemos, hasta convertirla en imposible e impotente.
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